El Auditori siempre tiene algo especial, y Laura Marling supo aprovecharlo. Se esperaba un set centrado en su aclamado último disco (‘Don’t Ask Me Why’, ‘Rambling Man’, soberbia y última ‘I Speak Because I Can’), pero la cantante inglesa no se olvidó de anteriores éxitos (‘Ghosts’, ‘Alas’). Brillante a la guitarra y arropada por los cinco músicos que la acompañaban, su voz se alzó a lo más alto, allí donde ella levantaba la mirada al cantar, para emocionarnos. Nunca, ni siquiera en sus grabaciones, se pareció tanto a Joni Mitchell. Magnética, sin aspavientos, delicada casi como un suspiro, brilló con luz propia.
Fasenuova ofrecieron un concierto de media hora para medio centenar de personas en el Escenario Vice. La electrónica de tintes industriales de Roberto Lobo y Ernesto Avelino se movía entre el alarido en cortes de un minuto, los ritmos más kraut y el synthpop, entreteniendo en unos momentos y dejando más indiferente de lo previsto en otros. Con ellos se abría paso a una jornada variadísima en la que lo mismo te encontrabas con el sonido post-punk de The Chameleons que con el latineo de Afrocubism, las cabezas de cerdo de Mayhem, o el aspecto siniestro de Orthodox.
El grupo americano Other Lives fue el encargado de abrir las actuaciones en el escenario San Miguel, llevando de forma impecable su último trabajo, ‘Tamer Animals’, al directo. Con Jesse Tabish, cantante principal al teclado, comenzaron con un ‘As I Lay My Head Down’ vitaminizado por una percusión que adquirió bastante fuerza en comparación con el disco y que pudo atraer la atención de cada vez más gente. ‘For 12’ fue la más celebrada. Impecables.
“No tenemos mucho tiempo, así que vamos allá”. Efectivamente, Rufus Wainwright fue al grano desde el principio, sin apenas concesiones entre canción y canción, como suele ser habitual en los shows del norteamericano, por lo que el concierto de Wainwright en compañía de su increíblemente talentosa banda se pasó como un suspiro. A estas alturas no hace falta decir que Rufus volvió a reafirmarse ayer, no solo como una de las grandes voces masculinas de nuestro tiempo, sino como uno de los más hábiles compositores de melodías pop que existen en la actualidad, lo cual en realidad es mucho decir teniendo en cuenta que más de la mitad de los temas que interpretó pertenecen a su último trabajo, ‘Out of the Game’. Porque sí, en ‘Out of the Game’ hay temas igual de buenos que ‘Greek Song’, ‘The One You Love’ o ‘Going to a Town’ (todas cayeron ayer, a pesar de la terrible ausencia de otros hits como ‘I Don’t Know What It Is’ o ‘Hallelujah’, quizás la mejor versión que se ha hecho del clásico de Leonard Cohen), y aunque ‘Candles’ no es uno de ellos, fue ciertamente una buena introducción, pese a lo deprimente de la letra.
A diferencia de ‘Songs for Lulu’, que por lo solemne solo encontraba el momento adecuado de ser presentado durante la noche, el show ofrecido ayer por Wainwright no pudo haber sido asignado en mejor momento del día (empezaba a ponerse el sol) y por esa razón ‘Rashida’ (sigue siendo muy grande el final gospel) y especialmente ‘Barbara’ sirvieron de banda sonora perfecta para una tarde de absoluta tensión ante la inminente llegada de The Cure. ‘14th Street’, también muy idónea a la hora que era, podría haber sido el colofón final perfecto (fue, sin lugar a dudas, el momento más glorioso de todo el concierto), pero Wainwright cerró su espectáculo con su “única canción de baile”, ‘Bitter Tears’, en vivo divertidísima a la vez que una delicia de escuchar. No hay que olvidar, por otro lado, el par de homenajes a los padres McGarrigle. La corista Krystle Warren (la que canta el final de ‘Rashida’ no, la otra) interpretó un solo de ‘I Don’t Know’, de la fallecida madre de Wainwright, demostrando una técnica vocal impresionante y que dejó a todo el mundo con la piel de gallina (quien no se emocionara con su actuación, aunque fuera un poco, que se lo mire). Le siguió ‘One Man Guy’, del papá Wainwright, esta vez en voz del propio Rufus y de la corista (la de ‘I Don’t Know’ no, la otra) y Teddy Thompson, también corista y bajo, además de cantante profesional (ha sacado ya cinco discos) e hijo de Richard y Linda Thompson. Eso fue un festival de talento hasta un poco inesperado.
Por supuesto se echaron de menos algunos temas (de su nuevo disco, una lástima que no tocaran ‘Sometimes You Need’; de los viejos, aparte de los ya mencionados, se notó mucho la ausencia de ‘Cigarettes & Chocolate Milk’, ‘Gay Messiah’ o ‘April Fools’) pero da igual, porque el concierto de Rufus fue tal despliegue de perfección compositiva que no pudo haber dejado mejor sabor de boca.
A la misma hora que Rufus, actuaba Marianne Faithfull en un Auditori que no consiguió llenar pero que en absoluto estaba deslucido. Acompañada de una banda de cuatro personas (una chica a los teclados), arrancó su concierto con una estupenda ‘Horses and High Heels’ que enfiló un concierto lleno de matices de cierto sabor americano. Durante la segunda canción, ‘Brain Drain’, ya empezó a hacer señales a los fotógrafos para que dejaran de hacerle fotos, e incluso abandonó el micrófono un momento para pedirle a un responsable de un lateral del escenario que los invitara a marcharse. Al término de ‘Brain Drain’, explicó: «Odio a los fotógrafos, al fin puedo relajarme».
La actitud de Marianne fue bastante «bitchy», pero no en el sentido de artista endiosada, sino en el socarrón. Ese constante mirar el reloj y esas referencias a las ganas que tenía de que terminara el concierto hacían estallar al público en risas, como su insistencia en que estaba bebiendo té y no alcohol o su broma sobre si llegaría a su 50ª aniversario como artista dentro de dos años, en 2014. En cuanto al repertorio, no faltó su versión ‘Crane Wife’, la espléndida en acústico ‘Baby, Let Me Follow You Down’ del disco para Amnistía Internacional de Bob Dylan, el ‘Crazy Love’ que escribió con Nick Cave, la celebrada ‘Broken English’ o una ‘As Tears Go By’ que levantó al Auditori dos temas antes de terminar. El último fue una versión de ‘Tower of Song’ que Marianne presentó como su «filosofía de vida». Aunque tuvo que sentarse un par de veces a descansar, lo cascado de su voz ha sido parte del encanto de su carrera y por supuesto eso no se ha perdido con la edad.
Una carrerita después de Marianne nos permitió ver algunas canciones de Lower Dens. Aparentemente se habían deshecho en la primera mitad de ‘Alphabet Song’ y de ‘Brains’, pero al menos pudimos comprobar que sonaban mucho más potentes que cualquier hype y que su directo tenía bastante consistencia. También sólo pudimos picotear el concierto de Christina Rosenvinge featuring Refree, que sufrió, en el Escenario Mini, las consecuencias de tocar al mismo tiempo que The Cure y Big Star’s Third, supergrupo que contó con la presencia de Jody Stephens de Big Star, Mike Mills de R.E.M., Norman Blake de Teenage Fanclub, Ira Kaplan de Yo La Tengo o los componentes de Wilco, entre otros, para homenajear el tercer álbum de Big Star. El setlist de Christina incluyó una versión renovada entrecortada de ‘Negro cinturón’, además de las habituales ‘Jorge y yo’, ‘Anoche’, ‘Mil pedazos’ o ‘La distancia adecuada’, con la que se había abierto el concierto.
Maria Lindén, líder de I Break Horses, salió sonriente a un escenario ATP abarrotado que esperaba ver del grupo sueco si pasaba la prueba del directo o se quedaba tan solo en un hype. Desde luego, el sonido no ayudó, aunque ella no perdió la sonrisa en ningún momento. Quizás en un intento por explotar al máximo los elementos del dream pop, la voz de Maria sonó con demasiada reverberación durante los apenas 35 minutos que duró la actuación. Lo que sí demostraron es que ‘Winter Beats’ sigue siendo uno de los mejores temas del año pasado. No suspendieron, pero habrá que esperar un poco más para ponerles buena nota.
Horas antes que empezara el concierto de The Cure, resultaba tremendamente interesante observar la variedad de perfiles reunidos ayer solo para ver a la banda británica: desde amas de casa nostálgicas a treintañeros melómanos, pasando por imitadoras de Robert Smith, post-adolescentes románticos o simples curiosos (¿sabían estos últimos lo que les esperaba?). Los instantes previos al inicio del show fueron, como poco, divertidos. No obstante, tal desfile de identidades, si sirvió para algo, fue para recordar a quien se le hubiera olvidado que no había en todo el festival un plato más fuerte que The Cure. Tres décadas después, el grupo de Robert Smith es más legendario que nunca.
El que tenía que haber sido un concierto-homenaje a ‘Wish’, por motivo de su veinte aniversario, fue en realidad el típico repaso de hits de una banda con uno de los repertorios más potentes que se conocen en la historia del rock. De ‘Wish’ solo sonaron cinco, pero qué cinco: ‘High’, ‘Trust’, ‘Doing The Unstuck’, ‘From The Edge of the Deep Green Sea’ y, sí, lo has adivinado, ‘Friday I’m In Love’ (qué bien que ayer fuera viernes, ¿verdad?). Después, no faltaron ninguna de las canciones que se te puedan pasar por la cabeza: abrieron con la intensa ‘Plainsong’, cerraron con el clásico ‘Boys Don’t Cry’, y en esas tres horas de concierto no faltaron ‘Pictures of You’, ‘Mint Car’, ‘Inbetween Days’, ‘Play for Today’, ‘Lullaby’, ‘A Forest’, ‘Just Like Heaven’… En realidad, la ausencia de ‘Fascination Street’ en el setlist, que reclamaba constantemente un fan de las primeras filas (con razón), aunque inexplicable, difícilmente fue sentida, ya no solo por la extensa lista de temas que tocó la banda, sino por la indiscutible calidad de los mismos.
Ya se sabe que, si algo tiene de especial la carrera de The Cure es que es verdaderamente heterogénea, no solo en lo musical sino también en las letras (‘The Lovecats’ no sonó mucho después que ‘A Hundred Years’), conque resulta un tanto complicado seguir el directo de una banda que pasa de hablar de la muerte al entusiasmo de un nuevo amor, ¿pero tenemos derecho los fans a quejarnos? La profesionalidad de The Cure, entregados por completo a su público, resultó tan admirable como la propia música del grupo, de la que anoche no recordamos sólo los grandes clásicos sino también temas menos conocidos como ‘Fight’, ‘The Kiss’ o ‘The Hungry Ghost’.
Como pega, grandes canciones como ‘Lullaby’ o ‘Lovesong’ no encontraron en el escenario de San Miguel un aliado para el desarrollo de su majestuosidad, por lo que el show de The Cure, aunque mastodóntico, tuvo ciertos momentos de irregularidad, en parte también porque elecciones como ‘The End of the World’ o ‘Wrong Number’ jamás han estado entre lo mejor que ha compuesto la banda. Sin embargo, estos momentos de flaqueza no fueron en ningún caso lo suficientemente importantes como para restarle puntos a un directo que es de todo menos falto de grandes cosas.
Mientras Napalm Death atronaban desde el escenario de al lado, el pequeño Vice, Sleigh Bells se defendieron mejor que bien en formato trío (Jason Boyer acompaña en las giras a Derek E. Miller y a una súper sexy Alexis Krauss en shorts). El grupo no decepcionó nada en su aproximación cool al mundo del metal (era su día en el San Miguel Primavera Sound) mientras sonaban pepinazos pensados para el directo como ‘Tell Em’, ‘Comeback Kid’ o ‘Born To Lose’. Confirmándolos como los nuevos Crystal Castles (en todos los sentidos, hubo debate sobre qué era y qué no era playback), Alexis no dejó de darlo todo, como los chicos, y al final se lanzó al público. Como pega, reseñar lo que se confundían unas pistas con otras: esa inevitable sensación de «¿esta no la han tocado ya?» que en un concierto de dos horas les habría perjudicado, pero que en 45 minutos no le quitó fuerza a su repertorio.
El retraso de The Drums y M83 como consecuencia de lo que se iba a extender el concierto de The Cure nos permitió ver unos minutos de Codeine, que aparecieron después de una maraña de distorsión. Con un muy buen sonido, su set apuntaba a ser uno de los mejores y más bonitos ejemplos posibles de slowcore, que en absoluto tenía pinta de dormir a los congregados en el Escenario ATP a pesar de haber sido programado pasada ya la medianoche.
Anthony Gonzalez y los suyos, es decir, M83 dieron uno de los momentos de mayor euforia colectiva que se vivieron anoche en el Parc del Fòrum. Centrado en su último trabajo, ‘Hurry Up, We’re Dreaming’ el francés dio el show que la gente esperaba. En un formato un poco distinto del que los trajo este invierno por Madrid y Barcelona, M83 se despojaron de los temas más lentos y fueron al grano, ya que no pararon de soltar temas bailables. Alguna que otra cerveza voló, sobre todo en ‘Steve McQueen’ y ‘Midnight City’. Anthony, a lo largo del set, no dejó de decir lo maravillosos que éramos todos, lo que le encantaba Barcelona, el festival, y lo que le emocionaba tocar ante esa gran multitud. Cerraron con ‘Couleurs’, perfecta para tener a toda la explanada dando saltos.
La idea era echar un vistazo a The Drums para comprobar que su directo continuaba siendo tan nefasto como el año pasado y abandonarlos por cualquier otra cosa coincidente, pero no pudo ser así. Muy mejorado en ecualización de guitarras y voz (aunque todavía no preparado para un Escenario San Miguel), su set fue arrollador desde los primeros segundos en que Jonathan Pierce salió con ganas de darlo todo. Él siempre ha sido una estrella, y sus canciones, excelentes. Sólo les faltaba mejorar técnicamente y tocar con más volumen para no sufrir una espantada como la que vivieron en el Berlin Music Festival en 2011. Ante un abarrotado Escenario Ray-Ban cayeron hits como ‘What You Were’, ‘Best Friend’, ‘Money’ o ‘Forever And Ever Amen’. Incluso se reconciliaron con su odiada ‘Let’s Go Surfing’, que terminó de levantar al público. Y como muestra de que pueden hacer lo que quieran, acabaron con su gran balada, una emocionante ‘Down By The Water’.
Otro grupo que en vivo decepcionó el año pasado y anoche mostró un directo vibrante fue The Rapture. Aunque echamos de menos algún corte de su excelente último disco, como el reggaetonero ‘Come Back To Me’, su set pudo ser una sucesión casi continuada de hits por donde se dejaron caer ‘Get Myself Into It’, ‘Sail Away’ y por supuesto una enorme ‘House of Jealous Lovers’ y una final ‘How Deep Is Your Love’ que lanzaron a las multitudes a la fiesta a eso de las tres de la madrugada. El sonido DFA, aún de lo más vigente para cerrar un escenario grande como el San Miguel, más lo que le queda.
Si en sus diferentes etapas, Death in Vegas han pasado por el rock industrial y la electrónica, visto lo visto ayer ahora su directo se sitúa mas cerca del post-rock, recordando a Explosions in the Sky, y a veces a unos Health más domados: sonido expansivo, guitarras psicodélicas, krautrock, batería contundente. No obstante, nunca olvidan su faceta más bailable, lo que agradeció el público, incansable. Parece mentira que hayan pasado tantísimos años desde su primera actuación en el FIB, pero ellos no quieren mirar atrás, y sólo algún éxito de antaño (épica ‘Aisha’) nos trasladó a otra época. Ellos ya están a lo siguiente.
A última hora, AraabMUZIK entretuvo mucho más de lo esperado con un show bastante ameno beneficiado por esos constantes primeros planos de su aparato, donde se podía comprobar que lo suyo tenía poco de «fake». Benga en el Ray-Ban fue menos elegante pero más divertido, un fiestón por encima del dubstep, el hip-hop o el dance que contó con la voz invitada de Marlene Strand. Terminamos la noche con la buena selección de Barry Hoogan en el ATP, donde no faltaron temazos de Fuck Buttons o Caribou.
Fotos: Santiago Periel, Dani Canto y Eric Pamies para San Miguel Primavera Sound. Visita nuestro especial y el de San Miguel.