Weekender: de la emoción de Alan Sparhawk al jolgorio de Antònia Font

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Weekender: de la emoción de Alan Sparhawk al jolgorio de Antònia Font

La jornada del sábado del Primavera Weekender se presenta maratoniana: un montón de conciertos seguidos, sin apenas pausa. Pero es de lo único que nos tenemos que preocupar: de ver conciertazos y de cuándo comer. Aparecemos temprano en el buffet porque hay que coger fuerzas, a las 16:30 está la propuesta que más ganas le tengo del festival: Alan Sparhawk. Acompañado por su hijo Cyrus al bajo, nos dice que esto va a comenzar “suave”. Y así es, sorprendentemente la banda ejecuta una suerte de jam extraña, un poco easy listening, un poco jazz, un poco psicodelia, un poco bossa. Después Alan se mete en terrenos más conocidos, pero no toca nada de Low. Si hago caso a setlist.fm y a The Guardian, todo son canciones nuevas. No hace ninguna mención a Mimi, pero porque no hace falta: todo es un homenaje a Mimi. A Alan se le ve algo desmejorado, pero no juega en ningún momento el papel de viudo triste. No trata de remedar lo que hizo con Mimi, no toca nada de Low porque es sagrado. Se dedica a música algo más mundana y liviana, hay bastante de americana, algo de country. Pero aun así, hay momentos en que sobrecoge, en que entona himnos que rompe en ruido tras la quietud, o ataca un blues furioso en la onda del primer Nick Cave. Sobrecoge en una canción titulada ‘Don’t Take Your Lights Out Of Me’, cada “Oh My God” que entona doliente se clava en el alma, lo más cera a la música de Low que estaremos esta noche. La voz de Alan es magnífica, a veces espectral, otra poderosa. Pero cuánto se echan de menos las voces de Mimi. Él le echa corazón y nosotros las imaginamos en nuestra cabeza, llenamos los huecos. El banjo que le acompaña ayuda, no a desengrasar las canciones, sino a dar el toque de lirismo necesario. También hay música nada lúgubre: al contrario, se recrea en el funky hacia el final y casi puedes bailar.

De la intensidad de Sparhawk, al súper-pop de Renaldo & Clara. Entre una cosa y otra llegamos casi a la tercera canción, que es su ya clásico ‘Globus’. Aunque se queja de que está bastante callada, “normalmente hablo más”, Clara Viñals bromea bastante durante su concierto, desplegando ese humor tan fino, esa sutil mala leche que la caracteriza. Nos explica que ‘Encaix’ es la canción más literal del disco: “si sigues las instrucciones, te sale cómo dibujar una cara perfecta”. Ella y la banda se mueven con facilidad entre lo analógico (guitarra, bajo) a lo digital (teclados, samples). Quizás el sonido es demasiado fuerte y su propuesta pierde algo de sutilidad, y también noto una gran melancolía en su actuación, aunque entone gemas como ‘Fent amics’, ‘Per fer-te una idea’ o la optimista ‘Rodones’, haga unas mini-coreografías o nos haga dar palmas. Pero hacia el final cambia de rumbo y eleva los espíritus con el rollo funky de ‘S’està millor al carrer’.

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Christian Bertrand

Aunque los escenarios estén pegados los unos a los otros, toca correr para no perderse nada del inicio de las míticas Bush Tetras. Si ayer tuvimos nuestra ración de “señores-mayores-que-gritan”, hoy necesitábamos el de señoras. Las Bush Tetras, Pat Place y Cynthia Sley, acompañadas nada menos que por Cait O’Riordan de The Pogues al bajo y Steve Shelley a la batería. Detecto al mismísimo Alan Sparhawk entre el público, muy atento. Bush Tetras despliegan su post-punk neoyorquino con fiereza. Cyntia Sley es un pedazo de frontwoman, el bajo de O’Riordan no puede sonar más contundente, la banda nos arrolla con su fragor amenazante. “Es tan extraño vivir en EE.UU.”, nos suelta Cynthia, antes de atacar un ‘So Strange’ esquinado y agresivo. No veo pogos, pero sospecho que porque el público se siente demasiado intimidado por esa furia velvetiana. Y aunque en ‘Walking Out the Door’ suavizan el ruido, no rebajan la amenaza. Bush Tetras nos han pegado una buena tunda y, de paso, han hecho uno de los mejores conciertos del festival.

Sharon Lopez

La sala Damm luce notablemente llena para ver a Blonde Redhead. La última vez que los vi, los gemelos Pace aún tenían el cabello oscuro. Ahora sus rizos lucen prácticamente blancos. Por donde no pasa el tiempo es por su música, shoegaze soñador que mejora y multiplica su poder en directo, gracias a la atmósfera intensa que saben crear y al arte de Kazu Makino, cantante todoterreno y multinstrumentista: entre otras cosas, toca un mellotron, que es uno de los mejores instrumentos del mundo. Distingo un pañuelo palestino atado al micro, una manera sutil pero clara de posicionarse. Su disco de retorno, ‘Sit Down for Dinner’, no me ha llamado especialmente la atención, pero esta actuación sí, tan hipnótica y subyugante. Blonde Redhead lanzan sus nanas envenenadas y el público baila cadencioso. ‘Kiss Her Kiss Her’, la mejor canción de su último disco, suena a clásico de noise de toda la vida. Y el cierre con la mítica ‘23’, con Kazu libre de tocar, solo cantando y bailando ensimismada en una espiral de ruido que ella dirige con su voz espectral, nos lleva a lo más onírico.

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Hay que cenar temprano para reponer fuerzas antes de Antònia Font, aunque eso suponga sacrificar a DOMi & JD Beck. En el buffet nos cruzamos con Alan Sparhawk y mis amigos se hacen ¡otra! foto con Joe Casey, el cantante de Protomartyr. Tenía una apuesta con mi novio sobre quién congregaría a más público, si Antònia Font o los Jesus and Mary Chain y creo que van a ganar los Jesus, porque en el escenario principal hay algo menos de gente que en Blonde Redhead. Pero por mí perfecto, que así me meto en primera fila. Digamos que me estoy desquitando de todos estos años sin verlos: esta es la tercera vez desde que han vuelto y aún me queda el Palau de la Música el año que viene.

Arrancan, como está siendo habitual en esta gira de grandes espacios, con ‘Un minut estroboscòpica’ seguida de ‘Me sobren paraules’ y mi favorita, ‘Darrera una revista’. Pero suenan con poca garra. A Pau Debon le veo sufrir. Parece ser que no le funciona el retorno y no hace más que manipular sus auriculares y petacas. Tiene que dejar el final de ‘Love Song’ para arreglarlo. Nos pide disculpas. Pero al final se arregla el problema técnico, Pau vuelve a estar radiante y el resto del grupo es como si se ensamblara de nuevo y cogiera la velocidad óptima en ‘Armando Rampas’. Pau canta tan bien, se desgañita en ‘Mecanismes’. Él es el rey del escenario, vive hasta las partes instrumentales y contrasta con el estatismo del resto, Joan Miquel Oliver incluido. Hay alguna descoordinación en ‘Dins aquest iglú’ o ‘Alegria’, pero en ‘Tots es motors’ todo encaja de nuevo, hasta llegar al auténtico “tour de force” de Debon: ‘Astronauta rimador’. Parece increíble que no se ahogue mientras suelta su filípica. El resto no le va a la zaga, crean una intensa bola de sonido.

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Christian Bertrand

Todo se detiene para dejar cantar a capella a Debon ‘Cartes de Ramiro’ (creo que la única concesión a ‘Vosté és aquí’). Su magnífica voz tropieza con el murmullo del público del fondo, al que le parece dar igual hacerse tan notorios. Pero deja de importarme, porque enseguida van directos al corazón con ‘Amants perfectes’, más leve y sentida que en el álbum, y ‘Batiscafo Katiuscas’. Este momento emotivo dura poco, enseguida vuelve el jolgorio. ‘Wa Yeah!’ es una fiesta mayor, con pogos, bailes y alborozo por parte del público. ‘Calgary 88’ tiene el honor de cerrar la velada. Se hace raro que no lo hagan con ‘Viure sense tu’, que es el gran colofón de sus actuaciones, pero los horarios mandan y Antònia Font sólo han tenido 70 minutos. Para los fans un tiempo insuficiente, porque son los mejores.

Otra vez corriendo para ver otra de los grupos que más me apetece ver, Protomartyr, y eso que su último disco, ‘Formal Growth in the Desert’, me ha pasado algo desapercibido. Y sí, encima del escenario Protomartyr parecen los informáticos de tu empresa con el jefe de contabilidad alcohólico de cantante. Y aunque una de las gracias es ver a Joe Casey sacarse una lata de cerveza tras otra del bolsillo de la americana, bebérselas y lanzarlas al fondo del escenario, van más allá de esa imagen aparentemente patética. En directo son abrasivos, precisos y agresivos, mucho más brutos que en disco; casi logran que todas las canciones suenen como una sola, empezando con la inicial ‘Make Way’. Casey es de la escuela Black Francis y grita, vocifera, pero no pierde ni una coma. Juega a ser desagradable. No da risa, da miedo. El grueso del público está engorilado, entregadísimo, pero el pogo se hace rogar. Cierran con la monumental ‘Processed by the Boys’, que avasalla, aunque en directo sea mucho más basta que la versión original.

A la salida de Protomartyr nos juntamos con todos los que han visto el concierto anti-palomas de Ciutat y sufro un poquito pensando que voy a perderme el inicio de The Jesus and Mary Chain. Por suerte no, aunque no logro acercarme al escenario porque este es, definitivamente, el concierto que congrega más público de todo el festival. Mi visibilidad es bastante precaria, de hecho.

Sharon Lopez

De Barcelona me llegan noticias poco esperanzadoras: dicen que están poco engrasados. Y sí que es verdad que al principio suena todo algo endeble, Jim Reid le echa ganas (dentro de su estilo, claro), sigue manteniendo ese sex appeal así peligroso, al menos en la distancia, pero la voz no le sigue. William se mantiene todo el rato en su discreto segundo plano. Encima caen así de primeras clasicazos como ‘Head On’ y ‘April Skies’, algo descafeinados. Eso sí: son los primeros que usan proyecciones en el concierto. Pero para ‘Far Gone & Out’ la cosa ya ha cogido cuerpo, sus “he-he-hey!” suenan super enérgicos. ‘Between Planets’, con sus proyecciones de estrellitas, es avasalladora. De hecho, tengo a dos tercios de los Antònia Font al lado pegando botes. El concierto ya está alcanzando buen ritmo cuando de repente Jim corta ‘All Things Pass’ porque se ha equivocado y la empieza de nuevo. El batería es una bestia parda, incluso los momentos más o menos tranquilos, como ‘Some Candy Talking’ o ‘Darklands’, acaban golpeando.

“Para las próximas canciones necesitamos ayuda”, dice Jim. Kazu Makino de Blonde Redhead sube al escenario y ya sabemos qué toca: ‘Sometimes Always’, aunque Kazu no se la sabe mucho al principio, logra sobrellevar el resto de la canción. Y ‘Just Like Honey’, claro. Pero el cierre es con ‘Reverence’, y te dejan embobados entre las proyecciones y esos “I wanna die!”, que voy a tener enganchados en la cabeza el resto de días. Para no estar engrasados, nada mal, los Jesus.

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