Estos días se ha estrenado (aunque no en España) ‘Sisters with Transistors‘, el aclamado documental que narra la historia de un grupo de mujeres pioneras de la música electrónica. El documental se centra en Clara Rockmore, Bebe Barron, Suzanne Ciani, Laurie Spiegel, Daphne Oram, Pauline Oliveros, Delia Derbyshire y Eliane Radigue, figuras que, en una ventana de tiempo que va de los años 20 a los años 70, también estuvieron pulsando teclas y conectando cables (o, en el caso de Rockmore, tocando el teremín) en busca de una música nueva, pero que siguen sin ser tan conocidas para el gran público a pesar de que su trabajo es profundamente interesante e innovador.
Quien al parecer no sale en el documental, lógicamente, es Ursula Bogner, una pionera de la música electrónica que parece ser un personaje inventado por el productor y teórico alemán Jan Jelinek aunque esta sospecha nunca ha sido confirmada. Es fácil creer que esta persona existió porque la música que puebla sus dos trabajos editados, creada con equipos vintage, posee un componente rudimentario, muy propio de la música producida por los artistas que formaban parte de la BBC Radiophonic Workshop, en el que trabajaron algunas de las compositores mencionadas; y también por las fotos promocionales utilizadas, en las que aparece una señora durante los años 50 o 60, y por una biografía detallada que narra su supuesta historia y que parece real, aunque en partes.
La biografía de Ursula Bogner explica que esta nació en Dortmund, Alemania en 1946 pero que a los 19 años se mudó a Berlín a estudiar farmacéutica. A lo largo de su vida, Bogner se casó y tuvo hijos y, al mismo tiempo la alemana, que eran fan de la música concreta y solía asistir a talleres organizados por la Studio für elektronische Musik de Colonia, desarrolló una serie de intereses artísticos entre los cuales se incluía la pintura o la música electrónica. Durante 20 años, Bogner produjo un grueso de interesantes y juguetonas composiciones que jamás publicó y que permaneció en un cajón durante tres décadas hasta que el compositor Jan Jelinek lo descubrió gracias a que, casualmente, conoció al hijo de Bogner durante un viaje en avión. Jelinek editó los discos ‘Recordings 1968-1988’ (2008) y ‘Sonne = Blackbox’ (2011) a través de su sello Faitiche, cuyo nombre parece proceder de un híbrido en inglés y alemán de la palabra «factish», que viene a decir que la historia de Ursula Bogner estaría basada «en hechos»… pero no del todo.
Según lo que se conoce de la supuesta vida de Bogner, probablemente familia y allegados de la artista sí conocían su obra grabada, pero no así el público y, en la nota de prensa oficial, Jelinek atribuye este secretismo a que la farmacéutica y productora, que según su biografía murió en 1994 a la edad de 46 años, desarrolló otros intereses a lo largo de su vida que no tenían necesariamente nada que ver con la música. Aparte de crear linograbados como el que ilustra la portada de su primer recopilatorio, Bogner almacenaba «montañas de libros de literatura new age» en su casa, era seguidora de «todo lo esotérico» y estaba especialmente fascinada por el trabajo del inventor Wilhelm Reich, el teórico de la energía de orgón (una supuesta energía esotérica presente en la atmósfera) cuya historia narró Kate Bush en el videoclip de ‘Cloudbusting‘. Reich construyó un aparato de madera y metal con el que «acumular» esta energía y usarla con fines terapéuticos e, inspirada en su idea, Bogner construyó otro que guardó en el patio de su casa.
Que en 13 años no se haya confirmado si la historia de Bogner es real o no puede significar dos cosas, o bien que de hecho la historia es real, que no ha habido manera de desmentirla porque no hay nada que desmentir; o bien que el compromiso de Jelinek con su personaje es total y absoluto. Hay pistas que indican que la música ha sido creada por Jelinek y que Bogner es un pseudónimo, por ejemplo, su óptima calidad de sonido, que no hubiera sido posible con los equipos de los años 70, o que algunas de sus composiciones guardan matices muy parecidos a la obra de Jelinek. En la edición física de ‘Sonne = Blackbox’ se incluyó un libro con ensayos en los que Jelinek y otros artistas exploraban ideas de identidad o género y es posible que Ursula Bogner fuera la excusa que se inventó el productor para investigar hasta qué punto una historia como la de este personaje nos puede llevar a consumir cierta música. La música está muy bien, por cierto, pero sabiendo que puede ser un timo, es más o menos disfrutable dependiendo de a quién preguntes.