Discos de la década: Nosoträsh

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Discos de la década: Nosoträsh

Nosoträsh ya habían dado algún aviso de genialidad en sus dos primeros álbumes, pero ni siquiera los que siempre confiamos en su talento imaginamos que entregarían una obra tan mayúscula como ‘Popemas’. El tercer disco, que rara vez es el mejor de un artista (las excepciones, como ‘OK Computer’ o ‘Urban Hymns’, existen, pero son pocas), dejaría boquiabiertas incluso a las revistas más rockeras y exigentes con el mundo del pop.

Unos tienen el virtuosismo, son los que mejor tocan en directo y los que tienen más tiempo e interés en pasar las horas en un local ensayando y otros nacen simplemente con el mayor de los talentos para escribir canciones tan tiernas como mordaces.

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El concepto era claro. Más que canciones de estribillos pop como ‘Voy a aterrizar’ el grupo se había encontrado componiendo una serie de poemas pop que bautizaron como «popemas», según una entrevista con Muzikalia, a Ibon Errazkin, compañero de discográfica, le gustaron el concepto del disco y las letras, y grupo y productor se metieron en el estudio para grabarlo.

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‘Popemas’ en el fondo no es más que otro disco sobre el amor (aunque la web de Elefant apunta, curiosamente, que habla en gran parte sobre la maternidad), que como tantos, recurre a la lluvia, al invierno y al frío como metáfora de la soledad, de un abandono o de una tarde muy tonta en que, sin motivo, te sientes solo. Si encuentra un punto de deliciosa originalidad es en su apasionante conjugación de esos recursos manidos («gritar hasta quedarme afónica / llorar hasta que me entre la sed»), con otros más modernos y divertidos («corazón colilla, me fumo la vida / el amor me dura lo que una cerilla»), pero siempre hermosos y envolventes («Dormir cien mil horas, soñar que me quieres y no hacerme daño el pellizco»).

A Nosoträsh, como a Vainica o a Gloria Fuertes, les ha encantado siempre recurrir a la cotidianeidad para hablar de su dolor, pero lo hacen de una manera muy particular, a menudo rozando un surrealismo fetichista casi incómodo, como en la favorita ‘Polilla’, en la que guardan la piel del amado en un armario y la sacan año tras año para protegerse del frío acechante… cada vez con menos éxito porque se la están comiendo los bichos del armario. ‘Tan sólo por los besos’ habla simplemente de una pobre muchacha esperando bajo la lluvia, pero la imagen de un río bajo los pies, por el que «bajan barcos de colillas que se encallan en la esquina de una vieja alcantarilla» te deja preguntándote en qué desagüe ha terminado el amor que estabas esperando.

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Las canciones, que son gigantes de por sí, se redondean en la producción de Ibon Errazkin, que da por ejemplo a ‘Corazón colilla’ un sonido tribal que sienta perfectamente a lo que cuenta el tema. También los coros de Nacho Vegas, novio en la época de una de las Nosoträsh, hace unos bonitos coros en »Tres tristes tigres’, antes de que la pista sorpresa presente una nueva letra de ‘Nenyures’, que aparecía en su debut, como recordando que el talento de las chicas siempre estuvo ahí. Quedaron en el tintero colaboraciones de Fernando Alfaro, que tenía que haber cantado una estrofa de ‘Corazón colilla’ pero se puso enfermo y de Gloria de Vainica Doble, que querían que hubiera cantado ‘Arte’ a dúo, pero dijo que no porque ya estaba retirada.

El disco, cantado y compuesto por las diferentes chicas del grupo (los detalles de a quién pertenece cada popema y las letras pueden consultarse en la web de Elefant, y por supuesto en el CD) muestra posiciones más victimistas («por cenicero tuve un corazón, nunca dejaste de fumar») y otras más triunfales (‘Gloria’). Como una metáfora de la vida, en la que a veces se gana y a veces se pierde, ‘Popemas’ es desde su edición quizá el mejor «disco-kleenex» que ha entregado el pop en castellano.

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