“Odio aburrirme vaya donde vaya”. Si consigues que 1.000 personas se dejen la voz cantando toda la letra de tu último single, y en especial esta frase, es que tienes entre manos un himno generacional. ‘La edad que tengo’ es la canción clave del set de La Paloma porque, además de que revoluciona la sala al instante, apunta hacia el futuro, hacia todo lo que tiene por delante este pequeño grupo del barrio de Tetuán.
Por supuesto, en su corto pero certero repertorio, La Paloma también puede presumir de ‘Bravo Murillo’, otro tema que define a esta generación y que fue el que les dio el primer empujón para estar hoy en día haciendo sold outs en salas como el Ochoymedio. “Esta canción va sobre la mejor calle del mundo, va para nuestros abuelos y toda la gente del barrio”, dedicaron los chicos de La Paloma.
Desde el primer puñetazo al aire, marcando el inicio del beat de ‘Sigo aquí’, estaba claro que el público venía ganado de casa. De haberse escuchado cada canción, incluso las más escondidas, y de haber sentido cada parte de sus letras. El pogo, que ocupaba casi la mitad de la pista y dividía el concierto en dos experiencias muy diferentes, era el medio por el que la banda se comunicaba con los asistentes. A veces, como en ‘Todo esto’ o ‘No es una broma’, la onda del mosh estaba cerca de llegar a la última fila. Cuanto más loco era, más se recreaban los chavales de La Paloma en el escenario. Lo expresaban todo con la música. Una contagiosa energía compuesta por movimientos deambulantes alrededor del micro, casi torpes, y una vorágine de guitarras eléctricas. En este sentido, La Paloma es impecable.
Canciones como ‘Cosquilleo’ y ‘Ya está’ cobran una fuerza en directo que no tienen las versiones de estudio. En especial la segunda, con un sonido mucho más definido y envolvente. Cuando les toca comunicarse con el habla, entonces son más serios, de muy pocas palabras. Todo lo contrario ocurrió con CORTE!, quienes antes de la salida de La Paloma dedicaron unas palabras a Sleaford Mods por su cancelación en La Riviera, antes de tocar ‘Una Rata’: “¡Quiero dedicar esta al pueblo palestino por su lucha y que le jodan a los putos Sleaford Mods!”. Fue un calentamiento perfecto para un público en el que había gente de todas las edades y varias generaciones. Sin embargo, los que aguantaron las primeras filas, los pogos y los que acabaron empapados de sudor al terminar el show fueron los chavales más jóvenes. Seguro que muchos se llevan la experiencia en el corazón, y en forma de moratón.
Las canciones de ‘Todavía no’, el primer y único disco de La Paloma, son las que triunfaron por encima del resto y acabaron tocando prácticamente todas, y alguna más. ‘Vente a casa’, la cual titulo así porque es la única frase que se repetía, es una canción “que no ha salido y que no sabemos si saldrá”, en palabras de La Paloma. Es de lo más cercano que han hecho a una balada, tiene un sabor al pop británico de los 90 y debería salir ya mismo.
Cómo de fuerte era el entendimiento entre los fans, y el de los fans con la banda, que cuando llegó el típico momento en el que los músicos «abandonan» el escenario nadie gritó “¡Otra!”. En su lugar, todo el mundo cantó a pleno pulmón el mantra de ‘Palos’, que todavía estaba por sonar: “¡Quiero que me vuelvas a explicar lo que ha pasado!”. No pasó ni un minuto y La Paloma ya había regresado al escenario. Con este tema, y después de incluir ‘Quejas célebres’ en el bis, se termina el concierto con el que La Paloma pone fin a su mejor año, consolidándose a la vez como la voz de una generación desilusionada.