Primavera Sound ha vuelto con cartelón… pero generando dudas sobre la organización. Cada persona lo habrá vivido a su manera, pero el público parece estar de acuerdo con que el aforo excedía el adecuado. Al menos en la jornada inaugural del jueves. Colas interminables para pedir bebida en la barra o incluso para beber agua de las fuentes, barras faltas de personal, aglomeraciones críticas frente a los escenarios principales y no tan principales, hasta el punto que Dinosaur Jr. y Yo La Tengo parecían cabezas de cartel… Cuando gente como Javier Giner asegura que el festival da la sensación de no ser un «lugar seguro» y que parece dirigirse hacia algún tipo de «desastre» insospechado, es que algo falla. Y cuando un festival deja de ser seguro, pierde toda su razón de ser.
Ante el alud de críticas a su organización, Primavera Sound ha contestado que se encuentra trabajando en implementar mejoras para la jornada de hoy viernes. «Somos conscientes de los problemas en las barras durante el día de ayer y os pedimos disculpas por ellos», ha comunicado en redes. «No es la manera como queríamos reencontrarnos tras dos años sin vernos. Estamos trabajando sin descanso para solucionarlos y que podamos disfrutar todos de las próximas jornadas como merecemos».
A espera de que esas mejoras se materialicen, cabe mencionar un par de cosas positivas. En primer lugar, el servicio de buses lanzadera fue excelente, al menos en mi experiencia. Pasaron con frecuencia y no se llenaron hasta reventar, al contrario que el último año. Por otro lado, la música volvió a dar momentos muy felices a los asistentes.
El gentío y la desorganización en la cola para acceder al Auditori a las cinco y media para ver a Kim Gordon no presagiaba nada bueno. Afortunadamente, una vez dentro, la experiencia fue avasalladora. Kim iba vestida para matar: minifalda, camisa blanca y corbata, y desbordaba carisma, sex appeal y voz. Acompañada de una banda joven y potente, y de unas proyecciones de Nueva York, Kim dejó el rock experimental de Body/Head y nos recordó por qué era ella el elemento furioso de Sonic Youth. Hubiera merecido un escenario grande de noche. Mireia Pería
A eso de las 18.45 de la tarde, en la zona conocida como Mordor por su situación lejana en el espacio y probablemente también en el tiempo, a unos cuantos años luz de la zona central del Parc del Fòrum, Oklou confirmó su estatus de estrella de culto. Disfrazada de exploradora, con gorra de senderismo y mochila, la francesa presentó ‘Galore’ junto a su guitarrista (vestido con la camiseta del Barça) para un público ensimismado con sus melodías sintetizadas tipo música de cristal y su precioso hilillo de voz autotuneado. El pop nocturno de Oklou funciona mejor en un ambiente tranquilo o cerrado (probad escuchar ‘i didn’t give up on you’ solos en el bosque) y el sonido se distorsionó en algún momento (sin que fuera intencionado). Sin embargo, la artista nos regaló un interesante tema inédito llamado ‘What’s Good’, y sorprendió tocando otro que samplea ‘Going Under’ de Evanescence. Jordi Bardají
Beber algo incluso a primera hora de la tarde se antojaba imposible. Las colas no es que fueran kilométricas (que también), sino que no avanzaban. Después de quince minutos atorada en una, decidí abandonarla para llegar con tiempo al antiguo Ray Ban (ahora Cupra) y a Dinosaur Jr. Un acierto. El escenario estaba tan masificado que entrar con el concierto empezado hubiera sido dificilísimo. La actuación fue correcta: pocas canciones de sus dos últimos discos (si el oído no me falló), y bastantes clásicos. Musicalmente, sonaron como un tiro, enérgicos y con Lou Barlow agitándose cual teleñeco, mientras Mascis se mantenía impasible. La pena fue que a él solo se le escuchara la voz bien en un par de temas. Pero claro, cuando llega la ristra de hits: ‘Feel the Pain’, ‘Just Like Heaven’ y ‘Freak Scene’, todos los males pasan. Mireia Pería
Llegado el atardecer era momento de que Kacey Musgraves meciera a su público con su sereno country-pop. Canciones como ‘good wife’ o ‘Butterflies’ sosegaron el ambiente, aunque Kacey lo decidía sacudir de otras maneras. Entre los momentos más divertidos, la de Texas decidió perturbar completamente la paz que transmite ‘Golden Hour’ para hacer una inesperada referencia a la lluvia dorada (cantó «golden shower» en lugar de «golden hour» al final de la canción, tras lo cual nos llamó «panda de freaks»). Por otro lado, el concierto incluyó un espacio para el karaoke (o «kaceyoke») con la versión de ‘Dreams’ de Fleetwood Mac, mientras la pantalla proyectaba la letra de la canción. En momentos menos divertidos, Kacey criticó la inseguridad que vive actualmente Estados Unidos (ayer murieron 5 personas en un tiroteo en un hospital de Tulsa) e incluso afirmó que «se siente bien estar fuera de América por un rato». A Kacey se la percibió algo apagada sobre el escenario, y esta puede ser una razón. Jordi Bardají
Quien no estuvo nada apagada encima de las tablas fue Charli XCX. Asombroso el show que presentó la inglesa en apoyo de ‘CRASH‘, su último álbum. Charli no es la mejor bailarina, pero suple sus carencias en este aspecto gracias al torrente de energía, actitud y seguridad que transmite encima del escenario. Y con una voz en directo envidiable. Para nada se notaba que había tenido problemas de salud los días previos que le obligaron a cancelar un par de conciertos.
El concierto de Charli fue digno de una artista que es cabeza de cartel en un festival. Y no, en el Primavera Sound su nombre no aparece en tamaño grande. Debería. Ella no solo se dejó la piel en el escenario, decorado con un atrezzo tipo Antigua Grecia, sencillo y elegante, sino que el sonido fue inmejorable. Y las canciones ganaron en directo. ‘Move Me’, ‘Baby’, ‘Yuck’ y, especialmente, ‘New Shapes’, cobraron nueva vida. Escuchadas a ese nivel de volumen sonaban colosales. ‘Beg for You’, favorita del público, contó con la presencia de Rina Sawwayama, que tocaba más tarde en otro escenario. ‘Vroom Vroom’ podía haber partido la tierra en dos. La única pega, el remix funky de ‘Boom Clap’ no superó la versión original. El show terminó por todo lo alto con ‘Good Ones’ cuando ya ni te acordabas de su existencia: tanto hit acumula Charli ya en su repertorio, que algunos ni los echas en falta. Jordi Bardají
Llegué a Tame Impala (Escenario Estrella Damm) en el mejor momento, ya bastante avanzado el concierto: cuando atacaron ese hitazo inmortal llamado ‘Let it Happen’. Bailes, saltos y alegría. Desde lejos, aquello era una bonita fiesta campestre, con proyecciones psicodélicas que le daban al entrañable Kevin Parker el empaque escénico que a él le falta. Le siguió una preciosísma ‘Feels Like We Only Go Backwards’. Pero la gran sorpresa de la noche fue cuando interpretaron ‘Last Nite’ de los Strokes. De lejos, el tema más celebrado del festival. Y no es sólo que la versión fuera buena: es que Kevin la clavó. Sospecho que incluso la interpretó bastante mejor que los propios Strokes.
El motivo de acercarme a Tame Impala fue por pura ansia viva de no perderme a Pavement en el Pull and Bear. Extrañamente, se estaba de lujo en Mordor. Y el sonido de la banda fue exquisito. Acompañados de una teclista, sonaron casi perfectos, en un concierto de hits. Quizás para mi gusto demasiado centrados en los momentos menos animados. Pero era una delicia ver a Bob Nastanovich ejerciendo de una suerte de Bez y animando al personal. Y ahora que ‘Slanted and Enchanted’ ha cumplido 30 años, fue maravilloso poder cantar ‘Trigger Cut’ o ‘Two States’ a pleno pulmón. O súper clásicos del indie como ‘Cut Your Hair’. Pero para canciones celebradas, por lo menos para mí, ‘Stereo’ y ‘Shaddy Lane’. Un ejercicio de nostalgia, sí. Pero nostalgia bonita y vivificante. Mireia Pería
Si te apetecía huir de la marabunta de gente presente en el concierto de Tame Impala una buena alternativa era acudir al concierto de Cigarettes After Sex. Si lo veías tendido en el césped, la experiencia mejoraba aún más. Su suave noir pop sirvió para coger aire después de la tralla ofrecida por los cabezas de cartel, para bien y para mal. Para bien porque canciones como ‘Touch’ o ‘Nothing’s Gonna Hurt You Baby’ son preciosas, para mal porque el repertorio se hacía un poco bola y bordeaba la música de fondo por momentos. Jordi Bardají
La sorpresa de la noche la dio Let’s Eat Grandma. Todos los años que envejecí en mi camino a Mordor los recuperé con su fantástico concierto. Rosa Walton y Jenny Hollingworth, que no son hermanas pero lo parecen, parecían dos niñas jugando en el salón de su casa. Jugaban a las palmas, se hacían las muertas o correteaban de un teclado a otro como si les fuera a pillar la pista pregrabada. En una de las canciones se pusieron a bailar ‘La Macarena’ y, después, una de ellas procedió a tocar un saxofón. En otra se sentaron un rato en el escenario, después una de ellas saltó a surfear al público y, cuando volvió al escenario, se puso a tocar una flauta. Nada es predecible en un concierto de Let’s Eat Grandma. Tampoco su música. En sus momentos más accesibles y pop, como ‘Falling into Me’, suenan a CocoRosie producidas por CHVRCHES. En los más sombríos, como ‘Deep Six Textbook’, recuerdan a los The Cure más desolados. En todo caso ellas impregnan su música con un aura infantil maravillosa, y en su directo sucede lo mismo. Jordi Bardají