Paolo Sorrentino es el director italiano más interesante de la actualidad. Después de llamar la atención de la crítica con ‘Las consecuencias del amor’ (2004), puso Cannes a sus pies con la celebrada ‘Il divo’ (2008). Allí conoció a Sean Penn, que estaba como presidente del jurado, y decidieron trabajar juntos. El fruto de esa colaboración es la excéntrica ‘Un lugar donde quedarse’, que llega a España un año después de estrenarse en el festival.
El título original, ‘This Must Be The Place’, hace referencia a la popular canción de Talking Heads (“y no a la de Arcade Fire”, como dicen con sarcasmo en la película). Leitmotiv sonoro y anclaje narrativo que aparece en la película en distintas versiones, una de ellas interpretada por el propio David Byrne. Y es que uno de los aspectos que más destaca de la película es su estupenda selección de canciones -de Jónsi & Alex a Iggy Pop- y su fabulosa banda sonora compuesta por David Byrne y Will Oldham.
Las canciones interpretadas por el irlandés Michael Brunnock acompañan el extraño viaje de Cheyenne, una vieja rock star decadente, deprimida y peterpanesca. Un trasunto extremo y con resaca crónica de Robert Smith en plena búsqueda de “un lugar (mental, emocional) donde quedarse”. Por medio de una puesta en escena tan retórica como hipnótica, un sentido del humor esquinado y unos personajes al borde de la caricatura chanante, Sorrentino nos cuenta, en tono de tragicomedia, el proceso de maduración tardía de un personaje desubicado, un cincuentón embalsamado que encuentra en un inesperado hallazgo el mejor motivo para agitar su monótona existencia. Un hombre que ha traspasado el umbral del desencanto y que ha viajado del “así va a ser mi vida” al “así es la vida”. 7,5.