«¡Al Azkena se va, y punto!». Ese es el grito de guerra de los asiduos al Azkena Rock Festival, el festival de rock por antonomasia. Un sentimiento, un lugar de encuentro, más que un festival, que este año celebra su 20 aniversario. Y tras el parón de la pandemia, había ganas locas de volver.
La fiesta ya empieza en la estación de Sants. Montones de rockeros de mediana edad que se dirigen al mismo destino: Vitòria-Gasteiz. Ya dentro del tren empiezan los encuentros con amigos y conocidos. Este es gran parte del encanto del festival.
El calor en Vitoria, pero, es inhumano. Los que veníamos a recibir el fresquito del norte, nos encontramos con una buena bofetada térmica. Dentro del recinto, muchas camisetas del Psycho y del desaparecido (snif) Rocksound. Entrar al ARF es como entrar a una versión extendida de ambos garitos. La media de edad de los asistentes es elevada (y yo no ayudo a bajarla, precisamente), hay bastantes familias con niños.
El recinto es fantástico. Una zona de aparcamiento arbolada, escenarios cómodos y cercanos. No hay que ir con tiempo para ver un bolo. Simplemente, basta con dar unos pasos. Hay un detalle precioso, que es dedicar las lonas de los escenarios a artistas que han tocado en el ARF muertos en el último año: Mark Lanegan, Rachel Nagy de Detroit Cobras, Dusty Hill de ZZ Top y Hank von Hell de Turbonegro.
El calor a las 19h es insoportable, y nos parapetamos en la sombra para seguir el bolo de Morgan Wade, que también parece afectada por la temperatura. Su «americana» se muestra bastante aplatanada (no así su voz), pero resucita al personal tocando un ‘Suspicious Mind’, sincopado.
Para Hiss Golden Messenger el calor empieza a dar tregua. Además, hay rica y abundante agua disponible, que apetece más que la cerveza con la que está cayendo. El suyo es un rock americano clasicote y elegante, en la línea de The Band, tocado con precisión y muy buen sonido. Su pianista es un crack y le da al bolo un fantástico ambiente tabernario. Pero cuando le da al Hammond, otorga un empaque y una magia maravillosos. Las jams instrumentales son estupendas, y dejan en el ambiente la sensación de haber visto el mejor concierto de la jornada.
En Morgan brilla el carisma tranquilo de Nina de Juan, tras los teclados, en un lateral. No quiere ser el centro, pero lo es gracias a su fantástica voz. Es gracioso verla virvirlo tanto (mueve los brazos, se agita, se toca el corazón) pero sin moverse de su sitio. Es conmovedor escucharle esos «eskerrik asko» tan sentidos que suelta tras cada tema, esa risa franca e infantil con que los acompaña. Brillan las baladas. ‘Home’, pero sobre todo ‘Sargento de Hierro’. Nina abandona al final el piano y se pone a cantar en el centro del escenario. Incluso ella misma bromea con que no es fácil verla moverse por el escenario: “no es mi mejor faceta”. Pero es que es una ocasión especial. Como cierre, una versión acústica de ‘Marry You’ con la que Nina se desata del todo.
Lo de Offspring es una verbena. Mi móvil bulle de WhatsApps de amigos y conocidos criticando lo malos que son. Offspring despliegan su arsenal de punk noventero con el piñón fijo. Están justos de volumen y de potencia, Dexter Holland está aún más justo de voz. Pero miro a mi alrededor y no veo mucha queja. Es el grupo que más público ha congregado, el más esperado. Todo el mundo bota, baila y se desgañita. El setlist sigue a rajatabla el de conciertos anteriores. Todo el rato parece que canten la misma canción. Por supuesto, me las conozco todas. Hay un concurso de decir «fuck yoouus» y otras muchas chorradas, antes de atacar ‘Pretty Fly (for a White Guy)’ y la recta final con todos sus hits noventeros. Y tremenda botadera se arma con ‘Self Steem’, claro. La alegría de la gente es contagiosa. Acaba el concierto, truena el ‘Sweet Caroline’ de Neil Diamond y la gente rompe a cantarla, como diciéndose «¡Feliz fin de la pandemia!». Y aunque sobre el papel (y en el escenario), los Fu Manchu se comen con patatas a Offspring con su contundente stoner rock, la gente prefiere verles desde los márgenes, comentando, bebiendo, extenuados y contentos.