Una de las sorpresas que nos dejaban las novedades de este viernes era el regreso de Arab Strap y no solo para una gira. Hace 15 años que el dúo formado por Malcolm Middleton y Aidan Moffat publicaba su último disco. Lo que tenemos de momento es una canción suelta llamada ‘The Turning of Our Bones’ y una entrevista en The Guardian, en la que Aidan ha hablado sobre un álbum nuevo que va a salir «a principios de 2021».
El nuevo single es un medio tiempo electrónico con un recitado muy Leonard Cohen, en el que suenan sintetizadores y percusiones tribales, pues su inspiración no es otra que un ritual de la tradición funeraria de Madagascar, la Famadihana, según el que se ha de bailar con los cadáveres de los seres queridos. «Es sobre resucitar y follar», ha dicho Moffat haciendo hincapié en el componente sexual que siempre han tenido los textos de Arab Strap, llamados así de hecho en honor a la prenda sexual. La poética letra incluye frases como «la segunda vida nos está llamando», «podemos volver a bailar en pecado» y «digamos adiós a esta tumba», y en este último caso hay que detenerse en la rima entre «grave» y «rave», pues incluye en medio un guiño a la moda latina: «We’ll say goodbye to this grave / Tonight we salsa, we rave».
El tema se presenta con un lyric video tipo popurrí en el que destaca el humor con el que han subtitulado cosas como “bongos”, “disco beats” y “solo de guitarra apocalíptico”. Eso sí, quizá no sea la mejor manera de acercarse a Arab Strap si tienes 15 años o pocos más, y desde luego no conocías a este grupo.
Tampoco lo es su mayor hit, ‘The First Big Weekend’, pues en la citada entrevista, en la que Aidan también habla de su carrera en solitario y de su condición histórica de «grupo-resaca después de la fiesta del Brit-pop», el autor recuerda que esta canción iba a ser una cara B, que enseguida se cansaron de ella y dejaron de tocarla. Una buena manera de conocer a Arab Strap o de reencontrarse con ellos es el espléndido álbum con el que se habían despedido hasta ahora. Moffat dice que no han vuelto para repetirse: «No estamos intentando recapturar los 90. El disco nuevo va de hacer nueva música con nuevas herramientas. No tiene sentido volver para sacar una mediocridad». Pero lo cierto es que el álbum que sacaron en 2005, ‘The Last Romance’, no ha perdido nada con el tiempo: al contrario, suena completamente atemporal y disfrutable a los oídos de hoy. Puede que no sea el mejor, el más querido por sus fans es el recientemente reeditado ‘Philophobia’ (1998), pero sí es el más accesible y un buen vehículo para introducirnos en su mundo.
‘The Last Romance’ comenzaba con una canción con una cadencia tan chula como ‘Stink’. La primera frase del álbum era “quema estas sábanas en las que acabamos de follar”, mientras el punteo parecía mirarse más en el post-grunge y el indie rock que en la “resaca Brit Pop”. Todo el álbum en verdad era un arsenal de singles, a destacar ‘Dream Sequence’, que hipnotizaba tanto con su riff de piano a modo de estribillo, como ‘Speed-Date’ lo hacía con su efecto de guitarra circular. Era esta una canción inmediata y polémica, pues no eludía la crítica social, poniéndose en boca de un hipócrita: «»La monogamia no es natural, con ella no podemos vivir», eso es lo que dirá / Le encanta intercambiar, tiene la mente abierta, pero no te atrevas a sugerir que es gay».
A la postre ha sido la truculenta ‘Don’t Ask Me to Dance’ la canción más recordada de aquel largo, y era la que contenía el nombre del álbum («So let’s toast the last romance / But just don’t ask me to dance»), pero también hay que reivindicar el gancho de ‘(If There’s) No Hope for Us’ y el modo en que se cerraba todo. Merced a una espectacular sección de vientos, ‘There Is No Ending’ era un cierre épico y magistral que es muy difícil escuchar menos de 3 veces consecutivas. Una canción que alerta de la llegada del apocalipsis, incluyendo «pedófilos», «terremotos» y «volcanes», pero que se alza superviviente («podrían robarte el nombre / y no me importa») porque «no todo debe morir» y «no todos los pactos de amor decaen». Habría sido un final de carrera apoteósico, ciertamente, aunque hoy estemos celebrando que no lo sea.