El genio de Jane Birkin, entre la perversión y lo naíf

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El genio de Jane Birkin, entre la perversión y lo naíf

Difícilmente un melómano puede hablar de Jane Birkin sin hablar de Serge Gainsbourg. Ni siquiera en estos tiempos de evitar micromachismos y celebrar cancelaciones. La propia artista, que nos ha dejado este domingo, continuó hasta el final agradecida al que fue su pareja durante los años 70. Realizaba conciertos con el repertorio de Gainsbourg, el cual llegó a regrabar varias veces, sacaba cosas llamadas «Mis imágenes privadas de Serge», seguía hablando del enorme talento del que fue uno de los grandes genios de la cultura francesa en entrevistas realizadas el año pasado mismo.

Sin embargo, Jane Birkin tenía genio igual. Mi principal recuerdo de ‘Elefantes rosas‘, la excelente biografía de Serge publicada en España en 2016, es un relato que en realidad es de Jane. En concreto del día en que se le antojó tirarle una tarta a Gainsbourg porque «tenía su cara». Birkin huyó corriendo y, para escapar de él se tiró al Sena medio borracha, como lo estaba él. No sabía nadar y tuvo que ser rescatada por los bomberos. «Cuando lo recuerdo me parece tan encantador, no salgo de mi asombro de la ingenuidad de todo… Recuerdos como esos pertenecen a un mundo sin crueldad», contaba.

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La crueldad sí camparía a sus anchas en una relación que ahora denominaríamos como tóxica, desde antes de empezar y hasta el final. Hija de un militar y de Judy Campbell, musa de Noel Coward, Jane Birkin había comenzado actuando en cintas de culto de los 60 como ‘The Knack’, ‘Wonderwall’ y sobre todo ‘Blow Up’. Solía decirse que había sido la primera actriz en mostrar su vello púbico. Además, en aquellos años fue la esposa de John Barry, conocido por la banda sonora de James Bond.

Cuando conoció a Serge en el rodaje de ‘Slogan’, aquello fue un desastre. Ella no hablaba francés, llamaba a Gainsbourg Serge Bourguignon, confundiéndole con un realizador de la Nouvelle Vague, y él en principio la repudió. En una escena de la película tenía que abofetearla y se conoce que lo hacía con demasiado gusto. “Me daba miedo. Me miraba con cara de odio”, llegó a relatar Birkin.

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El odio se convertiría en amor poco después, y Jane aseguró que se había dado cuenta de que lo que había considerado agresiones «eran la protección de alguien infinitamente sensible, terriblemente romántico, de una ternura y sentimentalismo que no había podido imaginar». Mantendrían una relación de 11 años, que finalmente terminaría debido a la adicción de Serge al alcohol y al terror que sembraba tanto en Jane como en sus hijas, entre ellas Charlotte Gainsbourg, algo que comprenderéis si observáis casi cualquiera de sus entrevistas televisivas.

Musicalmente, les dio tiempo a entregar juntos algunos de los mejores hitos del siglo XX. ‘Je t’aime… moi non plus’ debería ser patrimonio de la humanidad en su retrato de una escena de cama, entre gemidos y jadeos. En realidad, Brigitte Bardot ya la había grabado previamente, pero fue la versión de Jane Birkin la que dio la vuelta al mundo. Y eso que aceptó cantarla solo por celos: le daba miedo que Serge grabara un tema así en un estudio del tamaño de una cabina telefónica con otra mujer. Temía que su fama de mujeriego se consumara una vez más.

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El disco que resultó de aquello, ‘Serge Gainsbourg / Jane Birkin’ es un 10, aunque es justo reconocer que era un tanto artificioso, pues se había compuesto de retales. A raíz de ‘Je t’aime… moi non plus’, el director del sello Philips había dicho que «estaba dispuesto a ir a la cárcel por un disco completo, pero no por un single suelto», por lo que Serge y Jane se pusieron a trabajar en más canciones. Grabaron nuevas versiones de algunos temas que ya habían tenido éxito, se rescató ‘Manon’ porque había pasado desapercibida y a Serge le encantaba -es una de sus producciones más sobrecogedoras-, y sí escribió 5 temas nuevos ad hoc.

Entre los escritos para Jane en este disco, «69 année érotique» es uno de los más envolventes, ’18-39′ versaba sobre su diferencia de edad; y ‘Orang outan’ sobre el mono de peluche que acompañaba a Jane desde su infancia. Y que es el mismo que luego veríamos en la portada de ‘Histoire de Melody Nelson’, su obra más ambiciosa.

Reivindicado en medios como Rockdelux como uno de los mejores discos del siglo XX, ‘Histoire de Melody Nelson’ era una teatral obra sobre un encuentro entre una Lolita y un dandy (¿quiénes serán?), entre obtusos arreglos de bajo, batería y guitarra. «Sgt Pepper’s» y ‘Tommy’ estaban entre las obras conceptuales que Serge tenía en mente para imitar, como podéis escuchar de manera completamente libre. Jane Birkin aportó su característico juego, siempre entre la perversión y lo naíf. Es curioso que su nombre no apareciera en portada ni en los créditos oficiales, quizá porque había derivado en el personaje de Melody Nelson. Y aun así, todos sabemos que era ella.

Gainsbourg se dio de cabezazos contra una pared a lo largo de sus altibajos durante los 70 y durante los 80. Pero las canciones perduraron. Hemos tenido el privilegio de observar a Jane Birkin actuar en directo en muchas ocasiones, recuperando también temas de su disco en solitario escrito por Serge ‘Baby Alone in Babylon’, o ya totalmente ajenos a él.

En ‘Fictions’ (2006), por ejemplo, los autores eran del tamaño de Neil Hannon, Rufus Wainwright, Beth Gibbons, Dominique A, Kate Bush o Neil Young. En este caso era una versión de ‘Harvest Moon’, pero muchas eran canciones originales, además rodeándose de gente tan importante en la historia del pop anglosajón o francés como Johnny Marr, Mocky, Gonzales o Renaud Letang. Esta última etapa era algo más anecdótica, si bien en el lugar adecuado, con la música adecuada, y la gente adecuada. Ha sido en estos años cuando hemos podido verla en festivales y teatros, manteniendo el encanto de aquellas, algunas de las mejores canciones de la historia, siendo aún ella, sonriente, sensual, llena de magnetismo: la gran Jane B.

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