Más misterioso que todo esto es lo rápido que se nos olvidan las cosas con el paso del tiempo. Quizá es un favor que nos hacemos a nosotros mismos. Ariel Pink es uno de los artistas más queridos por la prensa musical especializada por discazos como ‘Before Today‘ o ‘pom pom‘, pero también es conocido por no cortarse ni un pelo a la hora de realizar declaraciones provocadoras e incómodas a la prensa, todas las cuales están perfectamente documentadas en la Wikipedia anglosajona para quien quiera echarles un ojo. A nadie puede sorprender que Ariel Rosenberg -este es su verdadero apellido- vaya a contracorriente de lo que se considera el pensamiento «general», ni siquiera cuando parece hacerlo para llamar la atención de los medios y el público.
No es ninguna novedad que los artistas que crean el arte que consumes a veces no son personas con las que te irías a tomar un café. A veces incluso parecen malas personas. Hace tiempo que dejé de seguir a Lana Del Rey en Instagram porque sus declaraciones sobre feminismo me daban ganas de arrancarme los pelos. A Azealia Banks tampoco la sigo porque tengo miedo de lo que me pueda terminar diciendo y mi salud mental es lo primero. Ya no me apetece escuchar la discografía de Kanye West ni mucho menos la de Michael Jackson. Ya ni me acuerdo de quién es Russian Red. No me quiero ni imaginar qué sintieron los fans jamaicanos de Eric Clapton cuando este les echó de su concierto porque no los quería en «su país». La historia de la música pop está llena de artistas que han creado arte maravilloso pero que luego demostraron no tener nada que ver contigo.
El historial de declaraciones corrosivas de Ariel Pink va más allá de sus afirmaciones sobre la edad de Madonna, que le valieron críticas de «misoginia» por parte de Grimes, a la que luego atacó llamando «estúpida y retrasada» por no creerse su versión de los hechos. Antes de que Mexican Summer, sello que también edita a Cate le Bon o Weyes Blood, fichara a Ariel, este ya había dicho que el «racismo no es ilegal», que «ama a los pedófilos y a los necrófilos» igual que los ama Jesucristo, que la idea del matrimonio gay le «pone de mala leche» y que ama la iglesia Westboro Baptist, conocida por su discurso de odio hacia gays, musulmanes y judíos, porque esta «aboga por la libertad de expresión». Tan pronto como en 2010, Ariel afirmó: «soy reacio a ser religioso, pero tampoco me identifico del todo con la gente científica», a pesar de que su padre, Mario Rosenberg, es un reputado doctor gracias al que Ariel heredará millones cuando muera.
Si sirve de consuelo, un repaso a las declaraciones que Ariel ha hecho a lo largo de los años demuestra que el artista nunca ha tenido demasiadas luces políticamente hablando. Cuando, hace unas semanas, el artista declaró que, en su opinión, las elecciones americanas habían sido amañadas por los demócratas «con la colaboración de China», lo que provoca leer estas palabras son ganas de echarnos la culpa a nosotros por no haberlo visto venir. Rosenberg, que ha discutido la naturaleza de la covid con su propio padre, como si Miguel Bosé intentara convencer a Fernando Simón de que el coronavirus es un bulo, no se identifica con ningún partido político y apoya «a quien esté en el cargo». No hace mucho llegó a señalar que «muchas de las afirmaciones de la comunidad científica sobre el cambio climático probablemente son una patraña y están influenciadas por la política». Probablemente. No sabe, pero contesta.
El caso de Ariel Pink es interesante, pero no único en el mundo del pop. Él es un artista «independiente», muy querido por la prensa musical llamada «moderna», se entiende que asociada a cierto pensamiento progresista, por lo que sus declaraciones chocan necesariamente a sus seguidores. ¡A estas alturas! ¡Después de todo lo que ha dicho! La diferencia es que Ariel ahora sí se ha posicionado políticamente hacia la derecha. Vale la pena preguntarse, por tanto, por qué se asume que este tipo de artistas son de izquierdas. Quizá porque la mayoría de músicos de pop a los que escuchamos y que son relevantes hoy en día lo son abiertamente, de Thom Yorke a Katy Perry; quizá porque nos puede parecer impensable que una persona como Ariel, que ha hablado sobre sus problemas de identidad de género, y ha llegado a escribir una canción llamada ‘Menopause Man’ o a visibilizar a las personas trans en sus videoclips, pueda suscribirse a según qué ideas.
¿Qué hacer con Ariel Pink? Desde luego, si no le hemos cancelado antes, no lo haremos ahora. Su maravillosa música, por suerte, es mucho más elocuente que él. Por otro lado, su apoyo a Trump sirve para hacer un diagnóstico del personaje tan complicado como la persona que se esconde detrás de él. En el mejor de los casos, Ariel es una persona que no tiene miedo de decir lo que piensa, aunque se vaya a ganar las críticas de todo el mundo. En el peor, es un pirómano mediático que parece haber asumido el rol de enemigo del pueblo simplemente por aburrimiento, por tener algo que hacer, aunque con sus palabras ofenda a cientos de miles de personas porque es incapaz de reconocer su propio privilegio. Probablemente mi frase favorita de Ariel es «me encanta ser un pervertido». Para bien y para mal, le define totalmente.