Los discos de versiones no están muy bien vistos en general. A menos que aporten algo, estos discos suelen ocupar un espacio discreto en la discografía de cualquier artista. Rufus Wainwright tiene razones personales para sacar el suyo, pues, al fin y al cabo, proviene de una familia de músicos de folk y creció empapándose de este sonido. Pero, aunque él ha colaborado con su padre, Loudon Wainwright III, y con su madre, Kate McGarrigle, en varias ocasiones, Rufus nunca había publicado un disco de canciones tradicionales propiamente dicho.
‘Folkocracy’ es ese disco, una antología de canciones tradicionales y otras que no son exactamente tradicionales, pero que Rufus parece considerar como tal, como es el caso, curiosamente, de una composición propia, ‘Going to a Town’, o de una canción de Van Dyke Parks no de la época de ‘Song Cycle’, sino del año 2013, la cabaretera -y muy italiana- ‘Black Gold’.
Rufus tenía sus reservas antes de grabar ‘Folkocracy’: él siempre ha huido del folk mientras no ha dudado en componer óperas, adaptar a Shakespeare o cantar por Judy Garland. Cuenta que, como hombre gay, nunca se ha sentido cómodo dentro de este mundo tan heterosexual, en el que, irónicamente, las mujeres lesbianas sí han logrado históricamente hacerse un hueco.
El timing es curioso: a Rufus le acabamos de ver tocar para Miley Cyrus y, sobre todo, acaba de cantar con Carly Rae Jepsen el mini hit ‘The Loneliest Time‘, de ritmos disco-pop situados a una galaxia de distancia de lo que este nuevo álbum, tan solemne y serio, ofrece.
La gracia de ‘Folkocracy’ es que Rufus ha querido llamar a sus amigos de la industria para colaborar en las canciones. Él no tiene ningún reparo en reconocer que ‘Folkocracy’ es un anzuelo que le tira a los Grammy y, por ejemplo, una de las niñas mimadas de la Academia, Brandi Carlisle, canta con él el single principal, el escabroso ‘Willow in the Garden’, de bonitos arreglos decorando una historia trágica como pocas. ‘Heading for Home’, con una letra preciosa, sobrecogedora, de Peggy Seeger (hermana de Pete), cuenta con la participación de John Legend, siempre tan sentido al micrófono. Casi al final de la secuencia, Chaka Khan sobrecoge con su rota interpretación de ‘Cotton Eyed Joe’, una balada tradicional del sur de Estados Unidos.
No siempre los “featurings” parecen aprovechados. Con Andrew Bird y Chris Stills versionando con Rufus ‘Harvest’ de Neil Young no es de esperar nada radicalmente diferente a la pieza original. Las armónicas, los coros, todo está en su sitio. Sin embargo, quizá ANOHNI podría haber asumido más protagonismo en ‘Going to a Town’ -ya que estaba- y no sé si tiene muchísimo sentido llamar a Nicole Scherzinger (sí, de Pussycat Dolls) para que apenas se le escuche cantar en la canción tradicional hawaiana ‘Kaulana Na Pua’. Un momento que podría haber sido diferente termina pasando desapercibido.
En este trabajo producido por Mitchell Froom no hay sorpresa: los arreglos son preciosos, Rufus canta como un ángel y, sí, como ocurre en todos sus discos, su manera lánguida de cantar termina empalagando, aunque, escuchada suelta, por ejemplo, ‘Arthur McBride’ emociona solo con piano y voz. La secuencia podría aletargarse menos, lo que significa que la versión de Mamas and the Papas, de la alegre y bucólica ‘Twelve Thirty’, con Sheryl Crow saludando entre los artistas implicados, llega demasiado pronto.