Porches / Ricky Music

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Porches / Ricky Music

Porches, el proyecto de Aaron Maine, dio un pequeño salto cuando en su segundo disco, ‘Pool’ (2016), abrazó el pop sintético de los 80, entregando canciones que llamaron la atención del mundo underground, como ‘Underwater’ y ‘Mood’. A partir de ahí, podía haber buscado la popularidad de Chvrches con temas cada vez más expansivos, o como mínimo Chromatics, con canciones en general fieles a un estilo -como el italo más refinado- que le caracterizara e identificara. Pero no.

Lo de Aaron Maine ha terminado por resultar totalmente sui generis, con una visión del mundo que le acerca más a la extravagancia de un Ariel Pink, un Mac DeMarco o un Sean Nicholas Savage. Su nueva entrega tras ‘The House‘ es un disco que ha grabado principalmente en su apartamento de Nueva York -también en Chicago, L.A. y alguna ciudad de Europa durante una gira-; en un momento en el que estaba «tan perdido como locamente enamorado»; a veces desesperado y a veces con la necesidad de «reírse de sí mismo».

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‘Ricky Music’ es uno de esos discos en los que, para adentrarte en él, tienes que comprender al artista. Y con él viene su peculiar humor. La sobredosis de Autotune, como ya se veía en el trabajo anterior, no es apta para todos; y entre un océano de canciones de amor que incluye la repetición de letras como «estoy tan contento que podría morir», emerge una fijación por la cotidianidad que resulta cómica adrede. La muy ‘Twin Peaks‘ ‘Lipstick Song’ es una composición literalmente sobre un pintalabios que incluye la frase «cuando llegaste, te di un pequeño regalo / espero que te guste cómo te queda en los labios», y esa es la complejidad lírica de todo el álbum: ‘Hair’ habla de un pelo hallado en un cepillo.

Es la manera de Porches de afrontar el desamor en un disco de 25 minutos en el que la brevedad de cosas como ‘PFB’ -o sea ‘Pretty Fucking Bad’- emparenta con los «quickies» que antes de su álbum de este año ya nos han dado en el pasado Magnetic Fields. Solo que aquí las canciones apuntan más deliberadamente a la intrascendencia que a un ’69 Love Songs’. Con algunas excepciones.

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‘I Wanna Ride’ une con acierto un punteo de guitarra y un arpegio de teclado en busca de un estribillo explosivo que en este caso sí sabe llegar; ‘Hair’ en realidad es una bonita balada en la que emerge un saxo y ‘Madonna’, que quizá debería llamarse ‘Kylie’ por su beat a lo ‘Fever’, se sitúa en los terrenos bailables deliciosamente lo-fi de Le Sport o Lo-fi-fnk. Tras una segunda mitad en la que sorprende la aparición de arreglos como el mencionado saxo o el clarinete de ‘Fuck_3’ (co-produce Jacob Portrait de Unknown Mortal Orchestra); se ha tenido el detalle de incluir como bonus track esa maravilla llamada ‘rangerover’ en la que aparece Devonté Hynes y que se editaba el año pasado. Da un poco de mala espina que la mejor canción sea un «extra», pero en este caso su presencia suma sin desentonar demasiado.

Calificación: 7/10
Lo mejor: ‘rangerover’, ‘Madonna’, ‘Do U Wanna’, ‘Hair’
Te gustará si te gustan: Future Bible Heroes, Casiotone for the Painfully Alone, Mac DeMarco
Escúchalo: ragerover, aunque sea un «bonus track», en Youtube.

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