The Killers y Avril Lavigne mandan en Mad Cool; Owusu y Ashnikko sorprenden

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The Killers y Avril Lavigne mandan en Mad Cool; Owusu y Ashnikko sorprenden

57.120 personas acudieron a la jornada final de Mad Cool. Una cifra que supera por la mínima la asistencia del miércoles (Dua Lipa), que ascendió a 56.375, y que se queda muy cerca del récord de este año el jueves. 57.621 no quisieron perderse, entre otros, a Pearl Jam. El viernes (Måneskin) pareció perjudicado por la coincidencia con el macroconcierto de Metallica al que fueron 65.000 personas en la ciudad y «solo» se convocó a 49.781. Nótense las comillas, porque se han vuelto a superar las 220.000 asistencias en total.

Las cifras nos indican tres cosas: que el festival se ha asentado con éxito en Villaverde Alto, asistido por la decisión de abrir la línea 3 del Metro de Madrid hasta Sol y hasta las 4 de la madrugada, cuando las actuaciones acaban a las 2. En segundo lugar, el apabullante éxito de celebrar una jornada no ya de jueves, sino de miércoles. Y finalmente el carácter rockero del festival. En un mundo en el que de vez en cuando reflexionamos sobre el fin de las grandes bandas de rock, fueron Pearl Jam y The Killers los grupos que convocaron a más gente.

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El Mad Cool siempre ha sido un festival eminentemente rockero. Tuvo su intento de convertirse en swiftie -idea abortada por la pandemia- y a lo largo del tiempo ha incorporado a más artistas de pop, mujeres y alguno urbano como aquella vez Post Malone o este año Rels B. Pero siempre son los conciertos de rock los más multitudinarios, y a lo que se vio este sábado me remito. El respetable pudo asistir a shows de gente como Avril Lavigne, Bring Me The Horizon, The Killers y The Kooks, seguidos, por no hablar de The Warning o The Gaslight Anthem. ¿En qué año estamos, podría uno preguntarse? Por suerte, también presentó sus alternativas en escenarios pequeños y cercanos.

Resucitada como un icono medio punkie para la generación Z -ahí están los momentos pop-rock de Aitana u Olivia Rodrigo-, el concierto de Avril Lavigne tenía que ser un éxito. Miles de personas se congregaron en el escenario principal a las ocho de la tarde, aún de día, para celebrar hitazos como ‘Girlfriend’ -la primera, en la frente-, ‘Complicated’ y ’Sk8er Boy’ -usada como traca final-.

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El rosa se apoderó del escenario como si siguiéramos en el verano de ‘Barbie’ a través de dos calaveras de este color, una a cada lado del escenario, las proyecciones de corazones o el mismo color de pelo de Lavigne, que tardó bastante en desprenderse de ese «hoodie» tan emo. La cantante probó su entrega bajando al público, recorriendo todo el escenario sin descanso o a la guitarra, y sobre todo repitiendo en perfecto italiano: «ti amo, Madrid».

Avril recalcó varias veces que su primer disco cumplía 22 años, llegó a preguntar quién tenía una copia física de él (más o menos la mitad de la gente alzó la mano), y basó gran parte de su show en la nostalgia. En ese sentido, especialmente significativas fueron la interpretación de ‘Here’s To Never Growing Up’, aquel tema de 2013 que hablaba de Radiohead, y la recuperación de la balada ‘I’m With You’, que sobre todo las chicas cantaron a voz en grito. Pero también la reciente ‘Bite Me’ lució bien integrada en un concierto dos milero que igualmente trajo nombres noventeros a la cabeza. Cranberries ya no podrá ser, ¿pero para cuándo Courtney Love y Alanis Morissette en Mad Cool?

Javier Bragado

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Bring Me The Horizon apostaron por una escenografía efectista y llena de pirotecnia para entretener a todos aquellos que se pasaron por el segundo escenario principal de Mad Cool. Proyecciones demoniacas coreografiadas, más corazones pero estos con pinchos y un excelente trabajo de proyecciones y cámaras sobre todo el escenario -no solo usaron las pantallas del festival- garantizaron la entrega del público metalcore. «Gracias por salvarme», decía el cartel que portaba una persona. Nada que ver con el que veríamos a última hora de la noche.

De la misma manera que, centrándonos en lo artístico, comprobé con cierta pena que Dua Lipa tiene que hacer un «greatest hits» en lugar de una presentación de su disco, para no aburrir al personal, lo mismo lleva sucediendo a los Killers desde hace años. El grupo ha entregado en el último lustro un par de buenos álbumes más introspectivos, pero su apuesta en vivo para encabezar carteles de macrofestivales es recurrir a la artillería pesada de su recopilatorio ‘Direct Hits’, mayormente.

A su favor, hay que decir que no van a sota, caballo y rey. Su set de Mad Cool no tuvo casi nada que ver con el que un par de noches antes habían exhibido en Londres. En Madrid ‘When We Were Young’ -que cada vez suena más poética- y ’Spaceman’ llegaron en los primeros 20 minutos, ‘Somebody Told Me’ poco después, y decidieron dejar para el bis grandes bazas como ‘Human’ y ‘Mr Brightside’. Esta última, hace rato que el gran clásico del rock del siglo XXI (lleva más de 2000 millones de streams), sonó primero ralentizada y luego acelerada, de manera que el grupo evitó así otra vez cierto grado de predictibilidad.

Flaquísimo, con más pelo que cuerpo, pero elegante, Brandon Flowers sigue siendo el animado frontman nacido en Las Vegas de siempre, si acaso cada vez con más cara de villano. La recuperación de ‘Respect’ de Erasure, himno marica donde los haya, mostró que sigue siendo un chico con «una sensibilidad especial».

Phelps

Aunque parezca mentira entre todo este guitarrerío, Mad Cool presenta otras propuestas. No pude evitar escaparme media hora del concierto de 90 minutos de The Killers para ver qué onda Genesis Owusu, niño mimado de nuestras listas de lo mejor del año desde la edición de ‘Smiling With No Teeth‘. El australiano visitaba por primera vez Madrid, y lo hizo completamente en solitario, actuando sobre bases programadas. Un libro en un atril al lado derecho fue el único recurso escénico, subrayando el carácter conceptual de su último álbum, ‘STRUGGLER‘. Al principio de algunos temas, el artista se acercaba y hacía como que leía un fragmento.

Hubo algún momento baladesco, pero el show se vino arriba sobre todo en sus momentos disco, soul y funk, aquellos en que Genesis Owusu, ataviado con una chaqueta con su propia armadura, se despegaba del pie de micro para realizar coreografías, contonearse o acercarse al público. La cumbre del show fue la interpretación de la mejor canción de su penúltimo disco y la mejor canción de su último disco, seguidas. Tras ‘Don’t Need You’ y ‘Stay Blessed’ hubo una explosión drum&bass que dejó al público un gran sabor de boca. Quizá no habría más de quinientas o mil personas, pues todo el mundo estaba en The Killers, pero los que por allí cayeron aunque fuera por error o descarte, repetirán seguro, si es que la logística de venir desde Australia lo permite.

Daniel Cruz

Otro de los refugios anti-rock de la noche había sido el set de 2 Many DJ’s en la carpa The Loop patrocinada por Iberdrola. Se trata de una carpa cerrada dedicada a la electrónica en la que no se cabe muy bien y hay que hacer cola para entrar -hay demanda-. El set de los belgas fue uno de los más solicitados. Se dedicaron al techno sin demasiada concesión a nuestros días, por supuesto hubo guiños pop, por ejemplo al ‘Voulez-Vous’ de ABBA, aunque diría que el momento en que más móviles he visto alzarse de todo el festival fue ese en el que pincharon a sus paisanos Technotronic. Menudo subidón sigue siendo ‘Pump Up the Jam’.

También se bailó lo suyo en la pequeña carpa Mahou cuando Jet Vesper y su banda principalmente femenina cerró el set con una versión del clásico disco ‘You Make Me Feel (Mighty Real)’, aunque la sorpresa de la noche sería el show de Ashnikko. El público LGTB+ decidió salir de debajo de las piedras para esta performance en la que la artista -portando una camiseta con una tijera- se hizo acompañar de dos bailarinas (disfrazadas de animadoras en ‘Cheerleader’), cantó en vivo casi todo, realizó varios ejercicios de contorsionismo llenos de humor y recogió un cartel del público que decía «I peg my bf with your song». Dijo que era un mensaje muy importante, que, tras una investigación en Urban Dictionary, podríamos traducir como «me pongo un dildo para follar a mi novio mientras suena tu canción».

Un concierto entretenido en cada una de sus composiciones, cada una con sus recursos escénicos, lo cual podía incluir una felación o una reivindicación de la vagina; y en el que no se apreció la abrumadora diferencia de streams entre ’Slumber Party’ y ‘Manners’. Ambas, y todas, funcionaron por igual.

Daniel Cruz

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