nudozurdo / Tara motor hembra

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nudozurdo / Tara motor hembra

El segundo disco de nudozurdo, ‘Sintética‘, situó al grupo como uno de los mejores retratistas del dolor de nuestro país. Los más de dos minutos de intro de ‘Mil espejos’, la fuerza escénica de ‘El hijo de Dios’ o la obsesión en ‘Negativo’ calaron hondo y poco a poco nudozurdo fueron acumulando público. Aunque sus seguidores no son de cantar sus letras tanto como los de otras bandas nacionales, quizá porque son demasiado autodestructivas (aunque el fin sea el contrario), sus directos están entre los más consolidados de la escena y se puede decir, sin titubear, que la banda lanza esta semana el que es uno de los discos más esperados del año.


La banda de Leo Mateos, otra vez con nueva formación, quería evitar a toda costa un ‘Sintética 2’, y tenían todo a favor para lograrlo, pues la metodología de grabación ha sido completamente distinta. Hay nuevos batería, guitarrista y bajista, que ahora sí que sí, tienen que estar para quedarse, y todos han aportado ideas en el estudio, trabajando en la (des)estructura de canciones como ‘Laser Love’. Es evidente que el autor de las letras y de gran parte de la música es la misma persona. En ese sentido, ‘Tara motor hembra’ vuelve a hablarnos de la frustración («he soñado con tu madre, me preguntaba si ya era un hombre», comienza diciendo ‘Sueño demo’), la alienación (prácticamente toda la letra y el título de ‘No me toquéis’) y el aislamiento («no hay nadie humano a tu alrededor / siempre has querido ser el mejor», en ‘Conocí el amor’) situando definitivamente la carrera de nudozurdo en el punto donde se quedó la de Eduardo Benavente.

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Sin embargo, en lo musical apenas se repiten viejos trucos y se abren bastantes puertas de cara al futuro en un álbum que a pesar de su caótico título (acorde con las letras), que habla de cargas, máquinas y mujeres (¿será lo mismo?), suena perfectamente cohesionado. Hay dos pistas que superan los siete minutos, a destacar la envolvente ‘Dosis modernas’, de misterioso nombre; pero ninguna se parece en nada a ‘El hijo de Dios’. ‘Sueño demo’, uno de los experimentos más destacados, parece beber de Health; ‘El diablo fue bueno conmigo’ es una balada chico-chica(s) con punteos de guitarra; mientras en otros momentos del álbum se juega con más o menos intensidad con el noise, el kraut o, sí, el post-punk.

En sus momentos más siniestros (‘Conocí el amor’), la banda de Leo suena como muchos hubiéramos querido que sonaran los discos de Parálisis o Joy Division que no pudieron llegar a tener lugar, y en sus momentos más nítidos (‘Golden gotelé’), como tendrían que haber sonado los U2 que se buscaban a sí mismos en ‘No Line On The Horizon‘.

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Duelen las amenazas condicionales de ‘Prometo hacerte daño’, la canción más pegajosa incluso por encima del single ‘Prueba/error’, uno de sus ejercicios más descarados de ruidismo. Duelen las cuerdas que abren ‘Mensajes muertos’ y su letra llena de puntos suspensivos y el «dime «salta» y me tiraré» de ‘No me toquéis’; pero sobre todo duele imaginar a ese Leo atascado entre 2004 y 2008 que, sin poder editar ‘Sintética’ y sin apenas ningún medio que lo defendiera, estuvo a punto de pasar desapercibido incluso para el mundo alternativo de nuestro país. Después de escuchar lo que está creciendo como compositor y frontman, ese sí que habría sido un daño irreparable.

Calificación: 8,5/10
Lo mejor: ‘Prometo hacerte daño’, ‘Mensajes muertos’, ‘Dosis modernas’
Te gustará si te gustan: Parálisis permanente, Décima Víctima, Triángulo de amor bizarro
Escúchalo: Spotify

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