Si algo bueno ha sacado la gente de la pandemia es tiempo para explorar hobbies olvidados o crear. ‘Happier than Ever’, el segundo disco de Billie Eilish, no tendría que haber llegado a nuestras manos tan pronto: Billie se enfrentaba a una macrogira mundial a principios de 2020 cuando el mundo se paró. Confinados a la fuerza, como todo el mundo, ella y su hermano FINNEAS se pusieron a escribir sin parar y de ese brote de inspiración nacieron las canciones de este trabajo, que nos presenta a una nueva Billie ya en julio de 2020, cuando es lanzada ‘my future‘, exactamente un año antes.
El neo-soul de ‘my future’ contrasta con los sonidos macabros del debut de Billie, un trabajo oscuro y tétrico sobre las pesadillas y las parálisis del sueño -entre otras cosas- cuyo sonido quizá no daba para más en una segunda entrega. En ‘Happier than Ever’, Billie expone un mundo igual de turbio que el del anterior pero desde una estética más amable y soft, más engañosa y espeluznante, inspirada en el glamour del Hollywood clásico. En la portada anuncia que es más «feliz que nunca» pero aparece llorando y las imágenes promocionales la muestran como una especie de ídolo adolescente de los años 50 con la mirada muerta. En ‘Happier than Ever’ se dan este tipo de contrastes varias veces a lo largo de la secuencia, empezando por el tema titular.
‘Happier than Ever’ empieza como una balada cuqui al ukulele, pero en realidad nos habla de una relación tóxica desde el punto de vista de una chica dolida que sentencia: «no me identifico contigo, yo nunca me trataría a mí misma de una manera tan asquerosa». El tema, como ya sabe todo el mundo, evoluciona hacia una segunda mitad rockera, pero si esta sorprende no es por su mera existencia -aunque también- sino por el nivel de distorsión que Billie y FINNEAS se muestran dispuestos a alcanzar en ella. Les da absolutamente igual asustar al personal porque de lo cuqui pasamos a un noise-rock que ríete tú Low o similares. No tantas veces se escuchan canciones de este tipo en el segundo disco de una persona tan joven como Billie, que tiene 19 años, pero la artista ya ha demostrado que la madurez le viene de serie.
Esta misma madurez sostiene unas canciones que cautivan por lo introspectivo de sus letras tanto como por lo arriesgado de sus producciones. En ‘Happier than Ever’, Billie canta sobre «hacerse mayor» bajo los focos desde varios puntos de vista, por ejemplo, desde la gratitud en la hipnótica pista de apertura, ‘Getting Older’, que juega con el contraste entre la densidad de su base tipo «wobble» con el hilillo de voz de Billie, tan cercano como un secreto, y en la que nos deja una de las frases del año («las cosas que antes disfrutaba ahora solo me mantienen empleada»); pero también desde el hastío en ‘OverHeated’, una producción de R&B alternativo que suena en realidad como un intento por replicar la magia del ‘Futuresexx/LoveSounds’ de Justin Timberlake sin demasiado éxito.
Un detalle que impide a ‘Happier than Ever’ ser esa gran obra que podría haber sido es su secuencia. El álbum arranca con un verdadero trío de ases como son la mencionada ‘Getting Older’, la macarra ‘I Didn’t Change My Number’, cuya contundente producción hip-hop suena como la Amy Winehouse de ‘Frank’ producida por Björk, y la anhelante ‘Billie Bossa Nova‘, todo un ejercicio de melancolía y sensualidad inédito en la discografía de Billie. Sin embargo, la inclusión en ‘Happier than Ever’ de singles previos como ‘my future’ o, sobre todo, ‘Therefore I Am‘, que suena demasiado a la «antigua Billie», lastran un trabajo cuya secuencia podría haber sido más estilizada y cohesiva. ‘Oxytocin’ es un trallazo pero su espíritu tecno suena un poco forzado (el tema ha sido escrito específicamente para el directo); la balada ‘Everybody Dies’ no es la más conseguida pese a hablar sobre lo reconfortante de la muerte y el interludio de ‘Not My Responsibility’ funciona mejor en el contexto de una gira que en la de este disco: es puro relleno.
En el resto del álbum, Billie intenta unificar unas canciones bastante distintas entre sí. A veces lo consigue y otras no. Nadie diría que el funk minimalista de ‘Lost Cause‘, todo un «grower» que se crece escuchado bajo el calor del sol, con esa voz mezclada lo más cerca posible de tus oídos; y la estampida dark-pop de ‘NDA‘ pertenecen al mismo disco, pero lo hacen, y aunque son dos canciones excelentes, parecen de su madre y de su padre. Más integrada suenan las baladas o medios tiempos: ‘GOLDWING’ empieza recitando con voces angelicales un texto religioso hindú para después irse por donde le da la gana; la preciosa ‘Halley’s Comet’ presenta un sonido de soul romántico pero perturbado que Billie haría bien en explorar en el futuro; y la folki ‘Your Power‘ es la balada más madura que ha escrito.
Acompañada por poco más que una guitarra acústica, ‘Your Power’ nos vuelve a hablar de una relación tóxica. Billie cuenta su experiencia con un chico que «ha abusado de su poder», pero el texto no es autobiográfico y busca que su mensaje sea universal. Gracias a su serena y conmovedora melodía, ‘Your Power’ cala hondo, y Billie cierra el álbum con un corte similar llamado ‘Male Fantasy’ en el que cuestiona el rol de la pornografía en la sexualidad masculina desde el humor, apelando a la terapia. Entre los temas tratados en ‘Happier than Ever’ y sus aventuradas producciones queda claro que el segundo disco de Billie Eilish está hecho para callar bocas, pero sigue sin ser del todo redondo debido a que su secuencia es larga de más. En ese sentido, el debut estaba mejor realizado. Eso sí, como Billie, pocas artistas existen a día de hoy. Es indecible lo que puede ser capaz de hacer en el «futuro» y este disco lo demuestra.