‘Resacón 2, ¡Ahora en Tailandia’… ¡y con un mono!

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‘Resacón 2, ¡Ahora en Tailandia’… ¡y con un mono!

Meter un mono en una película como elemento cómico siempre es de agradecer. Es como ir al zoo: la zona más divertida siempre es el recinto de los monos. Y si ese mono (en realidad mona) viste chaleco rockero, trabaja como traficante de drogas y es una consumada felactriz, la diversión está asegurada.


La mona Crystal, que ya demostró su talento en ‘Novia por contrato’ (2006), es la única gran novedad de ‘Resacón 2’. La segunda parte de ‘Resacón en Las Vegas’ es la misma película con distinto envoltorio. La aplicación estricta de la rentable fórmula de contar el mismo chiste, con los mismos protagonistas, pero cambiando de entorno. De La Vegas a Tailandia. De la capital kitsch de la juerga yanqui al territorio de la farra exótica y “peligrosa”.

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El director Todd Phillips repite de pe a pa el esquema argumental de la excelente primera parte, incluyendo su afortunada elipsis. Preparativos de boda, despedida de soltero, resacón, reconstrucción de esa noche perdida en el recuerdo y vuelta al orden. Todo igual. También los protagonistas. Iconos del estadounidense medio en constante tensión entre las obligaciones de la madurez y la añorada despreocupación de la adolescencia. Y en medio la juerga, el momento de liberación prematrimonial de los instintos socialmente reprimidos.

Esa tensión está representada por dos ambientes geográficos y emocionales: la controlada y profiláctica diversión del resort contra la juerga sucia y salvaje del Bangkok nocturno. El cambio de entorno le sirve al director para explotar, con mayor o menor gracia, los tópicos del turismo tailandés: drogas, prostitución, ladyboys, budismo y caos callejero.

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¿Suficiente para disfrutar de esta segunda parte? No mucho. Eliminado el elemento sorpresa, la película se queda en una repetitiva amplificación de los hallazgos de la primera parte. Menos mal que sale Crystal… 5.

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