A veces no hay nada como una ruptura, una catarsis, para que todo vuelva a su cauce y recuperar la esencia. En el caso de Laura Marling no es tanto una ruptura personal como una profesional: poco antes de editar ‘Semper Femina’, rompía con el sello y el management que la habían guiado y llevado a ser una de las más rutilantes estrellas del folk pop en todo el mundo. A partir de entonces, volvió a vivir en Londres tras su aventura en Los Ángeles, se implicó en proyectos musicales nuevos como LUMP –un grupo experimental formado con Mike Lindsay de Tunng– o poner música a una obra de teatro –‘Mary Stuart’, de Robert Icke–.
Su principal objetivo era escapar de las convenciones que la llevaron a sentir que estaba escribiendo la misma canción una y otra vez, explica hoy. Curiosamente, ‘Song For Our Daughter’ es un disco en el que se reconoce y condensa la esencia de la artista que, siendo adolescente, debutaba con el exitoso ‘Alas I Cannot Swim’. Pero, a la vez y por encima de todo, refuerza su madurez como creadora –también como productora–, intérprete y escritora con una –otra: su currículo es intachable– notable colección de canciones.
Tras probar suerte con un productor diferente a Ethan Johns –el reputado guitarrista y productor Blake Mills– en ‘Semper Femina’, Marling se ha lanzado a plasmar sus propias ideas sonoras adheridas a sus canciones con la ayuda de aquel que le acompañó en su crecimiento artístico. El resultado es, de entrada, tan reconocible como sorprendente: ‘Song For Our Daughter’ arranca con una visión maximalista y de banda de su habitual sonido folk, con contundentes bases rítmicas y percusiones, arreglos puntuales de guitarra eléctrica, pedal-steel y coros femeninos que, sin alcanzar la exuberancia de un Michael Kiwanuka, se acercan un poco a ese perfil. Así enlaza números poderosos como ‘Alexandra’, el fantástico single ‘Held Down’ y una ‘Strange Girl’ que es lo más cercano a un single radiable que haya publicado Laura en años.
Pero es una impresión errónea: salvo toques puntuales, prácticamente todo el resto del álbum deriva hacia tesituras más sencillas y delicadas. También más tópicas y predecibles, sí, pero paradójicamente eso no implica que sean menos emocionantes. Más bien al contrario, si algo muestra el séptimo disco de Marling es que domina con maestría el medio tiempo y la balada sentimental. Palos en los que, pese a la imponente presencia de arreglos de cuerda del reconocido Rob Moose (Bon Iver, Alabama Shakes, largo etcétera), el factor acústico y, sobre todo, su maravillosa voz se erigen en protagonistas. Y es que, pese a redundar en esquemas reconocibles, su sutileza en el tratamiento de esos sonidos (‘Only The Strong’, con lo que podríamos llamar “crescendos contenidos”, o el giro percusivo final de ‘Hope We Meet Again’) regala verdaderas maravillas.
Es el caso de una espeluznante ‘The End of the Affair’, en la que su increíble interpretación se basta y sobra para ponerle a uno del revés –aunque los coros de la segunda mitad contribuyan lo suyo–. Una canción en la que, como ya hacía en la citada ‘Only The Strong’ (“El amor es una enfermedad / que cura el tiempo”, canta parafraseando a un personaje de la obra de Icke que musicó) o en ‘Held Down’ (en la que ella, una mujer que ha huido del compromiso en favor de su carrera, fantasea con ser abandonada), observa el amor con cierto cinismo y frialdad… a pesar de estar pasando uno de los mejores momentos de su vida sentimental con su nueva pareja (a quien dedica la final ‘For You’, con insólitos arreglos entre el doo-wop y lo celta).
Pero el principal avance de Laura en este disco es su punto de vista como escritora, narrando historias ajenas, más que las propias. Así, no es el amor romántico su inspiración primordial, sino esa sororidad y puesta en valor de las mujeres en un mundo dominado por hombres que ya venía exponiendo en su anterior álbum, en entrevistas e incluso en su antiguo podcast Reversal of the Muse. Porque la espeluznante carta dirigida a una hipotética hija futura –dirigida, obviamente, a cualquier niña y las situaciones que probable y desgraciadamente vivirá en algún momento– que da título al álbum es, además de una de las mejores letras que haya escrito jamás, solo una parte de esa llamada a la comunidad.
Porque aparte de esas mujeres del futuro también pone en valor a las del pasado: generaciones precedentes que, pese a soñar con dejar sus vidas convencionales junto a sus maridos, no lo hicieron (‘Fortune’) y, aun así, son un ejemplo de resiliencia. Además apela a las musas como entes superiores a sus creadores –en ‘Alexandra’ apela a ‘Alexandra Leaving’ de Leonard Cohen cantando “Si te amó como mujer, ¿te hizo sentir como un hombre?”–, e incluso parece aludir en ‘Strange Girl’ a esa veinteañera que dejó atrás el reconocimiento en su tierra natal para vivir en una ciudad extraña en la que nadie le tendió la mano y hubo de subsistir con trabajos precarios –aquel agrio autoretrato que esbozó en ‘Short Movie’–. ‘Song For Our Daughter’ es, pese a algún pasaje algo recurrente y algún desliz (el exceso de almíbar de ‘Blow by Blow’ parece más propio de Adele que de ella), una nueva prueba de la ya inapelable solidez de Laura Marling como una de las mejores compositoras e intérpretes británicas de su generación. Y, más importante aún, de su inagotable capacidad para conmover con mimbres tantas veces empleados.
Calificación: 7,8/10
Lo mejor: ‘The End of the Affair’, ‘Strange Girl’, ‘Held Down’, ‘Song For Our Daughter’, ‘Alexandra’, ‘Only the Strong’
Te gustará si te gustan: Michael Kiwanuka, Joni Mitchell, Villagers.
Youtube: cortometraje de ‘Song For Our Daughter’