Como bien sabe todo aquel que tenga cerca algún niño nacido en la última década, este fin de semana ha tenido lugar uno de los acontecimientos cinematográficos más importantes de sus pequeñas vidas: el estreno de ‘Frozen II’. La película original fue un éxito tan descomunal que su co-creadora, Jennifer Lee, hasta pidió perdón por la turra que en mayor o menor medida hemos sufrido los adultos, machacados de manera inmisericorde con incontables pases del film y reproducciones de sus canciones, ya en nuestros hogares y vehículos particulares. Y esta segunda parte estrenada el pasado viernes va, a todas luces, a superarla: con las festividades aún por llegar, es ya la película de animación más taquillera en su primer fin de semana en toda la historia de The Walt Disney Studio –que no de Pixar–.
En lo que no va a competir ‘Frozen II’ con su predecesora –una gran película musical de animación por más que le pese a la crítica cinematográfica más cínica– es en su capacidad de sorpresa. Y es que, pese a las numerosas peticiones de que Elsa, un personaje cuyo enfoque escapaba de los clásicos arquetipos de princesas Disney, se enamorara de otra mujer, finalmente no ha sido así. Al margen de la certeza de que esa decisión habría provocado que la película fuera vetada en muchos países, Lee advertía que Elsa ya era una princesa Disney lo suficientemente singular precisamente por su ausencia de motivaciones románticas y su punto de oscuridad. Lo cierto es que es una oportunidad perdida para lanzar un importante mensaje de apertura de Disney hacia las nuevas generaciones de espectadores. Pero el hecho de que la cuestión quede abierta y que se priorice a un personaje femenino fuerte y alejado de estereotipos es algo.
Que ‘Frozen II’ es una secuela que no iguala a su predecesora es incontestable. Aunque, ni mucho menos, en el mismo sentido en el que sucedía con TV-movies patéticas como las segundas partes de ‘El Rey León’, ‘Aladdin’, ‘La Sirenita’ y un etcétera tan largo que era casi una tradición. La nueva peripecia de Elsa, su hermana Anna y sus personajes satélite no solo es un importante dechado de técnica audiovisual –en ese sentido, sí que iguala e incluso supera a la primera ‘Frozen’– y en muchos sentidos es una película necesaria para cerrar –esperemos que así sea– una historia que quedaba inconclusa. En ese empeño, Jennifer Lee, Chris Buck y su equipo presentan una película algo más que entretenida, pero con una colección de desaciertos que la deslucen.
Lo peor de ‘Frozen II’
El guión
El argumento de ‘Frozen II’ gira en torno a una intrigante llamada que percibe Elsa, la Reina de Hielo que ideó –aunque muy diferente a cómo es esta versión Disney, fiel a su estilo– Hans Christian Andersen (que, por cierto, es referenciado en un pequeño eastern-egg). Su manifiesta insatisfacción con el papel que le es asignado por los demás en el mundo es un interesante punto de partida para la película y el desencadenante de una búsqueda quimérica. El problema es que, en su desarrollo, hay un importante batiburrillo de personajes e ideas que se adhieren en esa carrera, muchos de ellos totalmente intrascendentes, que solo contribuyen a hacer un «ruido» innecesario que aportan tirando a poco –la trascendencia, por ejemplo, de algunos de los elementos de la Naturaleza sigue perdida en el Bosque Mágico–. Si para un adulto es a veces difícil entender qué quiere contar la película, imaginemos para niños de 4 a 10 u 11 años, su target objetivo.
El (esquivo) trasfondo medioambiental
Teniendo en cuenta la emergencia climática que de manera fehaciente amenaza nuestras vidas tal y como las conocemos, en varios momentos de la película todo apunta a que la conciencia ecológica sería una buena aportación para las mentes de los espectadorcitos. Sin embargo, alguien en Disney ha decidido que total da igual, porque la huella ecológica de sus padres y abuelos ha sido tan devastadora a estas alturas que poco va a importar que ellos sepan valorar y cuidar los recursos naturales. Es otro de esos ingredientes que, como apuntaba en el párrafo anterior, entran en el potaje de ideas que componen ‘Frozen II’ sin que en realidad tenga demasiada importancia, dejando apenas una pincelada lejana. La de la causa LGTB+ no ha sido la única oportunidad perdida de la película.
El romanticismo
Una de las grandes virtudes de ‘Frozen’ era, como apuntaba Lee, que sus dos protagonistas femeninas eludían el romanticismo de una relación heteronormativa y apostaban por un tipo de amor diferente, el amor fraternal. Por eso no se entiende bien que, de repente, en ‘Frozen II’ el romanticismo más estereotipado no solo adquiera presencia, sino que se erija en protagonista de una subtrama que se hace cansina y que propicia el aburrido happy-ending. Por ver algo positivo en ello, al menos sirve para mostrar cierta diversidad en los roles femeninos.
Lo mejor de ‘Frozen II’
El guión
Antes señalaba varias cosas que no funcionan en la trama y el guión de ‘Frozen II’, pero lo cierto es que también tiene sus cosas buenas en ese aspecto. Sobre todo, y al margen de su irreprochable agilidad –lo cierto es que el ritmo apenas desfallece en sus más de 100 minutos–, se agradece que huya del maniqueísmo típico de cualquier película para niños. No hay un villano, un mal supremo al que enfrentarse, sino que el catalizador de la aventura está en la propia complejidad de los personajes. Así, aunque Elsa sea una suerte de superheroína, es interesante que esté plagada de dudas y miedos, y que esos sean sus peores enemigos. Al contrario, Anna vuelve a presentarse como una mujer que, en su normalidad y fragilidad, se apoya en unas virtudes comunes como el amor, la generosidad, el ingenio o la capacidad de sobreponerse al dolor para erigirse en la verdadera heroína de la historia.
El humor
‘Frozen II’ es una película ágil y divertida en buena medida gracias al humor que, en este caso, personifica sobre todo Olaf, el muñeco de nieve. Su contrapunto cómico ya era de lo mejor de la primera parte pero aquí, con el melancólico Kristoff perdido en otras cuestiones, lo es más. Básicamente porque el punto naif que tenía entonces desaparece en parte en pos de una inteligente mutación: como si pasara de ser clown a pierrot, lanza preguntas filosóficas sobre sus respectivas existencias mientras el resto de personajes están demasiado ensimismados en sí mismos y no le prestan atención. El humor también alcanza y se mezcla con el siguiente punto de esta lista, la música: el enfoque escénico de algunos números musicales es despiporrante, como el de ‘Cuando madure’, protagonizado por el propio Olaf, o ‘Perdido en el bosque’ –su montaje en plan videoclip de AOR es de lo más divertido de la película–.
La música
Pese al previsible exitazo de la peli, no parece muy probable que esta vez la banda sonora de ‘Frozen 2’ vaya en ningún caso a alcanzar el tirón de la primera y convertirse siquiera en uno de los discos más vendidos de este año o el que viene. ‘Mucho más allá’ está lejos de tener el tirón del dichoso ‘Suéltalo’, eso por descontado. Pero de nuevo el tandem que forman el matrimonio Kristen Anderson-Lopez y Robert Lopez acierta con canciones amables y bien hechas, que se integran muy bien en la trama de la película e incluso más: una de ellas es prácticamente su eje argumental. Tampoco está de más escuchar el disco oficial con sus canciones, porque, dejando a un lado la chirriante versión de David Bisbal –a su lado, Gisela parece contenida y sobria– del tema principal de la película, los amantes de las películas musicales pueden encontrar alguna gema, como ‘Muéstrate’ o ‘Cuando madure’. Y el resto, podemos gozar escuchando la delirante/bonita versión que Weezer, muy apropiadamente, hacen de la citada ‘Perdido en el bosque’. E incluso podemos enamorarnos de la adaptación de ‘All Is Found’ que interpreta, con delicadeza y reminiscencias folk, Kacey Musgraves. 6,5.