Me encuentro con Barry B después de su apabullante sold out en la Sala But de Madrid y, con la naturalidad y cercanía propias de alguien criado en un sitio como Aranda de Duero, Gabriel Barriuso se presenta y me da la idea para el título de esta crónica: «Qué, ¿sale buen rótulo? ¡No soy ni rock, ni urbano!».
La propuesta de Barry B es una de las más ilusionantes en el ámbito de la música con guitarras de nuestro país. No digo rock porque sería una limitación. Aunque sus primeros temas tenían mucho que ver con los derroteros más alternativos de la escena urbana, poco a poco Barry se ha construido su propia carretera: un híbrido de géneros que todavía está por definir y que está en camino de convertirse en algo único. El sábado pasado, Barry B perfiló un poco más su futuro musical.
Los artistas que más le han inspirado son claros desde el momento en el que el arandino sale al escenario con una chaqueta de cuero, unas gafas oscuras y una camiseta a rayas, negras y azules. Todo muy Velvet, pero también muy Stone Roses. En otras ocasiones, a Barry tampoco le ha faltado el outfit con chándal de Adidas que tanto han llevado los Gallagher. La estética hooligan es lo suyo.

La reacción del público con ‘Joga Bonito’ demostró que es uno de sus temas más queridos y, por lo inclasificable que es, de los que mejor le definen. Unas renovadísimas ‘Taj Mahal’ y ‘Kit Kat’ pusieron a prueba a los asistentes, siendo sus primeras canciones, y quedó demostrado lo leales que son los fans de Barry, cantando línea tras línea. Nada de «falta de serotonina”. Gracias a su gran banda, Barry es capaz de reimaginar sus lanzamientos más tempranos para que casen mejor con su nueva visión. En este sentido, ‘Soleá’, con un espectacular solo de Elías Maro, se llevó la palma. La otra cara de la moneda es ‘ROOKIES’, el banger de trap definitivo de Barry, que resultó en un breve karaoke colectivo, con la canción cortándose a la mitad. Barry B ya no está en ese rollo.
Se vivió lo viejo, pero también lo nuevo. El lanzamiento de ‘CHATO’ es un antes y un después en la carrera de Barriuso, mostrando una nueva cara a sus seguidores y ampliando su público a la vez. Lo mejor es que tiene mucha vida más allá de los singles, algo que no pasa tan frecuentemente. Por eso ‘Todo ese dolor’ y ‘Vis a Vis’ fueron tan bien recibidas, consiguiendo que toda una sala gritase «Yo nunca he creído en Dios» a pleno pulmón.
Los conciertos de Barry ahora se caracterizan por una mezcla muy bizarra de locura y sensibilidad. El lado salvaje e imprevisible del arandino brilla en temas como ‘TUSSI’ y ‘SWISH’, siendo este un espectáculo dentro del propio concierto. Las caras que pone cuando es poseído por la música basculan entre el Jim Carrey más desatado y alguien recibiendo un puñetazo a cámara lenta. Su actitud general, de comerse el mundo. Como el adorno de su micrófono, el otro lado de Barry B es puro corazón.

Esta faceta tuvo su punto álgido con ‘El lago de la pena’, una verdadera joya que ha funcionado tan bien como se merece y que se ha convertido en una de las grandes favoritas del fandom. Esto se notó con la salida de Gara Durán, recibida como si la mismísima reina se hubiese dignado a subir al escenario. Con Barriuso en la guitarra, ambos regalaron un precioso dueto con el que era difícil no derretirse. El momento beso terminó de matar por completo a los presentes. Vítores, gritos, silbidos… parecía que se habían casado allí mismo.
Pese a llevar solo una semana fuera, ‘Infancia Mal Calibrada’ fue acogida como un clásico. Sin embargo, ya se sabe cuál es la joya de la experiencia Barry B. Suenan los primeros acordes de ‘Yo pensaba que me había tocado Dios’ y el público se desconfigura al instante. Todos, asegurándose de estar en primera fila de pogo. La sorpresa, en esta ocasión, fue Barry asumiendo el papel de Moisés y pidiendo que el público se dividiese en dos partes justo antes del puente del tema, solo para meterse en medio y disfrutar de su propio caos. Esto también tiene mucho corazón.