Javier Álvarez ha ganado el Premio de la Música al mejor álbum de pop alternativo por ‘Guerrero Álvarez’, disco conjunto con Pablo Guerrero (este escribió once poemas y Javier los musicó). El álbum es una gran curiosidad, en la que cabe la experimentación electrónica junto a otros instrumentos tradicionales, pero siempre desde una perspetiva bastante minimalista. Hablamos con él sobre este premio, lo que le parecían otros nominados como La Bien Querida o sobre sus abandonados estudios de Filología Inglesa.
¿Qué ha significado para ti este premio?
Este premio ha significado un honor y debo reconocer que me ha hecho muchísima ilusión. Es un reconocimiento que me ha venido estupendo. Tengo 40 años y creo que he currado lo suficiente como para que me den un premio, así que estoy superchocho, encantado.
¿Conocías los premios? ¿Te fías de su criterio, por ejemplo, en el resto de categorías?
Conozco los Premios desde su primera convocatoria, que coincidió con el primer disco mío. Estuve nominado en la segunda edición, no me llevé el premio, pero estuve en la ceremonia. Me parecen los Premios de la Música de verdad, aunque haya otros, y no he estado pendiente mucho de ellos. Mi trabajo me tiene en otras cosas, pero me sorprende que este año casualmente flipé con el nivel de los nominados y los premiados. Todo me parecía interesante. Me congratula decir que soy fan de Javier Corcobado, Fangoria… Los nominados en mi categoría me encantaban. Escuché La Bien Querida y me encantó, Sunday Drivers, Love of Lesbian… Yo creo que había nivelón. Y flipé que el mejor álbum fuera Miguel Poveda. ¡Guau!
Igual la respuesta sería diferente hace un par de meses, ¿pero te sientes reconocido en este país como artista?
Es que últimamente me siento un poco mayor. El premio me tiene un poco tonto. Estoy en una nube. Pero aprovecho para decirte que, como dirían grandes como Rocío Jurado o Dolly Parton, «es un premio que toca». Si no, no hubiera pasado nada, me encantaban los otros nominados. Pero yo tengo una edad, más que merecérmelo musicalmente o no, por edad lo veo guay.
Has tocado varios palos en tu carrera: cantautor, electrónica, ironía en el uso de estilos… Quizá tu propuesta era la que más encajaba en estos premios, que son alternativos pero no, que también valoran el elemento tradicional y melódico…
Quiero creer que sí, aunque hay mucha gente que hace cosas buenísimas y no se lleva un premio nunca. Yo creo que, con toda la humildad, me lo merezco por lo que he trabajado estos años y por lo que comentas tú. Soy muy inquieto musicalmente, me aburro en un estereotipo y consumo música de todo tipo y la que no me da pena, por falta de tiempo. Yo soy muy melódico. Me gusta mucho que me consideres «melódico». Me encantó que le dieran un premio también a Juan Carlos Calderón, nuestro Burt Bacharach… si no es José Luis Perales, del que por cierto sí grabé una canción de las que más me gustan, ‘Por qué te vas’. Si me hubieran llamado melódico en vez de cantautor habría sido más feliz durante estos años. El primer disco sí es más de canción de autor, porque yo me empeñé en que fuera muy folk. En aquel momento era fan de Tracy Chapman, Nanci Griffith, que fue quien me lanzó a la calle con una canción suya, James Taylor, Suzanne Vega, Silvio Rodríguez… A partir de ahí, entró el elemento pop desde ‘2’ hasta ‘Plan Be’, que ha sido mi último disco. Todo eso fue pop.
Últimamente se usa mucho más la palabra folk que en aquellos años, ¿te hubiera gustado más que dijeran que eras un cantante de folk? ¿Te ha perjudicado la etiqueta de «cantautor»?
Sí a lo primero y no a lo segundo. Me dediqué a la Filología Inglesa porque no había una carrera de pop. Bueno, lo desconozco, igual ahora mismo hay una carrera de pop. Yo me metí en Filología Inglesa, aunque nunca terminé, porque era lo más relacionado con lo que yo devoraba: letras en inglés. Nunca me ha fastidiado que me llamen cantautor. Me gusta la música clásica, la electrónica, el flamenco, el hip-hop… Pero yo creo que la gente no me mete en el saco de cantautor con mala leche. Para guiarnos, necesitamos estereotipos, aunque a mí me gusta que me clasifiquen con al menos dos adjetivos.
¿Qué te pasó con Filología Inglesa?
Hice una cosa un poco rara (se ríe). Me iba dejando las marías y me centraba en las duras, que las aprobaba, y al final no terminé porque ya vi que mi vida era otra cosa.
Sobre el disco, ¿ha costado sacarlo?
Ha costado lo indecible, más que nada por el cambio de situación que supone internet desde hace unos años. Tiene todo revolucionado y estamos todos en pleno cambio. Es un cambio positivo, aunque algunos lo estemos pasando muy mal, como en toda crisis, y yo insisto en que estoy currando más que nunca y cobrando menos que nunca. Pero estoy muy vivo y estoy encantado, agradeciendo a las musas que me han premiado bendiciéndome con ristras de ideas y proyectos que cuestan, pero al final se canalizan.
¿Temiste que el disco no saliera a la luz?
Es lo que te decía. Los discos evidentemente ya no se compran, que como fan me entristece. Lucho porque no mueran del todo. Trabajo en ambas direcciones: que mi música sea gratuita, downloadable y whatever… aunque soy muy torpe cibernéticamente porque tengo 40 años. Y por otro lado, soy muy fan de los vinilos y tengo colección guardada por algún lado. Es una pasada tocar la portada, olerla, los libretos… y eso espero que pase con ‘Guerrero Álvarez’.
Hay más discos de poemas musicados. ¿Los conocéis? ¿Os habéis inspirado en alguno en concreto?
Los hemos hecho sin ninguna inspiración en concreto aunque los conocemos.
¿Cuáles os gustan?
Va a parecer peloteo a mi compañía Rosevil, pero me encanta Lebrijano cantando a Gabriel García Márquez, pero no poemas, sino prosa. Fui a verlo en el Teatro Calderón y fue una emoción tremenda. La poesía y la música van muy juntas. Cuando se juntan como en el caso de Pablo Guerrero o Leonard Cohen se produce una cosa muy potente.
¿Hiciste música para todos los poemas que te pasó o hubo descartes?
Hace dos años y pico leí un libro de poemas de Pablo y me emocionó mucho, así que le dije que me pasara un par de poemas o tres para hacer un disco. Luego me dijo con esa voz que tiene que me había hecho once y me conmovió. La gente que nos dedicamos a esto a lo mejor nos emocionamos con cosas que son tonterías pero así es. En última instancia me pasó trece en realidad y deseché dos. Dentro de aquella magia de once, no cupo ese par.
¿Desde el principio tuviste algún favorito?
Me regí por el orden en que me los había pasado, de una manera casi enfermiza. Es el orden del disco, según leí los poemas, según me los dio, así fueron compuestos y así están en el disco.
Según los musicabas, ¿pensabas si algo le podía desagradar? Porque hay muchos elementos muy diferentes entre sí: distorsión, coros salvajes, canciones experimentales, electrónica…
Soy una persona muy rigurosa cuando curro. Ese rigor me ha hecho flipar con lo que estaba trabajando, pero sí estaba acojonado por lo que le pudiera parecer a Pablo. Tenía miedo entre comillas.
Pero al final le gustó…
Ha flipado en colores.
¿Tuviste claro qué canciones llevarían qué tipo de arreglos o alguna la fuiste cambiando?
Ha sido un proceso tremendamente certero, de una manera inaudita en mi vida. Me pasó los poemas una tarde en un café, los leí, pagamos, nos dimos un abrazo, me fui corriendo a casa de la emoción y las canciones brotaron. Fue esto que pasa con las mejores canciones que nos gustan a todos. Es un milagro y me ocurrió. La hice entera del tirón, así estaba escrita.
¿Los coros de ‘Pido las nubes’ también los viste desde el principio?
Más del 50% de los arreglos son de Sergio Molina, de mi banda, que se sale del talento que tiene. Pero eso es otra cosa. Musicalmente, las canciones estaban claras, nítidas. Yo tenía claro que el coro iba a ser «nanana», etcétera.
¿Con las voces en directo del final queríais decir que se había grabado en una sola toma?
Te acercas mucho. Hubo dos, que incluso igual están mezcladas.
El volumen de ‘Arde la tarde’ va variando, ¿no querrías inconscientemente burlarte de esas pistas que te bajas de internet y no sabes si están bien bajadas?
¡Qué bueno!, me sorprende mucho. Me mola, es una idea muy buena, pero no iba por ahí.
La de las «botas» es un homenaje clarísimo a Nancy Sinatra, ¿no?
¡Vamos! Le pedí a Pablo por favor que apareciera en la contraportada sólo ‘Botas de andar’ y no el subtítulo, que viene en el libreto y es «con el recuerdo de Nancy Sinatra». En una recopilación de versiones que se llama ‘Paris Dernier’ aparece ‘These Boots Are Made For Walking’ de Javier Álvarez. Estoy ahí con Al Green, es de las cosas que más ilusión me han hecho en mi carrera.
¿Qué ha pasado con tu carrera como solista? Se te ve muy contento con el proyecto de Pablo Guerrero y con Las Maris.
Cruzo los dedos y toco madera porque pueda gestarse el embrión que tengo como loco en el interior desde hace ya tiempo. Tengo muchísimas ganas de hacer un disco de canciones mías de música y letra.
¿Habrá disco de Las Maris? ¿En qué consiste exactamente este proyecto?
Estamos intentando ser fieles Nieves Arilla y yo al secretismo. Es un concierto que llamamos «cabaret-musical», aunque es un poco redundante. Queremos que sea un viaje musical lleno de secretos. Tienes que venir para que te hechicemos. Sí que creo que tenemos que grabar el disco pero cuando lo pida la gente. Estamos currándolo muy caseramente. Las fotos son una delicia y tenemos material para que el MySpace brille y gane, pero vamos tranquilitos.
¿No están grabados los temas?
Nieves toca el teclado, es pianista, y yo toco guitarra. Pero nuestra baza principal es la voz. Disparamos secuencias, pasan muchas cosas… Estamos experimentando en el estudio que Nieves se está currando. Ella y yo somos como novios, hermanos… Está haciendo un vídeo para su proyecto Facunda, por cierto.
Has hecho varias referencias a tu edad. ¿Cumplir 40 ha sido algo gordo para ti?
Ha significado algo gordo porque es como redondo. Yo no soy experto en numerología, soy más de letras, pero lo del cero tiene algo redondo que cierra ciclos y los abre. Estoy en un momento de encrucijada, pero procuro ver el vaso lleno. Yo creo que el mal es muy importante. Bueno, el bien y el mal. Y cuanto más reconozcamos el mal, más importancia va a tener también el bien.