«Lo que se ha ido se ha ido, pero al menos alguna vez lo tuvimos». Esta es una de las agridulces citas de Edison Woods, la banda de Brooklyn liderada por Julia Frodahl que ahora publica su tercer álbum, ‘Nest of machines’. De la horrible portada que lo ilustra al menos sacamos en claro el aislamiento intimista y, como en el caso de Marissa Nadler, casi siniestro de muchas de las producciones del grupo.

Guiños slowcore, a Leonard Cohen o a Björk de clara inspiración cinematográfica nos remiten en los mejores momentos del disco al universo de David Lynch y Angelo Badalamenti. Hasta el punto de que algunas pistas como ‘Letter to the garden’ suenan tan meramente funcionales que casi te falta la película. Con la ayuda de algunos de los músicos de Antony & The Johnsons, Elysian Fields o The Vanity Set, algunos temas como ‘Last night I dreamt it would last forever’, que no desentonaría demasiado en el ‘Felt Mountain’ de Goldfrapp, asfixian. Otros, como ‘Swing swan’, quizá no alcanzan sus objetivos, pero tampoco estorban. 7.

Este año es el de los niños en la música, y no porque José Luis Perales vaya a sacar un recopilatorio para dejarles cantar, sino porque varias de las sorpresas musicales nos vienen de la mano de gente muy joven. Ayer os comentábamos el pop balcánico de Beirut y ahora le toca al turno a Lo-Fi-Fnk, un grupo de dos jovencitos suecos que se rumorea que tienen 22 años. Yo por alguna que otra foto que he visto y el empanamiento que tienen en su vídeo ‘Wake Up’ más bien opino que están en los 16. Menos mal que no está penada la p*edofilia musical.

Pues estos imberbes recién salidos del cascarón han conseguido hacer con ‘Boylife’, su primer LP, lo que hubiese hecho a Daft Punk perder los cascos: un disco casi perfecto de electropop que a la primera escucha te deja pegado a la silla del shock, a la segunda te tiene bailando por la habitación y a la tercera ya se ha convertido en uno de los discos imprescindibles del año. Y es que un LP lleno de temas en los que la mayoría podrían ser singles como ‘City’, ‘Wake Up’, ‘Change Channel’, ‘What’s on your mind?’, ‘Steppin Out’… tan sólo puede ser de sobresaliente. ¿Qué les darán de comer a estos suecos? 8,5

¿Qué hace un niño de 19 años componiendo canciones que parecen sacadas de una orquestilla balcánica? Sobre todo si este niño es de Albuquerque, Estados Unidos. Pues no lo sé, pero más o menos es lo que hace Zach Condon (el niño de la orquestilla que lo toca todo) con ‘Gulag Orkestar’, un trabajo que sorprende por discurrir entre las voces de Dominique A, las canciones de Yann Tiersen, las melodías del compositor de bandas sonoras bosnio, Goran Bregovic y la producción de los artistas con acordeón del metro.

Desde ‘The Gulag Orkestar’, marcha del lamento inicial, el niño nos lleva por sonidos cargados de emotividad para más tarde invitarnos a echarnos unos bailes folclóricos en ‘Brandenburg’. El tema más destacable es ‘Postcards from Italy’, una reinterpretación balcánica del pop nórdico de Jens Lekman. Y entre tanta trompeta y mandolina, nos regala unos ritmillos de Casiotone en ‘Scenic World’. En la última canción, ‘After the Curtain’, con sus pinceladas indietrónicas nos recuerda que él es un americano del siglo XXI. Por si a estas alturas del disco ya se nos había olvidado. 7,5

Hay que hablar del disco de Beyoncé por 2 razones: la relevancia que alcanzó ‘Crazy in love’ y la desesperación de Sony BMG en su maniobra comercial para vender este disco. Hace unas semanas comentábamos que ‘B’Day’ no estaba funcionando muy bien, por lo que la discográfica ha optado por enviar a las radios 3 singles simultáneos después del fallido ‘Déja-vu’: ‘Ring the alarm’, ‘Upgrade u’ e ‘Irreplaceable’. Si los unimos al previo ‘Check on it’, que aparece como bonus track, significa que estamos ante un disco que, con 2 meses de vida, ha visto 5 singles editados nada menos.

La estrategia, en lugar de probar la solidez de ‘B’Day’, deja a la luz todas sus carencias, porque de todo, lo único parecido a una canción es la balada, ‘Irreplaceable’, que de hecho está más o menos funcionando en la precampaña navideña. Entre el resto, hay que cavar bastante para encontrar una frase tarareable, un ritmo sugerente, una melodía en definitiva. Y para colmo, hay un «encore for the fans». Habrá que hacer un top de peores homenajes a los pobres fans. 2.

Tengo varias pesadillas recurrentes: que me falta una asignatura para acabar la carrera y no me había dado cuenta, que tengo que dar a la beneficencia 5 paquetes de lentejas por cada paquete de lentejas que compro, que tengo que traducir un libro larguísimo de un idioma que no domino… Casi todas están relacionadas con la infinidad de algo. El segundo disco de Joanna Newsom es como una de mis pesadillas hecha realidad.

Joanna, con una voz entre las CocoRosie y Björk y un estilo próximo a Final Fantasy (fans de estos 3, dadle una oportunidad sí o sí), es una cuentacuentos que sobre arpas, cuerdas y vientos, canta temas de entre 7 y 16 minutos de duración. Podría ser flamenca, pero es de California. Por supuesto toda su familia tiene algo que ver con la música y quien no toca la guitarra, toca el piano y quien no, el violonchelo. Ella empezó componiendo instrumentales, algo que no se nota, porque en los 55 minutos de ‘Ys’ la tía no calla, y desde 2002 ha publicado varios EP’s, un largo llamado ‘The Milk-Eyed Mender’ y ha salido de gira con Devendra Banhart y Smog.

Medios como The Guardian y Uncut, entre otros, han puntuado ‘Ys’ con un 10. Pitchforkmedia se ha quedado en un 9,4, burlándose de las manos pop, adolescentes e inexpertas en las que pueda caer el disco. Pocos son los medios que, como Rolling Stone, se han atrevido a suspender el disco calificándolo de «indigesto». Después de 4 escuchas y alguna lectura de las letras, diccionario en mano, que he tenido que dejar por imposible porque ciertamente hay que ser bilingüe o ponerle muchas ganas para enterarse de algo, puedo decir que ‘Emily’, pista 1, no me desagrada, me empiezo a cansar en ‘Sawdust and diamonds’, y cuando llevamos 40 minutos de disco, termino pensando: «Tía, cállate ya». Y es que 1) no es tan brillante lo que dice, 2) el estilo antiguo al que recurre en algunos momentos me apetece muy poco, 3) la música no redunda en lo que dicen las letras, que me parece estupendo, pero es que a veces casa tan mal o añade tan poco que te da lo mismo que estuviera sonando una trompeta que una guitarra que unas castañuelas. Está muy bien que recordemos que no todos los discos son para escuchar en cualquier momento, de la misma manera que no todos los libros son para leer en el metro, pero los resultados podrían causar un poco menos de jaqueca y taquicardia, en estos días griposos y virulentos. 4.

Poco ha durado Sr Chinarro en El Ejército Rojo, subsello de RCA, a su vez subsello de Sony BMG. Ahora en Mushroom Pillow, donde curiosamente se encarga de su promoción la misma persona que antiguamente en Acuarela (¡cuántas vueltas da la vida!), el proyecto de Antonio Luque sigue su faceta luminosa y «comercial». ‘El mundo según’ le hará seguir ganando adeptos entre los amantes del pop, para los que Sr Chinarro va dejando de ser, poco a poco, una simpática falta de ortografía en la portada de un disco, para muchos, antológico, ‘El por qué de mis peinados’ (sic).

Posiblemente falla el single escogido, ‘La decoración’, pero sólo porque el álbum funciona mejor en conjunto: las canciones son muy cortas y animadas, con alguna excepción como ‘El lejano oeste’, que tampoco es precisamente una balada; y las que en principio parecen un poco más flojas, nos demuestran gracias a sus preciosos arreglos que Antonio Luque llegó mucho antes que los Decemberists.

Tengo especial debilidad por las pistas más aflamencadas y andaluzas. ‘Del montón’ pone los pelos de punta en su estribillo a varias voces, mientras que ‘Gitana’ es un curioso encuentro entre ritmos toreros y post-rock. Definitivamente frases como «Te sientes punki con tus plumas Falcon Crest» representan la fidelidad de Sr Chinarro a sí mismo, y temas como la estupenda ‘El mar de la tranquilidad’ la mirada a nuevos públicos más pop. A la venta el 4 de diciembre. 8.

‘Scale’ se convirtió, desde la primera vez que lo oí, en mi disco favorito de Matthew Herbert. Tras la ruptura entre él y su novia, Dani Siciliano, una de las voces principales del disco, el pasado verano, muchas de las canciones adquirieron un valor añadido, elevando ‘We’re in love’ o ‘Those feelings’, ya de por sí bastante buenas, a la categoría de «temazos». Herbert dijo en una entrevista que veía bastante negro volver a trabajar con Dani (casi tanto como la vuelta de Róisín Murphy con su ex a Moloko, por cierto), así que suponemos que este disco, que sí cuenta con su co-producción y composición, es previo a la ruptura, y no una respuesta a ella. En cualquier caso, las vueltas irónicas y premonitorias sobre este culebrón no sólo se manifiestan en algunas letras, sino en los mismos títulos, como el ‘Be my producer’ final.

Más allá de la anécdota telenovelera, ‘Slappers’ tiene el sello inconfundible de Herbert para bien y para mal (samples ruidistas por doquier, electrónica de inspiración jazz…), aunque con menos himnos instantáneos à la ‘Something isn’t right’. El ritmo machacón de ‘Think twice’, la inspiración Massive Attack de ‘Frozen’, el divertido aire blues de ‘Why can’t I make you high’ o la intensidad de ‘Big time’ y ‘Repeats’ libran a esta crítica del título «las caras B de ‘Scales». 6.