Andy Shauf / The Neon Skyline

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Andy Shauf / The Neon Skyline

No deja de ser irónico que artistas que por talento, sonido y estética podrían haber estado copando las listas de éxitos en los años 70, se vean relegados hoy a algo parecido al underground. Me refiero a nombres como Real Estate, Whitney, Tobias Jesso Jr., Bedouine… o Andy Shauf. El canadiense se ha tomado su tiempo tras el impresionante ‘The Party’ pero, cuatro años (y un disco de su proyecto paralelo Foxwarren) después, ha vuelto con un ‘The Neon Skyline’ que no se limita a cumplir las expectativas despertadas con aquel disco, sino que las supera.

Aquel cuarto álbum de su carrera en solitario destapaba la capacidad de Shauf para crear piezas de exquisito y atemporal pop de guitarras, con arreglos tan precisos como preciosos. Y, a la vez, daba una lección de imaginación narrativa al plantearse como una colección de pequeñas viñetas que sucedían en una fiesta privada. Una ingeniosa coartada literaria/cinematográfica que servía al autor para mostrar su habilidad para esbozar con sencillez y precisión las emociones de unos personajes en los que podíamos vernos retratados cualquiera de los que leemos estas líneas. Dando una nueva pirueta en ese sentido, ‘The Neon Skyline’ también se plantea casi como un guión o un cuento corto: una noche en la vida de un chico que sale a tomar algo con sus amigos al bar de siempre, con la ruptura del que cree el amor de su vida, Judy, en mente.

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En este caso, los once canciones del disco escuchadas en orden correlativo nos presentan la historia del lastimero protagonista (encarnado por Andy, aunque en realidad no es exactamente autobiográfico) desde un taburete al pie de la barra del garito llamado como el disco. Con apenas unas certeras pinceladas, logra dibujar a la perfección la escena y sus personajes: su mejor amigo, Charlie –un tipo divertido y cortés, pero algo informal–; otra más casual, Claire –una madre soltera que lucha, sin éxito, para no repetir los errores que sus padres cometieron con ella–; la camarera Rose –con la que hay una complicidad especial, con el posible trasfondo de un deseo mutuo no consumado–; y, por supuesto, Judy, la mujer a la que el chico se pasa anhelando durante la primera parte del disco… hasta que se presenta por sorpresa en el bar y pone patas arriba la escena.

Haciendo gala, una vez más, de un lenguaje sencillo y directo pero a la vez poético y con doble filo, Shauf presenta a un pobre capullo profundamente enamorado de aquella mujer, al que el olor de unos cigarros de clavo le hace evocar un verano junto a ella, y le hace desearla con más fuerza que nunca… a pesar de que a menudo discutían por cosas absurdas en las situaciones más inverosímiles, de sus dudas sobre si realmente hizo todo lo que pudo por salvar la relación, culpabilizándose a sí mismo de la lustrosa cornamenta que lucía (por supuesto, ella también encontró razones para enfadarse con él… incluso en el momento en el que la pilla con otro en su cama). En ese reguero de viñetas que bien podrían ser pasto de unas viñetas de Adrien Tomine, una película de Paul Thomas Anderson o una serie de Judd Apatow, su deseo se hace realidad. Solo que, al hacerlo, el hombre comienza a vislumbrar que lo que parece un sueño cumplido es en realidad su oportunidad de dar por cerrada su pesadilla emocional.

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Pese a esa trabajada carga narrativa, lo más mágico de ‘The Neon Skyline’ es que cada episodio/canción puede ser leído y disfrutado de manera separada. Incluso así consigue emocionar y ser entendido como un retrato de la complejidad de las relaciones personales en un tiempo en el que los atavismos heredados entran en conflicto con una nueva perspectiva social. Pero no nos despistemos de lo más importante: si lo logra es, sobre todo, gracias a unas canciones maravillosas en las que no hay nada de paja. Es evidente que la maravillosa y muy Teenage Fanclub ‘Try Again’ o ‘Things I Do’ sobresalen del conjunto, y quizá se echa en falta algún otro tema que se contagie así de rápido.

Pero a medida que escuchamos las esmeradas armonías, acordes y arreglos de piano y viento (en general es más austero que ‘The Party’, pero curiosamente eso le da más lustre) que le conectan con nombres como Nick Drake, Paul Simon, Elliott Smith o Randy Newman, cada canción se va revelando imprescindible. Da igual si es por un canturreo (‘Neon Skyline’, ‘Fire Truck’), un riff (‘Thirteen Hours’, ‘Dust Kids’) o un giro melódico al final de una estrofa de apariencia inofensiva (‘Where Are You Judy’, ‘The Moon’, ‘Changer’), pero nada sobra. Y, de paso, esa atención cuidadosa nos va revelando los recovecos vitales –sus ideas sobre religión, educación, intimidad…– de los pobladores del Neon Skyline, haciéndonos empatizar inevitablemente con algunos de ellos, y sintiendo que en realidad esas pequeñas escenas de una vida podrían ser, fácilmente, de la nuestra.

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Calificación: 8,4/10
Lo mejor: ‘Try Again’ y ‘Things I Do’, aunque es una delicia escucharlo y leer sus letras de un tirón.
Te gustará si te gusta: Real Estate, Whitney, Paul Simon, Nick Drake
Escúchalo: Bandcamp

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