James Murphy, bandera principal de ese cruce entre punk y funk que ha dado lugar a una de las etiquetas que más vergüenza da pronunciar en voz alta, pero no por ello menos interesante, ha definido uno de los mejores «revivals» de los últimos años. Ese que mete ingredientes ya conocidos en una Thermomix para crear algo con un sabor nunca antes experimentado. Y lo peor, es que lo suyo es puro pop de lo más digestivo. Como resultado, las producciones del grupo en su sello, el ya antológico DFA, representan el sonido de la electrónica de esta década.
En Nueva York, en 2002, después de hacerse famosillo pinchando una mezcla atípica de disco y krautrock, entre otros, a James Murphy un buen día le pareció que lo que hacía era una bobada y creó su primer single, sobre «horrorizarse a partir de lo tonto que había sido». En otras palabras, decidió pasar él a ser el autor de las canciones y no el DJ y de su amor por la música es de lo que habla, en tono irónico, el primero de sus himnos, ‘Losing My Edge’, en el que menciona a Can, Suicide, Joy Division, Todd Terry y un larguísimo etcétera.
«Estuve en el primer concierto de Can en Colonia» y «Presencié los primeros pasos de Suicide en un loft de Nueva York en 1974» son algunas de las ilustres frases de ‘Losing My Edge’, amén de esa lista de decenas y decenas de bandas que Murphy sabe citar mientras los jovenzuelos se acercan amenazantes para robarle su lugar en el mundo de la música. Es una canción para la historia, sobre todo porque James no es un pedante sino una persona muy sencilla, pero ni siquiera es la mejor que LCD Soundsystem sabrían firmar.
Después de ella llegarían el single de ‘Yeah’, que parece creada para disfrutar en sus excelentes conciertos (alrededor de 2005 sin duda LCD era la banda a ver en vivo), y los trallazos incluidos en su homónimo debut. La jugada para el lanzamiento del disco ‘LCD Soundsystem’ sería además magistral. En un CD2 se incluirían los singles ya publicados junto a sus caras B, mientras que el CD1 ofrecería canciones totalmente nuevas, pero igualmente disfrutables y nada decepcionantes. Así los que no tenían los maxis podían hacerse con un disco con todas las canciones importantes, y los que sí los tenían podían disfrutar de 9 temazos nuevos que a nadie podían decepcionar, por el mismo precio.
La elección para abrir el álbum y single principal sería ‘Daft Punk Is Playing In My House’, que sigue siendo el mayor éxito del grupo hasta la fecha (top 29 en Reino Unido), y en el que de nuevo bromeaban sobre sus ídolos del pop. La favorita del público sería sin embargo claramente ‘Tribulations’, un trallazo electropop cuyo bajo y voces buscaban y encontraban con éxito un subidón final.
Hay de todo en ‘LCD Soundsystem’. Hay bajos claramente disco, hay guitarras claramente funkys, hay teclados psicodélicos, sintetizadores electro…, pero nada desentona y todo ocupa el lugar adecuado gracias a una producción sin mácula. ‘Too Much Love’ exploraría más profundamente el funk y ‘Movement’ las guitarras, mientras que con medios tiempos como ‘Never As Tired As When I’m Waking Up’ o ‘Great Release’, Murphy se centraría en lo que verdaderamente ha sido y será siempre su obsesión: la melodía de la canción, por suerte. Pero a pesar de la variedad de estilos tocados, a todos les une una línea argumental que te hace darte cuenta de que todo lo que te ha gustado siempre, por encima de sub-etiquetas, es pop y punto.
Quizá el segundo álbum, ‘Sound Of Silver‘, más corto, condensaría mejor las virtudes de Murphy, pero es el primer álbum el que crea una escuela de la que sus coetáneos The Rapture, Radio 4, Hot Chip y compañía aprenderían un montón, con mejores y peores resultados.
Curiosamente, a pesar de su éxito en festivales, LCD nunca se ganarían del todo el favor popular. Los medios hablan tanto de ellos que parece que triunfan, pero no. No hay más que echarle un vistazo a sus humillantes ventas o, peor, a su humillante posición en Last FM. La semana pasada por ejemplo fueron el 238º artista más escuchado, por detrás de gente como The Knife, Crystal Castles, Röyksopp, Of Montreal, Iron & Wine o Sufjan Stevens. Nada en contra de estos artistas, algunos de los cuales pasarán también por este especial «Discos de la década». Simplemente es llamativo que canciones en resumidas cuentas tan poperas hayan pasado tan desapercibidas incluso para el circuito indie.