Viendo ‘Entre nosotros’ es imposible, para cualquiera con un poco de memoria cinéfila, no acordarse del ‘Viaggio in Italia’ de Rossellini. Una pareja en crisis, Italia, vacaciones… La directora Maren Ade es consciente de esas y otras resonancias, y no tiene problema en confesarlas. En concreto su admiración por otros monumentos a la crisis matrimonial como ‘La noche’, ‘Secretos de un matrimonio’ o ‘Una mujer bajo la influencia’. Pero a diferencia de, por ejemplo, lo que hizo Nobuhiro Suwa con la película de Rossellini en ‘Una pareja perfecta’, Maren Ade no ha querido hacer una reescritura a modo de palimpsesto de las obras de Antonioni, Bergman o Cassavetes.
La directora alemana, una de las cabezas visibles de la llamada Escuela de Berlín (de la que el festival de Gijón ya prepara retrospectiva), se aparta de sus referentes por lo menos en lo concerniente a los personajes. A ese respecto las primeras secuencias de ‘Entre nosotros’ son muy significativas. Cuando parece que vamos a ver una historia sobre una pareja consolidada con hijos en común, Ade da un volantazo y nos lleva por otro camino mucho menos transitado: el de una pareja que lleva poco tiempo junta y aún se está conociendo. La película se centra en ese momento crítico donde, pasado el fervor amoroso, se empieza a ver lo que el enamoramiento impedía: que el otro tiene defectos. Ese periodo clave de convivencia, en este caso vacacional, donde la pareja, tras una crisis más o menos intensa, puede salir reforzada y con un proyecto vital en común, o completamente rota, acabada.
Para ello, Maren Ade se apoya en la labor de los intérpretes, sobre todo en una formidable Birgit Minichmayr (premio en la Berlinale). Cubriendo sus deficiencias como narradora, que provoca algún que otro bajón de ritmo, la directora despliega todo su talento en la caracterización de los personajes, en cómo se relacionan. Y lo hace filtrando toda su comunicación a través de un sentimiento: la inseguridad. Falta de seguridad en uno mismo y en el otro. En las capacidades de uno mismo y en el amor del otro. Ese sentimiento del que brota una de las preguntas que más resuenan en la cabeza de muchas parejas: “¿de verdad me quiere?”.
Esa inseguridad se traslada también a la puesta en escena: cámara en mano, inestable, insegura. Y a la misma historia, que gira en un bucle plagado de conflictos, de peleas y reconciliaciones, y acaba casi donde empieza: sin certezas ni conclusiones cómodas. ¿Lo dejan o se irán a vivir juntos? 7.