La Plazuela y Barry B brillan en Low pese al baño de masas de Arde Bogotá

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La Plazuela y Barry B brillan en Low pese al baño de masas de Arde Bogotá

Después de 14 años, Low Festival sigue siendo una de las mejores apuestas musicales del verano. La organización para los buses ha ido como un tiro, con buses de línea especiales rumbo a la Ciudad Deportiva Guillermo Amor de Benidorm y de vuelta. Asimismo, para combatir el calor, el recinto disponía de varios puestos de hidratación que, por supuesto, nunca estaban vacíos. Sin embargo, el buen rollo, tanto de los trabajadores como de los asistentes, es lo que ha gobernado durante toda la edición, culminando en una última jornada que ha sido pura alegría y en la que los conciertos de los escenarios pequeños han superado a los peces gordos del día. En 2025, Low Festival celebrará su 15 aniversario los días 25, 26 y 27 de julio.

Crystal Fighters, La Casa Azul y Arde Bogotá han sido los grandes nombres que han encabezado el cartel dominical. La banda de ‘Love Natural’, con la que se despidieron por todo lo alto, dieron el concierto más festivalero que he visto en un festival, valga la redundancia. Con esa mezcla de música del mundo, pop y electrónica que roza lo demodé, consiguieron mantener un hype que fue poco a poco, pero continuamente, in crescendo en todos los niveles.

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De primeras, tanto la música como las voces se oían extremadamente bajas, hasta el punto de no entenderse nada. Aun así, las canciones sonaban muy fáciles de memorizar y cuando se solucionó lo del volumen esto se confirmó. La calidad de las canciones también aumentó según avanzaba el set, todo sea dicho. Mi escepticismo desapareció poco a poco a medida que veía el baile constante y colectivo de los asistentes, hasta que formé parte de ello. Cualquier duda desapareció con la respuesta del público al “¡Crystal!” de Sebastian Pringle. Tras haber recibido réplicas bastante tibias durante el resto del concierto, el último “¡Fighters!” de la gente fue el más rotundo. Prueba de que había sido un éxito.

Ayer, la gente solo quería bailar y estar en paz. Después de la sobredosis hippie de Crystal Fighters, Carlos Sadness, que parecía la cara B de aquel concierto, y La Casa Azul vinieron como anillo al dedo. Sin embargo, todas estas pautas se habían establecido a primera hora de la noche con La Plazuela en uno de los mejores ratos de esta edición del Low. El Indio, el Nitro y su equipo no salieron al escenario conjuntados, como hacen en sus propios shows, pero poco importó, porque se trajeron talento de sobra.

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Un concierto único por naturaleza. ¿Dónde más vas a ver flamenco, G-funk y una sesión de tecno saliendo del mismo escenario? Así, el dúo granadino hace honor al nombre de su disco ofreciendo una primera parte centrada en el roneo y el funk para terminar con un set de DJ que remezcla sus temas más electrónicos. Véase ‘Tangos de Copera’ o ‘Mira La Niña’. En la primera sección entran canciones como ‘La Tarara’, dedicada a las abuelas de Andalucía, el banger de ‘Péiname Juana’, ‘LA PRIMAVERA’, con visuales de Lola índigo, o la pacífica ‘Soulseek’. Era la mejor hora para disfrutar de la alegría que brinda La Plazuela, con el sol débil y a punto de caer, pero presente. Se trata de un directo dinámico e imprevisible tanto para los que conocen el grupo como para los que se han encontrado con ellos por primera vez, aderezado con unos momentos instrumentales tan buenos que te harán poner caras sin darte cuenta.

Rafa Galán

A lo largo de las tres jornadas de Low, no han faltado grupos de guitarras, desde Pixies y Suede hasta Los Planetas. Esto continuó en su último día. El solapamiento de El Buen Hijo y Arde Bogotá fue como David contra Goliat. Desde el primer día, estaba claro que los murcianos iban a tener el público más numeroso del festival por la simple razón de que siempre lo tienen. En cuanto terminó la fiesta tropical de Carlos Sadness, la inmensa marabunta de gente que se dirigía al escenario Vibra Mahou confirmó lo que se sospechaba. Fue un llenazo absoluto, desde la pista hasta las gradas.

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Al otro lado del recinto, los fans incondicionales de El Buen Hijo ignoraban el tirón de Arde Bogotá en el escenario Radio 3. Eran la resistencia. Y sí, pude ver los dos conciertos, o al menos lo importante de cada uno. ‘Me Lapidaría’ es la primera canción de la banda madrileña, adelantando el fresco chorro de pop rock generacional y adictivas letras que proponen. Tras la presentación de ‘Viene Y Va’, pasan a la parte de “los clásicos”. ‘El pop es la muerte’ y ‘El Hombre del Tiempo’ destacan por su inmediatez y potencia. Uno de los momentos más brillantes del show es la versión de ‘Niños del Edén’, de La Pandilla, en la que Marcos Frías suelta la guitarra por un momento. Justamente, es la canción en la que su voz brilla con más fuerza y en la que más cómodo se le ve. Mientras tanto, la sombra de Arde Bogotá acecha, con algunos asistentes comentando acertadamente que, en los descansillos entre tema y tema, se oyen los ecos de los miles de personas apelotonadas en el escenario principal.

No hay ninguna canción que el público no cante a pleno pulmón. En especial, ‘Virtud Y Castigo’, una de las canciones más coreadas de cualquier festival. Es una melodía muy simple, pero se vive como si fuese Queen. Lo mejor de Arde Bogotá es que están abriendo la puerta a que otros grupos de rock, posiblemente más atrevidos, vivan el mismo éxito. No puede ser algo aislado, ¿no? ¿O es que su éxito radica justamente en la facilidad para el oyente? Arde Bogotá pueden ser muchas cosas, pero desafiantes no. Lo más rompedor que han dicho es “mandemos a la mierda el horóscopo”. Me sorprendió mucho que el vocalista Antonio García se refiriese a su grupo como una “boy band”. Según él, la “misión exclusiva” de Arde Bogotá es “bailar con vosotros”. Si esto es así, no tengo más que decir.

Rafa Galán

La gran sorpresa de la noche fue Barry B, colega de algunos de los artistas más excitantes del panorama, como son Ralphie Choo, rusowsky o Teo Planell. Lo primero que se oye es un remix del ‘Gimme! Gimme! Gimme!’ de ABBA mezclado con drill, avisando de que su sonido va a ser difícil de clasificar. Barry sale al escenario con un exceso de carisma, listo para soltar letras tan bonitas como “a caballo entre olvidarte y guardar cada momento antes de que sea tarde” y tan llenas de canallismo como “no suelo hablar de esto, pero he vuelto a recurrir a los Kit Kats”. “Domingo ya, ¿eh?”, suelta de repente. En realidad ya era lunes, pero a las 2:30 de la mañana es normal no saber en qué día se vive.

Barry mezcla los géneros como quiere. En un momento dado, canta un tema inédito que es una mezcla de glitch, trap y hardstyle, inspirando los bailes más raros y liberadores que he visto en el Low. Desde el primer momento, su manejo del público es sublime, manejándolo a su gusto. Le salió bien, porque cada vez había más gente en la primera fila. Uno de los mejores momentos fue «Yo pensaba que me había tocado Dios», que JENESAISPOP vio debutar en Bilbao BBK Live junto a Diego Ibáñez de Carolina Durante. Exitazo. Todo el mundo se la sabía. El estilo del arandino es tan variado que hay algo para todo el mundo. Aunque sea a las 2, a las 3 o a las 4 de la mañana, Barry B ofrece un potentísimo espectáculo. ¿Lo mejor? Solo puede ir a más.

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