Cuando ves una cantidad de televisión que a ti mismo te da vergüenza hasta reconocerlo, desarrollas un criterio más o menos extraño. Hay programas buenos, hay programas malos y hay programas que -de malos que son-, son fantásticos. Este es el caso de Supermodelo 2006, el nuevo reality show de Cuatro.
Trece chicas concursan (y ¿estudian?) para convertirse en top models, y mientras tanto, nos lo echan todo por la tele. Evidentemente, esto da lugar a un programa realmente surrealista que va camino de convertirse en un must de la temporada. Dejando a las concursantes a un lado, con las que no me voy a meter mucho porque hay incluso menores de edad (!) vamos a comentar tres cositas acerca del mismo…
1. La presentadora: ¿Quién dijo que presentar es fácil? Judit Mascó siempre me ha parecido una mujer guapísima, pero… la verdad es que como presentadora no tiene precio, de lo mala que es, claro. Qué barbaridad esas conversaciones en vacío con los micrófonos abiertos, en plan “salgo cuando me digáis, ¿eh?”.
2. El jurado: otro de los aspectos del programa que es para verlo. Por un lado tenemos al fotógrafo francés, que ha sido contratado únicamente por tener un verbo afiladísimo y por mostrar bien de pelambrera en el pecho. A su derecha, está Paola Dominguín, esa gran modelo y musa de Francis Montesinos. Y a su izquierda Antonia Dell’Ate, conocida por dejar a Armani en la estacada para casarse y divorciarse de Alejandro Lecquio y por haber desfilado en todos los Carrefoures y Gigantes de España. Junto a ellos, cada semana, una top model diferente.
3. El público: ayer la front-row se compuso de curritos de una obra cercana, con cascos y chalecos reflectantes incluidos. Vaya tela, tíos. Yo esperaba que interactuasen un poco más –le hubiese dado ritmo al programa, al menos-, pero fueron bastante comedidos. Faltaron piropos tipo “tienes unos ojos tan bonitos que te comería to’l papo” y similares.
4. Los profesores: esta parte es bien jugosa. El profesor de pasarela es un italiano completamente IN-SO-POR-TA-BLE que no hay por dónde cogerlo, con sonrisa de malo y un acento que produce urticaria a cualquiera. Luego está la profesora de estilismo, que también hay que verla. ¿Qué eran esos pantalones con flecos de ayer? ¡Por favor! ¡Pero qué cúmulo de despropósitos llevaba esa mujer! Propongo utilizarla para el próximo “Look de la semana”. Sin embargo me surge una duda… ¿tendrán profesor de drogas varias? Tendrán que enseñarles a ponerse bien de coca a lo Kate Moss, ¿no?
5. Las concursantes: Otras que también se merecen un capítulo aparte. La condición fundamental para entrar en el programa era que llorases mucho, así que imagino que si se hubiera presentado Bustamante, hubiese entrado de cabeza. Lo mejor son esos sollozos y ese rímel corriéndose por toda la cara.
6. Las críticas: vaya barbaridad, ¿cómo se puede tratar así a la gente? Para quien no lo haya visto, es de recibo comentar que las críticas positivas brillan por su ausencia. Desfilas mal, andas mal, miras mal, posas mal. Todo lo hacen mal, y se pasan el día diciéndoles que la vida de modelo es muy dura y que están desperdiciando el tiempo. Sinceramente, supermodelos no sé si van a salir muchas de ahí, pero traumas psicológicos caerán seguro. Mi frase preferida de ayer fue “Si yo fuera Victorio & Lucchino estaría muy enfadado. ¿Vosotras sabéis la oportunidad que habéis desperdiciado? Cada uno de esos trajes costaba 4.000€”. Les faltó decir “esos trajes valen más que vuestras vidas, modeluchos de tres al cuarto”.
7. La publicidad: en los cortes de anuncios, soportas menos publicidad que durante el programa. Muy fuerte.
8. Las nominaciones: y esto es ya lo último. Vaya historia con las nominaciones, que el jurado se tiene que levantar y tocar el hombro a las concursantes para comunicarles que están salvadas. Esta parte es realmente fastuosa, y les repiten palabra por palabra la misma frase. Luego llega el turno de Judit Mascó: “Sólo puedo salvar a una”. Qué arte, me caían lagrimones como puños de la risa que me entró.