Desde hace un año, se celebra la Pasarela Cibeles en el Parque del Retiro de Madrid (antes se ubicaba en el IFEMA, y su traslado trajo alguna que otra polémica por un incúmpleme allá esos contratos y tal). Y como cada año, asistimos a la mayor concentración de mamarrachadas por metro cuadrado existente en el planeta. Nadie entiende cómo en televisión este tema de las pasarelas puede parecer tan glamuroso, y sin embargo en directo es tan caspa. Imaginamos que una de las causas fundamentales de este hecho son los diseñadores que desfilan, entre los que destacan Francis Montesinos o Victorio & Lucchino como mayores exponentes de la chabacanería, el mal gusto, el barroquismo y lo recargado, pese a que este año la colección del matrimonio sevillano no fuese tan bestia como nos tienen acostumbrados (¡incluso había piezas que se salvaban!). Lo de Francis Montesinos ya sí que no tuvo nombre, eso sí.
Por otro lado, tenemos que hablar de los diseñadores supuestamente modernos, que tampoco terminan de convencer. Lemoniez presentó lo que podría haber sido un desfile de H&M y Davidelfin repitió hasta la saciedad patrones que ya tenemos más que aprendidos. ¿A cuántas modernas veremos a partir de ahora con el broche-vudú? Seguro que a cientos.