Alhambra Monkey Week ha celebrado una nueva edición en Sevilla, reuniendo de nuevo a artistas, promotores, periodistas y otras personalidades de la industria musical, además de por supuesto al público. Como feria musical, la Monkey ofrece charlas durante el día en el Espacio Santa Clara, al tiempo que conciertos y sesiones de dj hasta bien entrada la madrugada en distintos puntos de la ciudad.
Esto se traduce en que a las 10 de la mañana puedes estar en una conferencia sobre el respeto a los consumidores en los festivales, con un representante del Ministerio de Cultura, otro de la Junta de Andalucía y otro de algún evento; y a las 5 de la madrugada dándolo todo en una de las tres salas contiguas en que se programan sesiones: la Sala X, la Sala Even y La 2. Todo ello si el ayuntamiento no hace la vida imposible a la organización limitando decibelios en el último minuto, de manera que tengas que reestructurar programación y horarios sobre la marcha.
Entre las charlas más enriquecedoras, la que se programó sobre Igualdad, con una campaña de información contra el acoso «No en mi festi», que se va a llevar a espacios como Tomavistas; y entre las más entretenidas, la de jóvenes productores, protagonizada por Ganges, que viene de hacer uno de los discos del año; Roy Borland y Mon Dvy.
Entrevistados por Rubén Gutiérrez, director de Fundación SGAE, los tres hablaron sobre la conveniencia de trabajar con gente con quien realmente conectes en el estudio, en contraposición a los obligados campamentos de composición, y sobre la importancia de alejarse del mundanal ruido. Tanto Roy Borland como Mon Dvy han huido de la gran ciudad: el primero vive en medio de la naturaleza y ya solo produce a 6 artistas de su confianza, y Mon Dvy ha dejado atrás Madrid para volver a su pueblo de Navarra. Allí vive en una casa donde escribe en la luminosa primera planta y produce en la baja, más oscura. Como curiosidad, Roy Borland defendió a Joan Manel Serrat como el artista español más importante de todos los tiempos, y la inexistencia de alguien así a día de hoy: inesperada reivindicación en una charla que venía para poner en valor a los jóvenes creadores.
Los periodistas musicales tuvimos ocasión de defender nuestra posición en dos charlas: una sobre la diversificación de ingresos de los últimos años (las pasarelas de pago en Rockdelux y Mondosonoro, las editoriales de libros de Muzikalia, los podcasts patrocinados); y otra sobre nuevos divulgadores de contenidos en redes sociales. Arturo Paniagua, Blanquinni y Oski hablaron sobre las mejores horas para publicar vídeos en Instagram y TikTok o sobre la conveniencia de la palabra «influencer». Oski recordó a los críticos de la vieja escuela que él también ha estudiado Periodismo, mientras Blanquinni rechazó la etiqueta «creadora de contenido» en favor de «divulgadora».
La sobredosis de información, de encuentros con personalidades de la industria con quien cambias mails todo el año, pero solo ves cada muchos meses en eventos como este, y el agotamiento físico después de tantas horas de arriba para abajo por toda Sevilla provoca que no siempre los conciertos estén en primer plano. Pero hubo una serie de artistas que despertaron todo el hype casi por unanimidad y fueron dos flamencos.
Yerai Cortés, programado en Monkey Week desde antes de todo el revuelo vivido en San Sebastián por el documental que le ha dedicado -a él y a la historia su familia- C. Tangana, inauguró los conciertos del jueves. Cortés optó por un show muy teatral, en el que, vestido de negro, se acompañó únicamente de media docena de mujeres todas vestidas de blanco, y por supuesto de su inseparable guitarra. El show comenzó con las voces a capella y algún taconeo. Por el contrario, hubo momentos de extrema belleza en los que solo se oía la guitarra de Yerai llevándote a sitios, mientras ellas guardaban estricto silencio. Se oyeron muchos «oles» desde el respetable mientras los artistas se arrancaban por bulerías, sobre todo. Sí hay algo de margen de mejora en el uso de la iluminación y en el dinamismo del repertorio.
En el mismo escenario del Teatro Central tocaba el día siguiente Ángeles Toledano, igualmente precedida de un silencio sepulcral. Cuando este se rompía, alguien mandaba incluso callar. El concierto empezó con la artista en solitario, a oscuras, y aporreando un sample. Después se le unió una banda con la que fue desgranando canciones de su disco ‘SANGRE SUCIA’, a destacar ‘MAMÁ, TENÍAS RAZÓN‘ en el último tramo. Entre las sorpresas que agilizaron su show, la colaboración de Dalila, a la que se presentó como «pionera de la identidad andaluza» pero en realidad protagonizó más bien un drum&bass; o la versión de Las Grecas de la que extrañamente se proyectó la letra, por accidente o no. En cualquier caso, una gozada que alguien seleccionara un tema de Las Grecas que no fuera ‘Te estoy amando locamente’. La elección de Ángeles Toledano fue ‘Qué bonito aquella noche’.
Hay que puntualizar que este espacio del Teatro Central era una carpa con forma de circo, y entre quienes mayor afluencia y entusiasmo despertaron en este marco, quienes mejor encajaban en este espacio festivo que al fin y al cabo tampoco era un teatro, fueron Derby Motoreta’s Burrito Kachimba. Fue uno de los shows más enérgicos, más propicios para el crowdsurfing -que se dio- y en el que los solos de guitarra eléctrica rugieron más alto. Se notaba que 1) jugaban en casa y 2) han sido número 1 en España este año.
El Escenario Jägermeister, contiguo y dispuesto en horas alternativas al Central, acogió como es habitual propuestas underground en general de artistas noveles y emergentes. Fue el caso el jueves de Brama, psicodelia hipnotizante de largos pasajes instrumentales; o el viernes de Ciutat, precioso R&B pasado por el filtro del Autotune, con el que los catalanes defendieron temas como ‘Nadie sabe’ o ‘Justo al otro lado’, este último dedicado a una novia y hermana de dos de los miembros, que ha marchado a Australia. En otras ocasiones, el grupo presentó una visión más discotequera y próxima a Daft Punk o The Field. Pero el «vibe» de ‘Una vez más’ no es el predominante en su set, en general orquestado por medios tiempos. Al fin y al cabo, les habían programado a las cinco de la tarde.
Al otro lado del río, en horario de club, Queralt Lahoz dio uno de los conciertos más vistosos de los presenciados en las tres salas contiguas, a cual más abarrotada. No hay duda de que la evolución de la cantante ha sido considerable desde que la conocimos más bien apegada al R&B, y en su repertorio ya encontramos restos de Cuba, son, reggae, electrónica noventera y por supuesto flamenco. La cantante, que acaba de sacar single, afirmó estar cerrando una etapa y el año que viene se abrirá otra excitante que incluirá nuevo trabajo.
Por Monkey Week pasan propuestas tan personales como las de Yeli Yeli o Barry B, con un disco recién salido, variado y desapegado de cualquier género que no dispuso del mejor sonido en la Sala X. Por el contrario, con mucho menos hype, Atención Tsunami hicieron entender todas sus letras perfectamente, convirtiendo temas como ‘Potencial’ en una celebración colectiva.
Un día después y en las antípodas estilísticas, Teo Lucadamo provocaba cola para entrar en la Sala Malandar, a 20 minutos andando de las otras tres. La mezcla de público a las puertas era tal que alguien se quejó a viva voz de toda la gente «mayor de 30 años» que iba a ver tal concierto. «Mi abuela es más joven que todos estos», exclamó. Teo Lucadamo, en cambio, se mostró agradecido de toda la gente de la industria que le había ido a ver, y bromeó sobre los posibles A&R de la sala. Portando una camiseta de Carolina Durante, interpretó éxitos como ‘Ritmo’, así como otras canciones de considerable personalidad en las que habla sobre Taburete, repite que «se lo monta que te cagas» o simplemente «que tiene calor». Ganchos que hacen de su repertorio uno de los más divertidos y amenos que se vieron en Monkey Week.