Después de Björk llegarían Sigur Rós y después de Sigur Rós llegarían Múm. La música islandesa ocuparía grandes páginas en las revistas de tendencias, antes de que Canadá y Suecia la dejasen fuera por una simple cuestión de probabilidad (en Islandia viven sólo 300.000 personas). Sin embargo, la identidad de estos grupos perdura. Aunque sea un tópico decirlo, un lugar tan aislado y frío tenía que producir este tipo de música tan perfecta para el recogimiento (esa palabra).
La crítica recibió con gran entusiasmo el primer disco de Múm, ‘Yesterday Was Dramatic -Today Is OK‘, publicado en el año 2000. Incluso se llegó a pensar que Björk les había sampleado para ‘Vespertine’ (2001). Sin embargo, sería su segundo álbum, ‘Finally We Are No One’, el que llegaría a mayor público, no sólo por la moda indietrónica creciente en la época, con otras bandas como Lali Puna y el hype en torno al sello Morr Music (Thomas Morr aparece en los agradecimientos), sino porque la sucesión de ruidos tomaba forma en canciones más diferenciables. Como en el caso de los Streets, aunque el primero era el revolucionario, el segundo era el que la mayoría podía incorporar a sus vidas y el que ha terminado resistiendo el paso del tiempo más allá de las modas.
En una entrevista con Mondo Sonoro en la época recalcaban que la base de todas las canciones residía en instrumentos y sonidos analógicos. Quizá por eso su sonido no dejaba tan indiferente como para muchos aún cabría esperar para tratarse de un disco aparentemente tan electrónico. «Siempre es así. Más adelante es cuando los trabajamos con herramientas electrónicas y llegamos al sonido definitivo. No hay una división entre los dos medios, todo lo contrario: creemos que ambos funcionan perfectamente en un mismo ámbito», decía Örvar Þóreyjarson Smárason, uno de los chicos.
Örvar salía con una de las gemelas Valtýsdóttir, del grupo, las que aparecían en la portada ‘Fold Your Hands Child, You Walk Like A Peasant’ de Belle & Sebastian. Y aunque ambas terminarían abandonando Múm, sus funciones a las voces, al acordeón o al piano (son multi-instrumentistas de formación clásica) son esenciales, en el caso de las voces más que por lo que dicen, por cómo lo dicen, por esa delicadeza con que intervienen en canciones como ‘We Have A Map Of The Piano’.
Los títulos de las canciones acompañan lo que transmiten en algunos casos, siendo ‘Now There’s That Fear Again’ el ejemplo más claro, pero otras veces son innecesarios porque los temas ya hablan lo suficiente por sí mismos (Sigur Rós publicarían un álbum sin títulos el mismo año) o son una pequeña broma, como es el caso de ‘I Can’t Feel My Hand Anymore, It’s Alright, Sleep Tight’, un tema con matices muy Yann Tiersen y un poco Michael Nyman. Bromas aparte, el disco, casi sin letras, resultaría profundamente intimista e introspectivo. Sensación a la que contribuye el misterioso texto del libreto, en el que dos personajes, después de presenciar un accidente y resguardarse bajo un túnel, concluyen: «Finally We Are No One».
A pesar de la obsesión e inspiración en gente como Aphex Twin, es curioso que el grupo se hubiera conocido en 1997 trabajando en una obra de teatro infantil. Quizá por lo que termina calando tan hondo ‘Finally We Are No One’ es porque es un disco de manual para encerrarte en tu cuarto, ponerte unos cascos y dejarte llevar. Y no por lo relajante que puedan tener los sonidos ambientales de canciones como ‘The Land Between Solar Systems’, sino porque de alguna manera supone un profundo viaje en el tiempo hacia tu pasado o al interior de ti mismo.