En sus tres «capítulos», traza el desarrollo artístico desde su infancia hasta el momento actual, culminando con el galardón de Estrella Emergente que Billboard le entregó a Rosalía en su gala de Mujeres en la Industria a finales de 2019. Comienza retratando en «Quiero cantar» su niñez, explicando cómo su familia le dio una infancia feliz y la libertad para seguir su vocación artística. Es esa la parte quizá más reveladora –aunque ya había hablado de esto en numerosas entrevistas–, sobre todo por algunas curiosas imágenes del archivo familiar de los Vila-Tobella que se incluyen (tampoco son todas inéditas) y unas declaraciones de su inseparable hermana Pili sobre ella.
En el resto de capítulos, «Miedo» y «Amor», habla de su visión del flamenco… aunque, curiosamente, se pasa muy de puntillas por ‘Los ángeles‘ –que, recordemos, editó Universal, pasando después a firmar con Sony Music–. Apenas la declaración «antes de sacar ‘El mal querer
‘ yo estaba en números rojos. Mi hermana y mi madre estaban sufriendo conmigo» es casi la única referencia –y aun así, medio velada– al disco que grabó junto a Raül Refree y que la sacó del anonimato en 2017. Que no tenía «budget» (sic) para hacer ese disco, también lo sabíamos hace tiempo. En el lado más sustancioso, su actual manager Rebeca Leon –ex-manager de J Balvin y actual representante de Ozuna, lo que explica sus buenas conexiones con el stardom latinoamericano–, también cuenta en esa parte que la descubrió gracias a Juanes –otro de sus representados–, quedando impresionada por su presencia en los Grammy Latinos 2018.Leon también se refiere a ella en la tercera parte de ‘La Rosalía’, «Amor» –comienza citando a San Agustín: «conocemos en la medida en la que amamos»–, como «una de esas artistas que sólo nacen cada 50 años» y que «va a cambiarlo todo». En esta recta final, además de mostrar su «orgullo» por la citada distinción de los Billboard, explica su afán por la experimentación y su apuesta por el trabajo diario, que «ha sido», dice, «su mentalidad durante estos años». Es, en suma, un documental solo para muy fans, y más por cómo se cuenta (incluida su chirriante tendencia a cambiar palabras en español por palabras en inglés que tienen una traducción sencilla, como «embody») que por lo que se cuenta en él. En el lado positivo, es una pieza en torno a los 10 minutos de duración y dividida en tres partes, por lo que puedes verlo mientras te tomas un respiro en la oficina, por ejemplo.