¿Cuál es la mejor forma de adaptar un cómic tan mediocre como ‘Cowboys & Aliens’? Haciéndolo trizas. Cambiándolo de arriba abajo como hacía Hitchcock con las noveluchas que adaptaba. Y eso es precisamente lo que han hecho Roberto Orci y Alex Kurtzman, la pareja de guionistas estrella de la ciencia ficción actual (‘Fringe’, ‘Transformers’, ‘Star Trek’). Pero… vayamos por partes, vamos al principio.
‘Cowboys & Aliens’ es una novela gráfica creada por Scott Mitchell Rosenberg, el presidente de Platinum Studios, una compañía que se dedica a producir y desarrollar franquicias de cómic con el principal objetivo de explotarlas en otros medios: cine, televisión, videojuegos. En otras palabras, ‘Cowboys & Aliens’ (ed. DeBolsillo) es algo así como un PowerPoint para ejecutivos de estudios de cine o canales de televisión. Se vende la idea –un mix de vaqueros y marcianos- pero se desarrolla como un borrador: de forma plana (en el dibujo) y funcional (en el guión).
Como la idea tiene gracia, Rosenberg consigue venderla, aunque no sin dificultades (el proyecto lleva dando vueltas desde 1997). Consigue atraer como socios nada menos que a Steven Spielberg, Ron Howard y Brian Grazer. Con el proyecto en marcha, se incorpora la exitosa dupla de la saga ‘Iron Man’: Robert Downey Jr como protagonista y Jon Favreau como director. Pero Robert se raja y decide que prefiere interpretar al nuevo Sherlock Holmes. Su sustituto es Daniel Craig. El actor pasa de ser el protagonista absoluto a perder líneas de diálogo y compartir protagonismo con dos nuevos personajes: el interpretado por Harrison Ford, una especie de John Wayne posmoderno, y un pegote femenino a quien da vida Olivia “doctora 13” Wilde.
El resultado es el esperado. Aunque el guión es muy superior al libreto original del cómic, mucho más ingenioso y divertido (lo del brazalete es todo un hallazgo), no es suficiente para llevar a la película por caminos más estimulantes que el habitual pastiche de multisala. ‘Cowboys & Aliens’ es la típica película de segunda unidad cuyas pausas dramáticas están rodadas por Favreau con el piloto automático puesto. Un weird western al que le falta su principal ingrediente: el humor. Sorprendentemente, todos se toman la delirante historia de vaqueros y marcianos demasiado en serio. A pesar de su prometedor arranque, jugando con los códigos del western a lo Leone o Eastwood, la película no supera la etiqueta de formulario blockbuster veraniego, de túrmix genérico tan entretenido como impersonal. 6.