‘Escena del crimen: Desaparición en el hotel Cecil’ no es lo que esperas

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‘Escena del crimen: Desaparición en el hotel Cecil’ no es lo que esperas

Hace un año, con el inicio de la pandemia, Iker Jiménez decidió ponerse serio. Empezó a hablar sobre el coronavirus sin pasarse de magufo. Sus seguidores, que esperaban que pusiera en marcha la “nave del misterio” y diera pábulo a todo tipo de teorías conspirativas, sobrenaturales o negacionistas, se sintieron decepcionados. Ni 5G, ni conjura del “estado profundo”, ni Bill Gates armado con una jeringuilla queriendo implantar chips a todo el mundo. Un simple virus tan prosaico como mortal.

Con ‘Escena del crimen: Desaparición en el hotel Cecil’ ha ocurrido algo parecido. Cuando Netflix anunció su estreno, el mundo creepypasta empezó a babear como un republicano viendo las últimas noticias del rey emérito. No es para menos: el vídeo de Elisa Lam en el ascensor del hotel Cecil, difundido por la policía de Los Angeles en 2013, es uno de los últimos iconos para los fans de las leyendas urbanas. Además, la serie iba a estar producida por un peso pesado de Hollywood, Ron Howard, y dirigida por el reputado Joe Berlinger, un especialista del true crime con éxitos como la saga ‘Paradise Lost’ o la reciente ‘Conversaciones con asesinos: Las cintas de Ted Bundy’, también de Netflix.

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Todo pintaba de maravilla. Sin embargo, tras el estreno de la serie, las babas de los fans se transformaron en reflujo biliar. Es como si el director, en vez de seguir ampliando la leyenda del célebre vídeo como todo el creepypastismo esperaba, hubiera decidido lanzar un balde de agua fría a los espectadores como el famoso reto viral de hace unos años. Berlinger ha hecho el contra true crime, un docudrama de misterio anticlimático y aleccionador.

El primer capítulo es de manual. El director presenta el suceso, construye un relato de intriga a través de la dosificación y manipulación de la información, y termina poniéndonos los pelos de punta y los dientes largos (sobre todo si no conoces el caso) con un potente cliffhanger final. No podemos esperar a mañana. Damos al play.

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El segundo episodio describe lo que le ocurrió a Elisa Lam y da voz a todo tipo de especulaciones sobre el cómo, el porqué y el dónde. El hotel Cecil acaba convertido en algo así como una versión sórdida y barriobajera del Overlook. En este punto la serie muestra su principal flaqueza: no hay suficiente material visual ni dramático para rellenar tantos minutos. Como la mayoría de estos docudramas, ‘Escena del crimen: Desaparición en el hotel Cecil’ está bastante inflada y resulta repetitiva.

El tercer capítulo podría ser uno de los peores de la historia del true crime si no fuera porque hay un cuarto. Está protagonizado casi exclusivamente por youtubers, los (auto)denominados “sleuths”, jugando a ser detectives, lanzando teorías conspirativas cada vez más rocambolescas y señalando culpables como quien echa una partida al Cluedo.

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Pero llega el último episodio. El director saca la navaja de Ockham y se pone a dar tajos a diestro y siniestro. El misterio acaba hecho pedazos. Berlinger coge los trozos, hace una bola y la lanza directamente a los protagonistas del tercer episodio. De esta manera, lo que empezó como un true crime de misterio, termina convertido en un documental de denuncia, en una advertencia sobre los peligros de dejarse seducir por las realidades alternativas construidas en internet y perder de vista el sentido de la realidad. Más que nada porque puedes acabar asaltando el Capitolio disfrazado de búfalo. 7.

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