Lambchop / Mr. M

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Lambchop / Mr. M

Uno de los mejores recuerdos musicales de mi vida es cuando compré, con emoción, los dos primeros álbumes de Lambchop en la hace años desaparecida tienda madrileña Discos Del Sur, de entre su resobado mueble de ofertas. Fascinado por alguna canción de un recopilatorio de la revista Factory, la degustación (entonces poco apresurada) de la exquisitez de ‘I Hope You’re Sitting Down’ y ‘How I Quit Smoking’ es una de esas experiencias que no se olvidan fácilmente. Desde entonces, con momentos de mayor (‘Nixon’, ‘OH (Ohio)’) o menor (‘Damaged’, ‘Is A Woman’) brillo, la magia de la banda edificada en torno al talento compositivo de Kurt Wagner se ha mantenido estable a lo largo de más de dieciocho años. Poca broma.

Tras un lapso de cuatro desde su último álbum (algo más dilatado de lo habitual), regresa el combo de Nashville con ‘Mr. M’, un décimo álbum que contiene nada menos que todo lo que podíamos esperar a estas alturas de ellos: muestras de que aún lo tienen. Se trata de un disco que suena tan fresco y vibrante como aquella primera vez que uno se topó con ‘Soaky In The Pooper’ o incluso más, con un Wagner a cada álbum más crooner (o, más bien, anti-crooner) que sigue escribiendo canciones preciosas para que sean luego engalanadas por su pléyade de colaboradores, que las enriquecen con un clasicismo más inspirado que nunca en el swing y el jazz, de una delicadeza extraordinaria incluso para ellos.

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‘Mr. M’ es el disco perfecto de Lambchop porque es tan capaz de satisfacer a sus más antiguos seguidores como de captar nuevas orejas para su arriesgado intento de cautivar siendo fieles a patrones tan aparentemente apolillados. Cómo el ritmo trotón de ‘Gone Tomorrow‘ se sobrepone a un prodigioso parón intermedio que culmina en una increíble coda instrumental, el misterioso gancho de esos coros femeninos deletreando pausadamente ‘2B2’, la forma en que las cuerdas rompen y callan en ‘Mr. Met’, el prodigio de que dos instrumentales (‘Gar’ y ‘Betty’s Overture’) no sean mero relleno o hacer de la autocopia descarada (‘Buttons’) un arte, son enigmas que no están al alcance para demasiados músicos vivos y están contenidos en este disco, exultantemente nuevo y dulcemente viejo a un tiempo.

Y hay más. Tocado de lleno por la muerte de su querido amigo y socio musical Vic Chesnutt, cuando este decidió que no quería vivir un día más allá de la Navidad de 2009, Kurt Wagner le dedica al autor de ‘The Salesman & Bernadette’ todo el álbum con sus ya habituales letras llenas de humor que no parece serlo y su obsesión por los detalles de las cosas más mundanas. Pero apostaría algo a que al músico de Athens van especialmente dirigidas la emotividad y tristeza casi insoportables que desprenden dos canciones tan superlativas como ‘Nice Without Mercy’ o la final ‘Never My Love’ (que arranca con lo que parece un guiño a ‘Dreaming’ de Blondie), escuetamente arregladas y con un acento en el sonido cristalino de la guitarra acústica, justo como a Vic le gustaba. Un disco que contiene una expresión de belleza y dolor tan sencilla y rotunda, solo merece ser encumbrado.

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Calificación: 8,2/10
Lo mejor: ‘Nice Without Mercy’, ‘Gone Tomorrow’, ‘Never My Love’, ‘Gar’, ‘2B2’
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Escúchalo: NPR

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