Hay dos tipos de FIB, el de los conciertos y el que es un poco más ajeno a los conciertos. Y no estamos hablando de las actividades extramusicales oficiales (teatro, danza, arte, cine), sino de la vida dentro del recinto que no tiene nada que ver con la música. Y es que mientras los no asistentes demandan más y más información sobre cómo fue el concierto de su artista favorito, el fiber tiene que sobrevivir. Aquí va una evaluación sobre todo aquello de lo que nunca se habla en los medios de comunicación, pero esencial dentro del recinto. Alcohol, comida y sexo, aunque de este, poca cosa.
El gran escándalo no musical del año ha sido el hecho de tener que pagar 7 euros por los horarios, que para colmo el domingo no se cumplieron. De acuerdo con que, debido a la crisis, no haya sido posible regalar miles y miles de libretos que además terminan siempre destrozados por el suelo, ¿pero era necesario no ofrecer la posibilidad de descargarlos desde la página web para que cada uno se los pudiera imprimir en su casa? Por el contrario, incentivar el ingenio y la creatividad de los fans de la música es plausible y era una gozada ver cómo la gente se las apañaba para no pagar por ellos. Hay quien los compartía, hay quien se los apuntaba en el móvil como sms y hay quien los fotografiaba con su móvil y se los guardaba. A juzgar por el gran número de camisetas «homemade» que vimos con carteles hipotéticos para 2010, seguro que hubo hasta quien se hizo una camiseta con ellos.
Otra curiosidad sobre el FIB Heineken es la gran calidad de la amplia oferta culinaria. Todos recordamos aquel veneno que se vendía como bocadillos en el Summercase, ¿verdad? Las decenas de puestos de comida repartidos por todo el recinto ofrecían a los asistentes una gran oferta de todo tipo de arroces, todo el tipo de comida rápida que te puedas imaginar y opciones vegetarianas. Por unos 4,5 euros podías comer una hamburguesa casera con cebolla frita de verdad mucho más rica que la de un McDonald’s.
Sobre el precio de la bebida y la venta de tickets podríamos tomar dos posturas: la de que es un timo pagar 7,5 euros por un litro de cerveza y la de que por lo menos no pagamos 8,5 euros como en los conciertos de Pet Shop Boys y Kylie; la de que es muy fuerte pagar 2,5 euros por una botella de agua y la de que por lo menos el Red Bull vale lo mismo.
Algunos piensan que en la zona de prensa hay bebida gratis, pero sólo es algo más barata. Aunque para anécdotas sobre la zona de prensa, lo sucedido el sábado. Mientras el jueves y el domingo parecieron días más tranquilos, este día, durante el exitoso concierto de Franz Ferdinand, los puertas de la zona de prensa tuvieron que lidiar con un aluvión de fibers que intentaron colarse, probablemente pensando que se encontrarían dentro con su famoso favorito, cuando en realidad los famosos están en un backstage aparte (y los que están, porque algunos como Depeche Mode en su año duraron como 5 segundos más de lo que duró su show). Tras comprobar cómo un fiber ofrecía un billete de 10 euros a un puerta para que le dejara pasar «sólo 5 minutos», decidí preguntarle si le habían intentado sobornar muchas veces: «Y no te imaginas lo que me ofrecen las tías», fue su respuesta.
Por el contrario, otras veces los fibers no hacen uso de las cosas que el festival les ofrece gratis. Uno de los días, después de que tanta cerveza empezara a pasar factura, decidí probar suerte en un puesto del Samur. ¿Me darían un Omeprazol gratis? «Ni de coña, ¿verdad?», pregunté. «Pues claro que sí», fue la respuesta, aunque al final me dieron un almax, con el que se me abrieron igualmente las puertas del cielo. Te toman los datos, te preguntan tu edad, cuántas veces has ido al FIB, cuántos días llevas en Benicàssim y te catalogan en una lista de incidencias. Como no salía de mi asombro, se animaron a comentarme: «también tenemos condones gratis, pero nadie nos los pide». Pues mira, eso sí que no me sorprende. En el FIB nunca se ha follado mucho. ¿Quién va a irse de su concierto favorito para un polvo y sobre todo dónde? Igual puedes montártelo en unos baños, como esos dos muchachos tan bien parecidos que pasaron de la coincidencia horaria entre Psychedelic Furs, Friendly Fires y Giant Sand, pero desde luego no es lo habitual. Una amiga, que prefiere mantenerse en el anonimato, me daba la razón: «Los chicos no te miran como en Madrid, están… a lo suyo. No hay miraditas, no hay mamoneo, la gente viene a los conciertos, a drogarse o a desinhibirse y ser ellos mismos, pero desde luego no a ligar».
Son estas las cosas que hacen el festival más festival y menos «colección de conciertos». Dicen que los «hooligans» se lo están cargando, pero el viernes la lección de civismo, en medio de las fuertes rachas de aire, fue ejemplar. Eso sí, para el año que viene, ya que todos los consejos y recomendaciones de la organización están traducidos al inglés, proponemos que se publique un decálogo sobre cruce de culturas entre españoles y británicos. Ya sabéis: si eres miope lleva lentillas y no gafas porque te las quitan y se las ponen ellos, si te tocan el culo sonríe y ya está porque si tú les tocas las tetas a ellas a cambio se enfadarán, no te rías de alguien que va disfrazado porque es una costumbre en Glastonbury, etcétera, etcétera.