“Esta es mi realidad: trabajo en la única industria del mundo en la que las mujeres ganan más que los hombres. Dirijo mi propio negocio y llego a casa por la noches a tiempo de hacerle la cena a mis hijos. Eso es lo que no puede tolerar, ¿verdad? Que una mujer de clase trabajadora que salió de un instituto de mierda con 2 aprobados gane 3 veces más que usted, además haciendo algo que le gusta y que se le da genial, que no esté todo el día escaneando códigos de barras (…) ¿Sabe a qué se dedica el padre de Paul? Fabrica balas. Y le han puesto su nombre a un polideportivo”.
Jolene Dollar es una actriz porno británica cerca de esa cosa comúnmente conocida como «mediana edad». Es la mejor en lo suyo, gana un pastizal y se ha adaptado a los tiempos de las redes sociales. Sin embargo, como vemos en este discurso que aparece en uno de los 4 episodios de ‘Adult Material’, vive sometida a un examen perpetuo, justificándose 24/7 por su trabajo, por la dignidad del mismo, por cómo llegó a él, viéndose obligada a explicar por qué tiene dificultades para establecer cuál es la manera «normal» de relacionarse, o por qué no sabe comportarse, como le dice su marido, cuando «no tiene una audiencia».
‘Adult Material’ es una de esas series diferentes que a menudo estrena en Reino Unido Channel 4 (como ‘Utopia‘ o esa genialidad llamada ‘Derry Girls’) y que en España se puede ver a través de Filmin. Ahonda en el mundo del porno no para ser explícito, que para eso ya tenemos otras vías, sino para mostrarnos otra cara, como la de la actriz porno que tiene que sobrellevar el bullying que hacen a sus hijos en el colegio debido a su profesión. La de una industria sectaria y poderosa que maneja más hilos de lo que parece. La de una generación que está aprendiendo que solo hay consentimiento en una relación sexual cuando se especifica «que sí». La de una sociedad que continúa sin ver con buenos ojos ciertos oficios, a estas alturas, y cuando tal porcentaje de la población mundial tiene porno en casa. Nos llenamos la boca situando la doble moral más hipócrita en otros siglos o en otros bandos políticos y luego esbozamos una sonrisita cuando nos cruzamos en el supermercado con alguien que se dedica a esto.
Hayley Squires, que trabajó con Ken Loach en la premiada ‘Yo, Daniel Blake’, es la actriz protagonista encargada de interpretar a una mujer tan compleja como Jolene, a veces empoderada y con el coraje suficiente para confrontar a la multinacional más temida, pero a veces también conservadora en sus ideales. Carismática hasta a la hora de camuflar una clamidia que contagia a su hija a través de una pestaña postiza, sostiene la serie concienciando al público, dándole que pensar, sin dejar de divertirle y hacer reír. Antológica es esa campanada de «tuit» que publica cuando lo manda todo a tomar por culo: «EL SQUIRT ERA PIS».
Lucy Kirkwood, curtida en teatro y en algún capítulo de ‘Skins’, es la guionista única de esta serie interesante y ágil que, sin postularse como comedia desternillante ni recurrir a la lágrima fácil, ha dirigido Dawn Shadforth. A Shadforth la conoces porque está detrás de una tonelada –en serio– de videoclips que has visto. Varios de Kylie Minogue incluyendo el mismísimo ‘Can’t Get You Out of My Head’, varios de Moloko y Garbage en los 90, ‘Miss Lucifer’ de Primal Scream, otros de Goldfrapp, The Streets, Florence + the Machine, Metronomy, Hurts… Lo que se traduce en que en esta serie escucharás temazos de la última Róisín Murphy, Marianne Faithful, Princess Nokia, Baccara, y aquella versión de Sinéad O’Connor de Nirvana que habías olvidado. Ya hay playlist por supuesto, mientras que la banda sonora original de Hannah Holland podéis escucharla en Bandcamp.
Británica hasta decir basta en el humor, con el que se hace un buen uso de virales -de los buenos y de los malos-, ‘Adult Material’ es poliédrica en su mensaje nada adoctrinante, como se puede apreciar en la evolución del personaje de Amy, o en el desenlace del que interpreta caracterizado Rupert Everett. Un retrato de lo que suponen «años de abuso» en una industria que ha tenido que adaptarse a la era «bio», y de una mujer que, como tantas, tuvo que hacerse pasar por «la persona que el mundo quería que fuera» por el camino. 8.