La moda de llamar «documentales» a lo que antes eran VHS y DVD’s en directo tiene cada vez más sentido. ‘Homecoming’ de Beyoncé, uno de los más populares de los últimos tiempos tras subirse a Netflix, era un festival de edición y montaje que recogía no una sino dos actuaciones en Coachella, con diferente vestuario, sin ningún miedo a los errores de raccord. El premiado documento los convertía más bien en un recurso. Ahora Beyoncé y su corte de cientos viste de amarillo; en el siguiente plano viste de rosa, luciendo como toda una celebración de la música pop tuneada en «postpo».
De la misma manera, lo que vemos en el documental sobre el ‘Madame X Tour’ de Madonna no es en absoluto la experiencia íntima y sin móviles que tuvimos la suerte de ver, por los pelos, antes de la pandemia, en un teatro de Lisboa. Es un documental ultra editado en el que se ocultan las graves lesiones que sufría en rodilla y cadera en la época y se incluyen imágenes de diversos conciertos, de la realización del disco, de los videoclips y hasta de otras giras. La Madonna que destrozó el encanto del ‘Rebel Heart Tour’ con una edición epiléptica no se ha ido a ningún sitio y algunos momentos de esta gira, como ‘God Control’ -además, el primer tema- constituyen una experiencia abrumadora, no para bien. Todo el concierto se basa en una cita de James Baldwin que dice que «los artistas están aquí para perturbar la paz» y lo único positivo que se puede decir de este atolondrado montaje es que lo consigue con creces.
‘Madame X’, definitivamente un álbum que ha sido bastante bien entendido por la crítica pero nunca por el público, ha resultado dramáticamente premonitorio. A su salida lo vinculábamos con el auge de la ultraderecha. Hablábamos de la llegada de VOX a las instituciones porque nos hablaba de Donald Trump de manera explícita (‘Batuka’), de feminismo (‘Crazy’), del auge de la homofobia (‘Killers Who Are Partying’, ¿a nadie le dice nada este título?), nos advertía del cambio climático (‘Future’), de la serofobia (‘Dark Ballet’), del racismo y el uso de armas (‘God Control’)… Cuestiones que lejos de resolverse, están por desgracia más de actualidad que nunca en una sociedad totalmente crispada.
Este documental sí refleja todo eso entre multitud de referencias políticas, imágenes de manifestaciones LGTB+, referencias al Black Lives Matter, al 11-S y al feminismo. Uno de los momentos más emocionantes se produce cuando Madonna convierte la represión tipo «Juana de Arco» de ‘Dark Ballet’ en un canto a la libertad en ‘Human Nature’ («no soy tu puta, así que no me tires tu mierda», decía esta canción en 1994) y un a capella de ‘Express Yourself’ entonado sólo por mujeres, incluidas algunas de sus hijas. Ahí es donde está claro que todo el espectáculo tiene un porqué, con la incorporación de ‘American Life’, las batukadeiras de Cabo Verde de ‘Batuka’ o el cierre, emocionantísimo, con ‘I Rise’, con todo el público con el puño en alto. Ya tiene delito que sea Iván Espinosa de los Monteros quien venga a reivindicar
a Madonna cuando más desprestigiada parece por la opinión pública, porque es difícil pensar en un show más rojo e implicado, al menos en el mainstream internacional.Madonna, que ha confesado en el show de Jimmy Fallon que nunca ha ido a terapia, es decir, lleva 63 años lidiando ella sola con ser Madonna, habla también en este show de lo sola que se sintió viviendo en Lisboa, todo ello a pesar de que su pareja Ahlamalik Williams es un bailarín de esta gira al que entrega los mejores planos. Quizá empezaron a salir después: «soledad» es una palabra muy recurrente en las letras de ‘Madame X’ y, en sintonía, la parte portuguesa es la mejor del show, destacando especialmente el set de ‘Crazy’, ‘Extreme Occident’ y ese divertido fado que aúna dos canciones que siempre estuvieron vinculadas: ‘La Isla Bonita‘ y ‘Medellín‘. A continuación, el número de esta gira que sin duda pasará a la historia: un ‘Frozen’ en el que Lourdes León, la hija mayor de Madonna, convierte a su propia madre en una sombra, entre espectaculares efectos visuales que han logrado captarse en un 85%. Se copiará en el futuro.
Se preserva la elegancia de ‘Vogue’ y ‘I Don’t Search I Find’, mientras ‘Future’ sí se crece en este montaje respecto a lo visto en vivo, con unos primeros planos de Madonna mirando a cámara con los que ahora parece querer decir que ella ya nos advirtió en 2019 que el fin del mundo estaba cerca. Aunque lo que sí se ha preservado en esta ocasión, en gran medida, ha sido el sonido directo del concierto. A diferencia de las inescuchables últimas giras, ultraeditadas en post-producción, el directo de ‘Madame X’ sí puede ser un buen recurrente. Madonna ha aprendido que es más revitalizante que la escuchemos gritar como una loca en el rap de ‘American Life’ que regrabar aquello que no le gustaba, y son varios los momentos de esta gira sobre los que volveremos para escucharla cantar, como ‘Fado Pechincha’, «Killers», ‘Extreme Occident’ o ‘Crazy’. ¿De verdad ‘Crazy’ no fue un hit ni siquiera entre sus fans? Nos hemos acostumbrado ya a que todo el mundo odie todo lo que hace la que ha sido la Reina del Pop durante 25 o 40 años, depende de a quién preguntes. Pero ella, adicta a la polémica de manera muy severa, a menudo lo busca: Madonna se jacta en este concierto de ponerse grillz en los dientes solo para tocar las narices de la gente. «Haré lo contrario de lo que la gente espere que haga», volvía a presumir hace unos días en Instagram. Con este show ha vuelto a demostrarlo.