Música

‘MOTOMAMI Tour’: bienvenidos a los nuevos años 20

Rosalía afronta la gira de ‘MOTOMAMI’ como una estrella internacional de primer orden. Son 46 conciertos repartidos entre España, Latinoamérica, Estados Unidos y Canadá y finalmente el resto de Europa, culminando en París el próximo 18 de diciembre. Recintos de entre 5.000 y 15.000 espectadores aguardan el espectáculo de la que es una de las 200 cantantes más escuchadas de todo el mundo.

Ya solo por el precio, el ‘MOTOMAMI Tour’ genera las expectativas de una gira de Lady Gaga, su querida Beyoncé o The Weeknd, con quien la artista ha colaborado más de una vez, como se encarga de recordar esta gira que incluye una versión reducida de su remezcla de ‘Blinding Lights’, aparte de la versión en solitario de Rosalía de ‘La Fama’, a la postre más adulada por sus fans tras su presentación en Saturday Night Live.

A más de 100 euros la entrada en Pista A, lo primero que sorprende de la gira es lo que tiene de austero. No hay secciones ni grandes cambios de escenario tipo Broadway, no hay rastro de esa sensación de desesperado dinamismo que suele empapar los conciertos actuales de pop. Por poner un ejemplo reciente, hace poco en el WiZink Center vimos a Dua Lipa sacar un montón de paraguas en un tema, patines en otro, montar una discoteca, sacar una langosta gigante, y así durante casi 2 horas de concierto.

Hay recursos en el ‘MOTOMAMI Tour’ -hay número con patinete, otro con una bata de cola bien larga-, pero no hay grúas, grandes golpes de efecto, ni obsesión por unas plataformas que suban y bajen… Por no haber no hay tampoco una banda de músicos. Al menos hasta que al final se levanta una cortina para mostrar a un señor hasta entonces oculto llamado Llorenç, que saluda y toca un par de notas en ‘Sakura’, tras haber acompañado a Rosalía en una parte del show (o sea que en otra, no), según palabras de ella misma. Aquí la única música relevante y puntual es Vila Tobella, pues es ella quien rasga una guitarra eléctrica en la nueva versión de ‘Dolerme’, y hace reír al público soltando solo un par de notas al piano en ‘Hentaï’, además de un guiño al público divertidísimo.

Si hubiera una influencia de su fan Madonna en este show sería el empeño por tocar el disco que se presenta y da nombre a la gira enterito, de cabo a rabo, dejando un protagonismo muy limitado a los hits del pasado. ‘Pienso en tu mirá’ es despachada rápidamente, ‘De aquí no sales’ es mezclada con ‘Bulerías’, ‘Con altura’ aparece en versión reducida y ‘Malamente’ es respetada porque al fin y al cabo no se podía quitar mucho de sus 2 minutos y 30 segundos de duración.

Pero aquí el protagonismo total es de ‘MOTOMAMI’, comenzando el show con ‘Saoko’ y con un orden no exacto al del disco pero sí emparentado con su lógica narrativa. ‘Candy’ suena en 2º lugar, ‘La fama’ enseguida, ‘Bizcochito’ y ‘Motomami’ en esa primera mitad, ‘G3 N15’ en el mismo lugar del disco… mientras en el segundo tramo aparecen el abecedario -de manera hilarante cantado por un público entregadísimo, jovencísimo, muy loco-, ‘Como un G’, la preciosa ‘Delirio de grandeza’… Y el show se cierra con ‘Chicken Teriyaki’, quizá porque había que dejar un single para el final; ’Sakura’ y ‘CUUUuuuute’, que personalmente me engorila mucho como cierre, porque siempre fue de mis favoritas del disco por su desenfreno percutivo. Por fin la pone en valor.

En momentos así, es una pena que cierto tipo de percusiones no suenen en vivo, pues añadirían viveza al show, de sonido opaco como tantos otros conciertos vistos y oídos, a veces más bien sufridos, en arenas de 15.000 personas. En ocasiones la preciosa voz de Rosalía, con y sin filtros, pelea por llegar al público con claridad, a lo que tampoco ayuda un declarado resfriado de última hora. Por otro lado, ‘MOTOMAMI’ es un disco de marcado carácter vanguardista y experimental que perdería mucho con una reducción acústica o con el formato “live” de banda tradicional. No es una opción reducirlo al directo de siempre porque perdería toda su razón de ser.

Probablemente Rosalía ha tomado la decisión de sacrificar esa parte aprovechando la lozanía de sus seguidores, cada vez más acostumbrados a la cultura del playback y a las pistas de apoyo pregrabadas, también en relación a la cultura LGTB+. Sabemos que ella es muy fan de Drag Race España, sus 8 bailarines masculinos (no hay más motomami que ella, aunque sí guiños a la androginia y lo no binario) parecen influidos por la cultura ball, y una de las cumbres del concierto se produce cuando en ‘La noche de anoche’ se acerca al público para que cante frases de esta canción, un muchacho entona una frase y acto seguido se morrea con su novio, entre vítores de todo el estadio.

En definitiva, lo más llamativo del ‘MOTOMAMI Tour’ es lo liberado que está de todo corsé e influencia. Si shows y coreografías pasados de Rosalía se apoyaban demasiado en Beyoncé, en este caso ya no hay ningún referente claro. La gran baza escénica del concierto son varias pantallas verticales en más que probable referencia a TikTok, los Reels, los Stories… Una cámara aparatosa persigue a Rosalía hasta el punto de ser molesta para los espectadores, sobre todo durante la primera canción, cuando todo el mundo está intentando verla por primera vez; y varias cámaras se sitúan al suelo del escenario o en los patines de ella y de los bailarines, en posible referencia a la obsesión de todos por las redes sociales en estos nuevos años 20 en que nos encontramos.

Llevamos ya 3 años de esta nueva década y es momento de reflexionar sobre lo que están siendo estos tiempos. En este show desprovisto de ideología política o connotaciones sociales, resulta curioso que las referencias a los años 50, 60, 70, 80, 90, los 2000… sean tan escasas. Por supuesto, hay cositas. Samples de boleros y hip hop, twerking en ‘Saoko’, una sección de hits de reggaetón donde suenan ‘Papi Chulo’ y ‘Gasolina’ junto a ‘Yo x ti, tú x mí’, un ‘De Plata’ que parece recién salido de ‘Omega’… pero es interesante recalcar hasta qué punto todo está desprovisto de neones, referencias a la década de las hombreras, al Hollywood clásico, a la cultura de club, al grunge, a lo yeyé… Esas cosas que suelen empapar los conciertos de pop.

De apoyarse en alguien sus ideas probablemente procedan más de performers en la estela de Marina Abramovic que de la cultura pop. El escenario destaca por su desnudez y sus tonos blancos, por aquello que no se ve, por aquello a lo que no recurre. Por ejemplo, vídeos de The Weeknd, ni de J Balvin, ni de Ozuna, ni de Travis Scott. Otro más: en ‘DIABLO’, cuando queda mucho para el cierre del concierto, vemos a Rosalía sentarse y quitarse todo el maquillaje con una toalla, pasando la mayor parte del set al natural. Toda una metáfora sobre un show muy meditado pero cercano.

Siempre dos pasos por delante, el show presenta un par de canciones nuevas, a destacar una ‘Despechá’ que se ha viralizado en TikTok antes de salir al mercado. Mientras haciendo alarde de su nulo sentido institucional, la concejala de cultura del Ayuntamiento de Madrid (Partido Popular) califica el concierto de “bluff” porque “la imagen es tipo videoclip” (vertical) y no hay “conexión con el público” (Rosalía pasa medio concierto leyendo pancartas de los asistentes y sube a 20 de ellos a bailar en ‘Despechá’), ella ya está pensando en qué será lo siguiente. No están los artistas en este mundo para mirar a 2019.

David Moya
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David Moya
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Publicado por
Sebas E. Alonso
Tags: rosalía