Mi cupo de grupos de brit-pop sentimentaloides se completó a finales de los 90 con Travis. Del primero de Coldplay aún me gustaron algunas, pero para cuando salieron Keane estaba más que saturado. De todas formas, recuerdo la primera vez que escuché un disco suyo, que fue una madrugada en un autobús, y ‘Somewhere only we know’, que es la pista 1 de ‘Hopes and fears’, me pareció una canción preciosa. Pensé que el disco me iba a encantar a pesar de todo, pero cuando el autobús llegó a su destino, 25 minutos después, estaba empalagadísimo de ellos. Unos meses después los vi en Benicàssim y constaté el repelús que me daban, debido a los excesivos amaneramientos de su cantante y su pianista, que parecían sumamente desesperados por emocionar a un público que, evidentemente, permanecía bastante impasible esperando que tocaran simplemente los singles.
‘Under the iron sea’, su segundo álbum, reniega aún del uso de guitarras (no aparecen acreditadas aunque yo juraría que oigo efectos y pedales de todos los colores), y ha sido recibido con entusiasmo por sus fans, que lo han encaramado a las primeras posiciones de las listas de todo el mundo (Estados Unidos incluido). Su sonido es continuista, a pesar de que ‘Atlantic’ bebe tanto del ‘OK Computer’ como ‘Is it any wonder’ del ‘Acthung Baby’; pero sin ningún tema a la altura de los éxitos de ‘Hopes and fears’. Y lo peor es que aparecen todos los síntomas, uno a uno, de banda borracha de éxito y poder: repetición de sí mismos, finales grandilocuentes (‘Put it behind you’), canciones políticas (‘Bad dream’) y ripios constantes. Fans, no dejéis de verlos hoy en Madrid y mañana en Barcelona. 3.