Si Chappell Roan ha sido dura -y no lo ha sido tanto- poniendo en su sitio a los fans tóxicos que la han acosado en el último año, ¿cómo ha sido Ethel Cain? ‘Perverts’, su nuevo disco, que Ethel considera un EP aunque dura una hora y media, es una obra que en sus momentos más excedidos ofrece puro ruido y notas prolongadas durante minutos y minutos y, en los más “accesibles”, sombrías composiciones de slowcore que tampoco temen a la longitud.
Es difícil no interpretar ‘Perverts’ como una reacción de Ethel Cain contra sus seguidores más obsesos, esos que han podido acudir a sus conciertos vestidos como ella, como se pudo ver en el concierto que dio en el Silent Green de Berlín -un antiguo convento- en diciembre de 2022. Cain ha sido muy clara afirmando que ella no es ninguna “estrella del pop” y, últimamente, ha sido muy crítica con la manera en que muchos de sus seguidores han interactuado con su trabajo, en su opinión, con una ironía exacerbada y abusando de memes.
En ‘Perverts’, Ethel Cain busca despertar otro tipo de emociones que poco tienen que ver con las pasiones que generaban las enormes canciones de su debut, el épico ‘Preacher’s Daughter’ (2022). Pasiones que se han podido traducir en dólares para la de Florida: ‘Strangers’ es una de las canciones que forman parte de la banda sonora de ‘Romper el círculo’ (2024). Como horrorizada por que Barack Obama incluyera ‘American Teenager’ en su lista de mejores canciones del año, Ethel ha tomado acción.
Estéticamente, ‘Perverts’ abandona el pop y rebusca en las esquinas más recónditas de la obra de Ethel Cain, la de interludios como ‘Televangelism’. Esta vez, a Ethel le han inspirado los paisajes industriales y brutalistas de Shippingport, Pensilvania, que, al contemplarlos, dice haberla llevado al éxtasis; y también el “sonido del drone que existe de manera natural en el mundo”: el ruido de transformadores, el chisporroteo de las líneas eléctricas de carretera, el aire muerto de una transmisión de radio, el ruido en todos sus matices: blanco, gris o rosa. El ruido que, irónicamente, está presente en eso que llamamos silencio.
El silencio es un instrumento capital en ‘Perverts’ tanto como guitarras, pianos o el ruido: es silencio lo que se oye en buena parte de los 12 minutos que componen la pista titular, que abre el disco con una escalofriante interpretación del himno cristiano ‘Nearer, My God, to Thee’, para a continuación zambullirse en el abismo, mientras una inquietante voz repite la frase “el Cielo ha abandonado al que se masturba”.
La elección de ‘Nearer, My God, to Thee’, una canción vinculada al hundimiento del Titanic, no es casual, ya que el concepto de proximidad a Dios es el pilar que sostiene el EP, estructurado en torno a dos fundamentos: la música y el sexo, específicamente la masturbación. Ethel Cain afirma alcanzar el éxtasis a través de la música y ha revelado haberse masturbado mientras pensaba en los paisajes brutalistas que tanto la han inspirado. En ‘Perverts’, Ethel relaciona de manera directa el concepto de proximidad a Dios con la masturbación y con la idea de culpa inculcada por el catolicismo, conectando así este EP con su obra anterior.
Pero la proximidad a Dios, a la que Hayden llama “divino teatro” en un concepto filosófico de su propia invención -aquí hay más lore que en un disco de Taylor Swift- no es balsámica ni mucho menos luminosa. La música de ‘Perverts’ es extremadamente tensa y escalofriante, oscura como la noche: durante 13 minutos en ‘Houseofpsychoticwmn’ se escuchan pocas cosas más que ruidos ondulantes reproducidos en bucle y gritos desesperados como venidos del averno. ‘Pulldrone’, la pieza más larga, pues alcanza los 15 minutos, sigue una lectura de Baudrillard con un hipnótico pasaje de drone como tocado por una gaita que se extiende hasta la eternidad.
¿Funcionan estos pasajes larguísimos de puro ruido y drone? Sí, porque Hayden domina los tiempos y sabe adornar las piezas con acentos y pasajes interesantes, como un sonido de sintetizador llegado de la nada que te despierta de la hipnosis, una melodía tarareada como cantada por un fantasma o el sample de una noticia sobre un hombre que emprendió una carrera durante días para suicidarse y se dio cuenta de que ya no quería morir. Las composiciones de ‘Perverts’ están llenas de historias, son películas sonoras, no una simple colección de notas y ruido ensamblados de manera caótica.
Las pistas ‘Perverts’ que se acomodan a un formato de canción clásica casi funcionan como recompensa del secuestro psicológico que proponen las piezas expansivas o dronescas. ‘Punish’, el primer adelanto, está interpretada desde el punto de vista de un hombre pedófilo que es disparado por el padre de una niña de la que ha abusado, pero, pese a su turbia temática, no es otra cosa que una preciosa canción que explora el amor como castigo y que hace un gran uso de la guitarra distorsionada, haciéndola entrar en medio de la nada. En un estilo muy Grouper, dominada por el piano, ‘Onanist’ emociona sin recurrir a una sola palabra hablada.
‘Vacillator’ y ‘Amber Waves’ son dos baladas escritas en el estilo de la Ethel Cain que enamoró al mundo en ‘Preacher’s Daughter’. ‘Vacillator’, con su frase “podría hacer que te corras 20 veces al día” y su letra inspirada en la teoría del apego, y ‘Amber Waves’, que cuenta la historia de una persona incapaz de escapar de su adicción a las drogas funcionan simplemente como canciones de Ethel Cain que escuchar a moco tendido. Sobre todo, sirven como faro de guía de un álbum -o EP- que efectivamente cuenta la historia de esos “pervertidos” -pedófilos, masturbadores, drogadictos- a los que «Dios ha abandonado».
‘Perverts’ es un trabajo deliberadamente opaco de una artista que se niega a ser considerada una estrella del pop. Pero también es una obra valiente que propone algo diferente. Simplemente cambiar los estribillos más grandes que la vida por el quiet terror, la estética liminal, el drone minimalista de Éliane Radigue, la estética de ‘Silent Hill’ y ‘Skinamarink’ o la banda sonora del horror del sello berlinés Miasmah debería ser suficiente para aplaudir este álbum. Pero Ethel Cain, además, entrega un producto mimado y cuidado que se atreve ser más extremo incluso de lo esperado.