La jornada del viernes en el Sónar arranca con el tecnazo de LSDXOXO, que convierte el SónarHall en una rave cuando aún no son ni las 5 de la tarde. Mayoría de público queer en las primeras filas de este show de música de club deconstruida, por el que asoma un remix de ‘Milkshake’ de Kelis. Poco después, la sudafricana Kamo Mphela alegra el ambiente con un concierto centrado en el baile y en los ritmos del amapiano que resulta un descubrimiento para quien busque bailar ritmos diferentes y atípicos.
El show de ‘Liquidación total’ de Samantha Hudson es todo lo que esperas y más. La artista sale al escenario con un look situado a medio camino entre la Madonna del ‘Blond Ambition Tour’ y el cardado electrocutado de Bonnie Tyler. Samantha proclama que es el «puto anticristo» y se sube a la barra de striptease para reproducir la forma de un crucifijo mientras canta ‘Dulce y bautizada’. El show es un delirio de coreografías entre el voguing, la ruta del bakalao y el desnuque de «Lola Indigo», todo hecho con cara de susto, y el rap de ‘Por España’ es gloria bendita coreado por el público. Son varios los momentos del concierto con los que te partes de risa -incluida una pullita a Arca- y salgo del SónarHall convencido de que la irreverencia de Samantha Hudson no puede ser más necesaria.
Tener expectativas no debería ser un aliciente que fomentar. Niño de Elche había dejado en pasadas ediciones el listón muy alto. Sus propuestas en directo no caben en dispositivos digitales, o las ves en persona o no hay nada que hacer. Para la ocasión la excusa era un homenaje a su tierra, Valencia, y al arraigo de la músika fiestera. Paco Contreras actuó junto a Ylia y 40 músicos de la banda “La Valenciana”. A pesar de un retraso de 20 minutos, el arranque no pudo ser más excitante: los músicos que parecían sacados de una película de Berlanga salieron del extremo opuesto al escenario, y para sorpresa, cruzaron todo el aforo tocando. La excitación era total y ahí se quedó todo. Una vez instalados en el escenario apenas tocaron. Niño actuó bajo bases electrónicas difusas, llegamos a identificar ‘Machine Gun’ de Portishead y, tras innumerables cortes que, en principio parecían hechos a propósito para pasar a ser un martirio sin venir a cuento, nos advertía hablando más que Lady Gaga sobre el estado de diversión al que llegaríamos los allí presentes. Nada más lejos de realidad. Y eso que ‘Paquito Chocolatero’ tuvo su momento entre el público. Al final el globo se desinfló, la fiesta no fue tanta y gran parte de los asistentes abandonaron. Sr. John
Debo reconocer que no las tenía todas conmigo de que C. Tangana fuera a presentar en el Sónar el show de ‘El Madrileño‘ tal cual se está viendo estos días a lo largo y ancho de la geografía española. No me terminaba de encajar un espectáculo tan cañí en un festival de música avanzada. Pero sí, lo que se vio el viernes en Sónar fue exactamente lo que presenciamos hace semanas en Madrid: el espectáculo-película de El Madrileño se desarrolló en todo su esplendor. Con matices.
El show de ‘El Madrileño’ arrancó 20 minutos tarde. Y el inicio decepcionó: después de los redobles de Joselito no tenía ningunas ganas de escuchar ‘Still Rapping’ y menos como canción inaugural del concierto. Después, ‘Comerte entera’ no dio el pego. C. Tangana salió tarde y cuando el show arrancó pareció que lo hizo en el tramo medio del concierto, no en el inicio. La aparición de Nathy Peluso para ‘Ateo’ fue tan temprana que casi no dio tiempo a emocionarse. Eso sí, el público la cantó como si se le fuese la vida en ello. Ensordecedor es poco. Otra crítica: Pucho cortó ‘Nunca estoy’ en la mejor parte, el final.
No sé si a C. Tangana le pilló el toro y decidió cortar canciones in situ. Lo pareció, pero también salvó los muebles enseguida. El concierto-película está tan logrado que ni siquiera vale la pena mirar al escenario. Es mejor mirar la pantalla. La cinematografia es espectacular. Encima del escenario sucede básicamente una obra de teatro ambientada en una taberna española. La Húngara, Niño de Elche, Antonio Carmona… todos ellos se sientan en la mesa de El Madrileño, todos ellos viven su momento de gloria. Ante el fervor del público, a Pucho se le dibuja una sonrisa en la cara que le debe doler y todo. Se bebe una copa, baila encima de la mesa, dialoga con el barista… El Madrileño es maravillosamente feliz, y esa energía se contagia.
Entre recuperaciones traperas tipo ‘Llorando en la limo’ y la dedicación a ‘El Madrileño’, el setlist de C. Tangana me resulta extrañamente caótico. Sin embargo, llega un punto en que los momentos álgidos se suceden uno detrás del otro: ‘Demasiadas mujeres’, ‘Ingobernable’, ‘Los tontos’, ‘Tú me dejaste de querer’… Y cuando ya estás deseando que C. Tangana chape el concierto porque te estás derritiendo de calor y necesitas respirar, se saca de la manga ‘Un veneno’, invita a su cantaor a dejarse los pulmones, y termina cogido a hombros por sus músicos. Realmente, el show de ‘El Madrileño’ se parece a presenciar el rodaje de una película en directo, y te hace preguntarte si C. Tangana será capaz de superarlo. El concierto de El Madrileño compensó la tardanza, compensó el calor… lo compensó todo.
El calor es realmente insoportable en el Sónar durante el concierto de C. Tangana. Terminas con la ropa empapada de sudor. Es un alivio que termine aunque sea para meterse a continuación en el horno de Nathy Peluso. Ni cabe decir que Peluso es un terremoto encima del escenario. Casi no pasa un segundo sin que haga un paso de baile, y en un punto del concierto hasta se pone a saltar la comba. Subida en una tarima o situada a pie de escenario, donde baila junto a sus músicos, Nathy presenta un show de banda bastante clásico, en el que ella se lleva todas las miradas gracias a su poderío. Canta ‘Ateo’ sola, pone a todo el mundo a vibrar con ‘Puro veneno’, y simplemente es imposible dejar de mirarla.
La medianoche queda inaugurada con el espectacular show de Moderat. Puede que su nuevo disco ‘MORE D4TA’ no haya cumplido expectativas, pero escuchado en directo la cosa cambia. El grupo compuesto por Sascha Ring de Apparat, y por Gernot Bronsert y Sebastian Szary de Modeselektor, vuelca sobre el escenario todo un océano de ritmos y atmósferas electrónicas que te hacen sentir en el fin del mundo, en el mejor de los sentidos. El sonido es imponente, parece que va a derribar el recinto en cualquier momento, y cuando Apparat canta canciones como ‘DOOM HYPE’ o ‘FAST LAND’ con todo el poder que le sale del pecho te parece estar viendo la mejor reencarnación posible de Depeche Mode.