Wallice es una joven cantante y compositora de Los Ángeles que se está dando a conocer desde hace pocos años. Su biografía es curiosa. A lo 4 años, en 2002, Wallice apareció en un episodio navideño de ‘Frasier’. Después se formó en jazz en Nueva York, pero abandonó sus estudios para dedicarse plenamente a su carrera musical. Hoy está firmada en Dirty Hit, el sello del que forman parte The 1975, Wolf Alice, Rina Sawayama o beabadoobee.
El sonido de Wallice, centrado en las guitarras, y similar al de su compañera de sello Bea Kristi o al de Phoebe Bridgers, queda definido en su single más escuchado, ’23’. Especialmente la distorsión borrosa de las guitarras conforman otra buena composición en ‘Best Friend’ mientras, en ‘Punching Bag’, recuerda sobre todo a la era del bedroom-pop.
Aunque la música de Wallice enfatiza las guitarras y la distorsión, pues ella cita a Weezer y MGMT entre sus mayores influencias, también el folk le inspira. A todo el movimiento Laurel Canyon suena ‘Japan’, tema dedicado al país de origen de sus padres.
En estas dos coordenadas se mueven los dos singles que presentan ‘The Jester’, el álbum debut de Wallice, que se pone a la venta en noviembre. Por un lado, ‘Heaven Has to Happen’ devanea entre el country-pop, el grunge y el dream-pop. Por otro, ‘The Opener’ abre en clave de pop de cámara, mezclando pianos y cuerdas… antes de desahogarse en un guitarrero final.
La propuesta de ‘Heaven Has to Happen’ se complica aún más al mezclar la canción guitarras acústicas y sintetizadores y, por si fuera poco, acaba por todo lo alto sumando un solo de saxofón. El caos controlado de ‘Heaven Has to Happen’ refleja el desbarajuste emocional de una Wallice que lidia con el síndrome del impostor y, también, con la incertidumbre de una carrera que no avanza. Wallice se pone a sí misma de «bufona» y va tan lejos de titular el disco con esta palabra y de aparecer caracterizada como una pobre payasa en la portada del álbum. Irónicamente, este es solo el comienzo.