Un buen día, Tom Ford se levantó de su cama y decidió que iba a coquetear con el cine y a ser director. Caprichos de genio. Tiene dinero para permitírselo, y además en el star-system americano, su nombre no deja de ser garantía de éxito. Ampliamente conocido en el mundo de la moda, es uno de los diseñadores más respetados tras su trabajo para Gucci, Yves Saint Laurent y para su propia marca.
El resultado ha sido ‘A Single Man’ (‘Un hombre soltero’), un primer y frío acercamiento cinematográfico del modisto al universo del celuloide que consigue el aprobado a pesar de coquetear por momentos con el suspenso más que merecido. El filme, basado en la novela del mismo nombre escrita por Christopher Isherwood, narra un día en la vida de un profesor universitario de literatura inglesa (Colin Firth) que debe replanteársela después de haber perdido a su novio en un trágico accidente de tráfico, con todo lo que eso conlleva en la época de los años ’60 (detalles tan agradables como no poder asistir a su funeral o no ser reconocido por su familia).
Lo cierto es que, como decíamos, el filme tiene momentos brillantes. Los más destacados gracias a la interpretación de sus dos protagonistas, que nos podrían hacer pensar que Ford es un gran director de actores de no ser por lo bochornoso de alguna que otra figura que aparece en la película. Pero el caso es que la arenga de Firth sobre las minorías delante de unos alumnos atónitos o el recital sentimental que le suelta su soltera amiga, interpretada por Julianne Moore, ya merecen el pagar una entrada. Con ellos dos en escena parece que el diseñador se hubiera olvidado de ponerlo todo bonito para focalizar su atención en el sentimiento, con lo que se construye una película perfecta. Pero todo indica que son destellos de maestría que todavía están por perfeccionar. Y es que cuando Ford se olvida de ponerse el traje de cineasta uno se termina perdiendo en el cuerpo sin alma del filme, que parece más un carísimo anuncio de perfume de dos horas de duración que una película, por la que desfilan homenajes descarados a autores como Wong Kar Wai o Pedro Almodóvar, abusando de planos a cámara lenta y un excesivo granulado de la película que se antojan innecesarios para contar esta historia…
Si a esto además le sumamos la inclusión de dos tramas que se suceden sin que te intereses lo más mínimo por ellas: la del chapero, interpretado por un Jon Kortajarena, que parece la viva imagen de James Dean; y la de Nicholas Hoult (‘Skins’), un jovenzuelo estudiante que siente fascinación por su profesor de literatura, nos acabamos quedando con un conato de buen producto que por torpeza se torna descafeinado. Aunque, ¿cuántos hacen una obra maestra en su ópera prima? Tendremos que esperar a su segunda película para averiguar si estamos ante el nacimiento de un autor o la descarada, pero envuelta en carísimo papel de regalo, tomadura de pelo de un farsante. 5. Piscu y Farala.