The Pop Group, en la jornada del sábado del San Miguel Primavera Club, han sido de lo mejor del festival. Hacía casi tres décadas que no tocaban juntos y parece que el tiempo no ha pasado por ellos. Su post-punk político con flecos de funk, jazz, rock y sobre todo, mucha libertad, caló hondo entre los asistentes más tempraneros del sábado. Mark Stewart, su cantante y líder ideológico, parece un Nick Cave de clase obrera. Con su estatura, su tripa cervecera y su cara de mala leche impone bastante. Y, sin embargo, se mostraba de lo más agradecido con el público, tanto que nos llegó a desear «Feliz Navidad» (sic) y quiso decirnos unas palabras tras el concierto, pero los de la sala ya estaban a otra cosa y no tuvieron la decencia de cortar la música y abrir de nuevo el micrófono. Antes, casi una hora de temas perfectamente encajados, enorme solvencia musical y ramalazos de energía desenfrenada en el repaso a sus dos únicos álbumes, los duros de oír ‘Y’ (1979) y ‘For How Much Longer Do We Tolerate Mass Murder’ (1980). Desde la risa del batería, que disfrutaba de lo lindo, hasta los bailes horteras del guitarra, todo tenía una magia que lo hacía disfrutable hasta en los momentos más difíciles de oír. A destacar, ‘She Is Beyond Good And Evil’ y ‘We Are Time’, dos clásicos en el mejor sentido de la palabra.
St. Vincent lo tiene todo para gustar: una puesta en escena con todo el protagonismo en su figura, una voz decente, el sonido de guitarras cortantes y teclados que retumban como si fueran bajos y un repertorio lleno de canciones que se reconocen fácilmente, como ‘Surgeon’, ‘Cheerleader’, ‘Save Me From What I Want’, ‘Actor Out Of Work’, ‘Chloe In The Afternoon’ o ‘Champagne Year’. Sus anécdotas medio torpes entre tema y tema, sobre los zapatos que perdió en España su madre y notas mal traducidas al castellano, entretienen. Sin embargo, falta un importante grado de identificación con sus composiciones, que permanecen casi todo el rato separadas del público por un muro infranqueable. Quizá la sombra de PJ Harvey, incluso a día de hoy, es demasiado alargada. Sólo en los últimos diez minutos, con un punto de teatralidad y un juego de luces adecuado y melodías paradójicamente menos atractivas, como la rabiosa ‘Your Lips Are Red’, el público pareció despertar.
La última vez que habíamos visto a Chris Owens hasta el sábado fue a la salida del concierto de presentación de ‘Album’ en Moby Dick, con una chica, presumiblemente su novia, subido en el castillo del parque infantil de enfrente. Esa imagen, difícil de borrar para nuestra redacción, tenía su paralelismo con la puesta en escena escogida por el grupo para esta nueva gira de Girls, con ramos de flores por todas partes vinculados a los diferentes miembros del grupo. Hay algo en su música tan turbio como su imagen, tan próxima a Kurt Cobain, pero a la vez tan limpio y pueril (es un cumplido) como la melodía de ‘Darling’. Entre este extremo, el de las canciones claras, y la densidad de ‘Vomit’, llevada de manera espléndida al directo, transcurrió su concierto, en el que su voz, en principio tan poco atractiva, defendió con solvencia el que tiene que ser uno de los directos más solicitados en sala la temporada que viene.
Una vez más, la Siroco se llenó hasta los topes, en esta ocasión para ver a los neozelandeses Unknown Mortal Orchestra. Trío de guitarra, bajo y batería que retuerce el pop con una sólida base rítmica y una concepción de la música que tiende hacia lo extraño, aunque sin llegar a las cotas de su paisano Connan Mockasin. Repasaron los temas de su disco de debut, ‘Unknown Mortal Orchestra‘, y aunque su directo es muy solvente, uno se esperaba algo más alocado, menos contenido. ‘Jello And Juggernauts’, ‘How Can U Love Me’ o ‘Strangers Are Strange’ sonaron más que correctas, pero les faltó un punto para que su directo pase a ser antológico.
Fuentes cercanas comentaban que Stephen Malkmus salió a tocar con algún trago de más la noche anterior en Barcelona. Que se le caía el micrófono y que hasta tiró un amplificador. Con esa premisa temíamos que se empañara el estupendo concierto que dieron Pavement en el Primavera Sound del 2010, última vez que le habíamos visto actuar. Cierto es que se coló en los acordes al comenzar un tema, pero no erró en lo demás, resultando en un buen concierto. Parte del mérito la tuvieron sus rodados Jicks, perfectos escuderos tanto en el estudio como en directo. Pudimos escuchar temas recientes como ‘Tigers’ o ‘Senator’, y también alguno de sus primeros hits en solitario, como ‘Jenny and the Ess-Dog’. Con su actitud en el escenario, -medio en broma, medio en serio-, Malkmus hace que lo suyo parezca fácil, pero los punteos de guitarra que nos regalaba en cada canción no los hace cualquiera, y menos sus geniales canciones.
Shabazz Palaces no atrajo a muchas personas, si bien es verdad que les tocaba lidiar nada menos que con Stephen Malkmus. Ishmael «Butterfly» Butler parece que tiene quince años menos de los que realmente tiene. Quién diría que a principios de los 90, hace ya dos décadas, formó parte del grupo de hip hop Digable Planets. Se presentó con un percusionista en el Círculo de Bellas Artes, que cada vez suena peor. La penosa acústica del lugar deslució temas tan impresionantes como ‘Are You… Can You… Were You?’ y, por si fuera poco, el público parecía pensar que, aunque haya sido encumbrado por Pitchfork vía ‘Black Up‘, este rollo no es el suyo. El público estándar del Primavera Club tiene muy claro lo que quiere y los puentes estilísticos parecen no serlo. Quietmansmiling, Merridew, Sebas.
Foto: Dani Cantó (Primavera Club, Barcelona).