
Yo también estaría así de contento, la verdad
Pues no, no estoy de coña. Esta es la historia de un tal Kyle MacDonald, que inició un sencillo juego en su página web. Empezó diciendo que quería cambiar un pequeño clip rojo por algo mejor, que terminó siendo un bolígrafo con forma de pez. Poco después vinieron pomos de puertas de cerámica, barriles de cerveza, motos de nieve, cenas con cantantes e incluso un papel en una película. Con este último cambio, consiguió que el alcalde de un pueblo de Canadá le diese una casa, a cambio de ese papel en la película. Además, en el pueblo de Kipling quieren hacer un monumento con un enorme clip rojo… para homenajear al listillo, claro está.
El caso es que todo el proceso, que se ha podido seguir por el blog de Kyle ha finalizado con esto: el clip inicial le ha reportado al susodicho una casita. Para que luego la gente diga que la vivienda está cara e historias por el estilo. ¡Anda ya! No hay más que abrirse un blog y empezar a intercambiar cosas. En un año, la experiencia nos dice que consigues una casa. Evidentemente, Kyle no reniega de seguir cambiando cosas «la idea era cambiar el clip por algo más valioso, y visto lo visto, lo mismo sigo». Yo también seguiría la verdad. Quién sabe, a este paso, cualquier día te haces con la estación espacial internacional. Yo, por mi parte, cambio lentilla usada por yate en Puerto Banús. Lo mismo alguien pica.





Mi cupo de grupos de brit-pop sentimentaloides se completó a finales de los 90 con Travis. Del primero de Coldplay aún me gustaron algunas, pero para cuando salieron Keane estaba más que saturado. De todas formas, recuerdo la primera vez que escuché un disco suyo, que fue una madrugada en un autobús, y ‘Somewhere only we know’, que es la pista 1 de ‘Hopes and fears’, me pareció una canción preciosa. Pensé que el disco me iba a encantar a pesar de todo, pero cuando el autobús llegó a su destino, 25 minutos después, estaba empalagadísimo de ellos. Unos meses después los vi en Benicàssim y constaté el repelús que me daban, debido a los excesivos amaneramientos de su cantante y su pianista, que parecían sumamente desesperados por emocionar a un público que, evidentemente, permanecía bastante impasible esperando que tocaran simplemente los singles.




Hace dos días, y en sustitución al resumen de ‘Supervivientes’, comenzó a emitirse en Telecinco ‘Yo soy Bea’, la primera copia española (que no la última) de la colombiana ‘Yo soy Betty la fea’, todo un éxito emitido por Antena3 hace cuatro años. Por supuestísimo había que darle una oportunidad a la nueva serie aunque sólo fuera por la curiosidad de saber quién desempeñaría el papel de ‘la peliteñida’ y de las terroríficas secretarias, y por descubrir cuánto de fea sería ‘la fea’ (que por cierto, ¡no es tan fea!). Edurne, la de OT, pone voz a la banda sonora, que no tiene comparación con la genuina ‘Yo soy así’. La serie alcanzó un índice de audiencia del 23,5% el lunes y un 22% el martes, nada mal. 


Hay veces que un libro no te gusta porque sus personajes son muy tópicos y están muy mal definidos; otras porque el argumento no tiene ni pies ni cabeza; otras porque es demasiado denso o demasiado ligero; otras porque sencillamente es malo y lo ha escrito un descerebrado. En este caso, ninguno de estos factores ha provocado que este libro me horrorice ya que es una obra excelente la mires por donde la mires; los culpables de este desaguisado han sido los editores españoles, nada menos que 
A la misma hora que 








Hacía mucho tiempo que no veía tan alto en las listas españolas, si es que la había visto alguna vez, una canción tan trance como ‘Más’, el nuevo single de Rosa, que la ha llevado al top 2 en ventas de álbumes en España. Uno se acuerda de Bisbal, de Bustamante, de Manu Tenor, de Soraya, de Chenoa, de Beth, de La Oreja… y casi al lado de cualquier cosa, la vena discotequera que le ha dado a Rosa, la misma Rosa que grabó con 12Twelve un tema para el disco de Luis Hito ‘De Benidorm a Benicàssim’ (en el que colaboraron también Fangoria, Ellos, Jeanette o Nacho Vegas), es un alivio. 










En plena vorágine de los estrenos mundiales de ‘Piratas del Caribe 2’, la británica Keira Knightley me provoca emociones encontradas. Mientras que en el estreno en Los Ángeles me dejó epatada con un vestido de Chanel en blanco y negro tipo babydoll finísimo, en Londres esta mujer me ha dejado medio en coma ante el número de desastres estilísticos que dominan su imagen. Para empezar, el traje en sí (lo firma Gucci, me ha parecido leer) no es ni mucho menos feo, pero sí es una pieza muy complicada de llevar y con un escote muy arriesgado que sólo se debería lucir con un mínimo de talla 85 de sostén. Keira llega difícilmente al 80, y lo que sobresale entre las tiras doradas es una suerte de costillar excesivamente marcado y nada de carne. Gran fallo de la estilista, y no el primero. 


