Cala Mijas afrontó la segunda jornada de su primera edición de nuevo sin incidencias reseñables y con gran éxito de público. Anoche se puede decir que la electrónica -que ya tuvo su momento en la primera jornada con Chet Faker o Bonobo y que hoy tendrá a los siempre eficaces Röyksopp- fue la especial protagonista. Cala Mijas no es el Sónar, pero parte del cartel de ayer podría haber encajado perfectamente, y de hecho casi cualquier festival de hace veinte años se hubiese pegado puñetazos por tener a Kraftwerk, The Chemical Brothers y Hot Chip el mismo día. Pero no nos llevemos a engaño: esto no significa que estemos ante un cartel “anticuado”. Significa que la organización, aunque comparta con tantos festivales la escasa representación femenina en cabezas de cartel, ha valorado el tirón que pueden tener tanto la madurez de unos Chemical Brothers como los proyectos tan interesantes que hay en el presente de la electrónica nacional representado por Rusowsky, Chico Blanco o Gazzi. Sí, me dejo en esta frase a Kraftwerk, porque obviamente lo de ellos es capítulo aparte.
No todos los días uno ve en directo a una leyenda de la música, y desde luego no todos los días ve a quienes han directamente “inventado” un género tan potente y tan inabarcable como es el de la música electrónica (si ésta es en sí un “género” es otro debate). Yo desde luego nunca pensé que fuese a tener a pocos metros a Ralf Hütter, único miembro vivo de la formación original de Kraftwerk, y que se pasó anoche por Mijas junto a Fritz Hilpert, Henning Schmitz y Falk Grieffenhagen. Los cuatro salieron al escenario, se fueron sucediendo las canciones y lo abandonaron, con tanta elegancia como gelidez. Ni una interacción personal más allá de alguna sonrisa que se les pudo escapar o algún gesto educado de despedida. Y no supuso esto nada negativo, sino al contrario, una piedra más en esa aura más de máquina que de humano y casi como un concepto en sí.
Mimetizados con su propia propuesta, las interacciones con el público (que sí las había) no eran a nivel personal: Kraftwerk interactuaron con nosotros a través de su música, por supuesto, pero también a través de sus imágenes. Impagable el momento en que vemos que la nave espacial en la que se encontraban es realmente un OVNI que se acerca a la Tierra, sobrevuela el puerto de Málaga y llega hasta Mijas, con unos alienígenas saliendo de ella que realmente eran las sombras de los hiératicos miembros de la banda. Absolutamente todas las pantallas estaban cuidadas, y de hecho su equipo se encargó de repartir gafas 3D entre los asistentes para poder apreciarlas en su plenitud. Mientras sonaban clásicos como ‘Computer Love’, ‘Tour de France’, ‘Radioactivity’, ‘The Robots’ o ‘Trans-Europe Express’, Kraftwerk creaban una atmósfera en la que, si entrabas, era imposible que te aburrieses aunque a priori tuvieses todos los ingredientes para hacerlo, ya que la propuesta es la contraria a los mil estímulos, chascarrillos y, en definitiva, búsquedas de conexión con el público.
Aquí la conexión era más bien la de Neo en ‘Matrix’: te conectaban y ya era muy difícil escapar. El aplomo de quienes se saben leyenda nos hace acordarnos de otra leyenda nacional, María Isabel (notable la influencia de Kraftwerk en su debut ‘No me toques las palmas que me conozco’), y ese momentazo que regaló de pequeña cuando le preguntaron si acaso era tan importante para que le hubiesen hecho una estatua en Ayamonte: “si lo has visto es porque es, ¿no?”, seguido de un gesto sassy que supera al de Rosalía en ‘Bizcochito’. Si te preguntas si tan importantes son Kraftwerk, la mejor respuesta es asistir a un concierto si eres afortunado como lo fuimos nosotros ayer. Y serán ellos mismos los que, sin hablar, te respondan a través de su música, sus imágenes y su atmósfera con “si lo has visto es porque es, ¿no?”.
Resultó todo un viaje ver a Kraftwerk después de haber visto tres nombres tan representativos de la música electrónica actual como Rusowsky, Chico Blanco y Gazzi. Fue tan impresionante como evidente la diferencia de la media de edad entre Rusowsky y, ya no Kraftwerk, sino The Chemical Brothers: el porcentaje de público que no eran adolescentes o post-adolescentes probablemente no superase el 2%. Rusowsky tiene un tirón asombroso en ese rango de edad, y conecta con el público a pesar de ir escondido entre una megasudadera, una gorra y una bufanda a modo de escafandra. ‘So So’ sonó en el inicio y en el cierre (justo antes de ‘Valentino’), junto a valores seguros como ‘Esa carita’, ‘pikito’ o ‘Dolores’, subiendo a acompañarle Ralphie Choo, otro nombre al que no perder la pista.
Esto último puede aplicarse también a Chico Blanco, a quien entiendo que sí conoceréis ya por su presencia en esta web. Al descubrirle poco antes de la pandemia, nunca le había visto en directo, así que tenía muchas ganas de ver cómo defendía Pablo Cobo temazos como ‘Positif Siempre’, ‘WTF Is In My Cup’ o ‘Otro Lado (Caramelo House)’. Y, aunque al principio no se separaba mucho de la mesa, se fue soltando y compartiendo el éxtasis (no pun intended) que su público sentía. La acústica hizo que una canción preciosa como es ‘Fantasía’ no brillase como podría haberlo hecho (al ser mucho más pausada, quienes no conocían la letra y no podían oírla bien estaban más perdidos), pero en cambio ‘Gominola’, ‘Tech Love’, ‘STOP’ junto a Simona (que subió al escenario) o las tres mencionadas antes funcionaron como un tiro, sobre todo ‘Positif Siempre’, para mí su mejor canción. Después de Chico Blanco, otro Pablo de esa misma familia, en este caso GAZZI, fue el maestro de ceremonias para ambientar La Caleta y asegurarse de que siguiese hasta los topes. Lo hizo con varios remixes de gente como Safri Duo o Bad Gyal (el de ‘La Prendo’ lo estrenó ayer), combinados con temas propios de EPs como ella, que a quienes le seguimos desde los tiempos de ‘In The Club’ nos deja atónitos: ‘No Sale Ya Casi La Pobre’ y ‘Quiere Vacilar Na Más’ suman casi 300.000 reproducciones en Spotify, y no para de salir en prensa internacional de electrónica.
Y si hablamos de quienes iban antes de Kraftwerk, atentos a la electrónica de después: The Chemical Brothers y Hot Chip (ya para los últimos supervivientes de la noche). Los hermanos usaron las pantallas para anunciarse a sí mismos con ‘Come With Us’, cuyo comienzo sonó como aperitivo para toda la tralla que iba a venir a continuación. Los allí presentes vibrarían con megahits como ‘Galvanize’ o ‘Hey Boy Hey Girl’, pero la banda no dejó tampoco sin representación a su último disco de estudio, un ‘No Geography’ que va pidiendo ya una continuación casi cinco años después de publicarse. A juzgar por las reacciones del respetable anoche, se puede decir que desde luego gente interesada en ello tienen. Sí que es verdad que la presencia de Kraftwerk eclipsó (al menos para mí) un poco a Nick Cave, que era realmente la gran cabeza de cartel ayer. Desde luego no fue por falta de méritos del australiano, que entregó un show magnífico. El momento más celebrado fue ‘Red Right Hand’, para algunos asociada a la saga ‘Scream’, para otros (la mayoría de los allí presentes) a ‘Peaky Blinders’, y para otros una más de la grandes canciones del autor de ‘Ghosteen’, que despachó ese hit antes de entrar en una traca final más intimista (dentro de que no paraba de moverse y de interactuar con el público) en la que sonarían ‘City of Refuge’, ‘Higgs Boson Blues’ o ‘White Elephant’, y que tras la falsa despedida daría paso a un cuádruple “bis” con ‘Ghosteen Speaks’, ‘Into My Arms’, ‘Weeping Song’ o el subidón de ‘Vortex’, muy efectiva a pesar de que el propio Nick era consciente de que muchos no sabrían de ella: “sé que no la conocéis, pero es fantástica… y vosotros sois el vórtex”. Cave, que no paraba de repetir que “sois gente preciosa”, sabe mezclar como pocos su lado crooner con su lado inquietante (o sabe cómo sacar lo inquietante que tiene todo buen crooner), pero además es un maestro de las emociones.