‘Masterchef Celebrity’, aparte de como mero entretenimiento, en principio su función durante 3 horazas, está sirviendo para que veamos con otros ojos a los famosos. A los que ya conocíamos, quiero decir. Muy especialmente a los actores: tanto Cayetana Guillén-Cuervo como Miguel Ángel Muñoz, Silvia Abril o Paz Vega mejoraban su imagen gracias a su sentido del humor y su humanidad, no reñido con la competitividad. Por no hablar de la función cómica que tenían por supuesto Loles León y Las Retales (Bibiana Fernández y Anabel Alonso), a la postre con programa propio en late-late-late night.
Los cantantes no han corrido la misma suerte: ya nadie recuerda que por el programa pasó Niña Pastori (gracias, Wikipedia), Carlos Baute no logró ni remotamente generar empatía y Xuso Jones… también es que fue el segundo expulsado. A Mario Vaquerizo le fue mucho mejor, pero su final en el programa coincidió exactamente con sus polémicas declaraciones sobre el VIH. Aquello no trascendió demasiado, pero quizá sí para la gente que de hecho sabe que es cantante. A la espera de qué pasaría si se atrevieran a llamar a alguien tipo Zahara -que ya tuvo un cameo- o PUTOCHINOMARICÓN (gente muchísimo más desconocida e insulsa compite como «celebrity», como sabemos), este año han apostado por El Sevilla de Mojinos Escozíos y Los Chunguitos.
Mientras el paso de Los Chunguitos está produciendo momentos más que nada desconcertantes todavía imposibles de clasificar, El Sevilla no ha conseguido romper la maldición de los cantantes en el programa, y ha sido expulsado en el tercer episodio. Y lo ha hecho de una manera agridulce después de hilvanar un par de cruzadas de cable que no han logrado mejorar su imagen en absoluto. Si alguien presuponía que el sentido del humor de su grupo iría unido a cierto sentido de la autocrítica, en la primera prueba de anoche se comprobó que no: su cara fue un poema, y su reacción posterior, peor, cuando recibió una crítica negativa. En la prueba de grupos ya directamente repartió terror entre los niños cuando lo único que tenía que repartirles era un plato de pescado.
Quedó demostrado que los nervios pueden sacar lo peor de nosotros mismos: el cantante rectificó a tiempo y 5 minutos después estaba pidiendo disculpas a jueces, compañeros y más allá, aunque demasiado tarde. Su día estaba cruzado y decidió enfrentarse a una prueba de eliminación de una manera que Pepe no habría escogido ni «después de 30 años de profesión»: cocinando un arroz. «Es lo que más miedo me da», reconoció el poseedor de una Estrella Michelín en El Bohío de Illescas, sabiendo que o se le iba a pasar o lo iba a dejar como una piedra, como poco antes la genial Yolanda Ramos. Al final sucedió lo primero, y aun así, tuvo ocasión de dejar un momento simpático cuando al despedirse indicó que lo mejor del programa había sido conocer a Tamara Falcó, rompiendo una lanza «contra los prejuicios», pronunciada de manera visible totalmente en serio. ¿Y quién habría adivinado que el líder de Mojinos Escozíos hablaría así de la hija de Isabel Preysler?