Tras el paso de Madonna por París, se confirmaba que el Frente Nacional francés, de ultraderecha, denunciaba a la cantante por el uso de la imagen de su líder, Marine Le Pen, con una esvástica en la cara, durante un interludio de su gira ‘MDNA Tour‘. Parte de la prensa de hecho ha entendido su regreso a París este próximo jueves para dar un concierto íntimo en el Olympia, sólo para 2600 personas, como relacionado con esta denuncia.
El Frente Nacional francés ha sido generoso en titulares y desprecio para la artista. La han llamado «vieja cantante», la han invitado a «tirar sus bragas» en los conciertos como hacía antes y han concluido que la suya es «una provocación más destinada a luchar contra las dificultades por las que pasa con su público, ya que su gira parece que está siendo un sonoro fiasco» (se esperan 300 o 400 millones de dólares de recaudación al término de la misma, una de las más altas de la historia). Dejamos en manos de la justicia este asunto tan chungo sobre injurias contra más injurias y derecho a la imagen versus libertad de expresión. Sin embargo, El País publicaba a mediados de esta semana un artículo sobre este tema que terminaba entre lo más visto del día, y donde aparecían más cuestiones interesantes. El ensayista y filósofo Javier Gomá venía a decir que la actuación de Madonna no tenía nada que ver con la transgresión, ni con “una cuestión de libertad de expresión sino de márketing”.
Desconocemos si la intención de mostrar a Le Pen con una esvástica es transgresora o no, pero lo seguro es que tal imagen pasa completamente desapercibida (o lo pasaba hasta que se ha liado esto) durante el show. Y no hay nada peor para la transgresión. Apostaría a que el 95% de los asistentes no franceses ni la ven: dura apenas un segundo y es sólo una de las miles y miles que se ofrecen durante dos horas de concierto en las que pasan sobre el escenario todo tipo de cosas, algunas incluso medio «transgresoras» desde el punto de vista técnico. La noticia habría tenido más chispilla si el análisis hubiera tirado más bien por el tema de lo subliminal, o si hubiera insistido sobre la publicidad internacional y gratuita que la ultra derecha está recibiendo, sobre la que se pasa de soslayo… pero se habla más bien de «márketing» en el caso de Madonna y de «polémica» en el de Leo Bassi.
El análisis de la evolución de la transgresión estética de Gomá es acertado, como gran parte del texto, pero este punto en concreto es discutible. Hay una creencia popular, a la que se debe sin duda el éxito del artículo de El País, que viene a decir que los artistas se agarran a escándalos y polémicas para ser noticia, para aparecer en los medios, y así vender más discos o entradas de conciertos. Se siente en los foros, en las redes sociales, en las calles, en los comentarios de los medios grandes, en todas partes. Sin embargo, cualquier seguidor de las listas de éxitos a través de Billboard, Pulse o UK Mix (estas cosas no llegan a las universidades), puede decir que casi nunca se ha experimentado una relación significativa entre los escándalos que aparecen en los medios generalistas y las listas de ventas, con la única excepción de que te mueras (Michael Jackson, Whitney, Rocío Jurado, etc). Lo normal, para sorpresa del pueblo, es lo contrario. Los días en que Britney Spears se rapó la cabeza y dejaba ver su chocho bajándose de los coches no fueron precisamente los de sus discos multiplatino, sino más bien los inicios de los tiempos en que dejó de vender millones de álbumes para siempre. Recientemente Leticia Sabater, Yurena o La China Patino enseñaron las domingas en el Interviú, y ninguna recogió su recompensa en la lista de Promusicae. Kanye West enseñó la chorra y su último disco solo, uno de los mejores de su carrera, fue el menos vendido. El pobre Javier Krahe se encontró en el banquillo por un vídeo grabado en los 70 sobre un Cristo que se cocinaba, fue «trending topic» y millones de personas le apoyaron… pero nadie se compró sus discos, que no aparecen por la lista de ventas desde 2006. Oasis siguen protagonizando todo tipo de polémicas y nunca venderán como al principio. Carla Bruni vendió menos como primera dama de Francia que cuando no lo era. A$AP Rocky acaba de ser arrestado y sus ventas no se han incrementado. De Bebe y la Sala El Sol mejor ni hablar. Este jueves el cantante de Passion Pit ha reconocido en el medio musical más importante del mundo que es bipolar y que tiene tendencias suicidas… he ido corriendo a iTunes a ver si las masas se estaban bajando esa maravilla llamada ‘Take A Walk‘, pero… ¡maldita sea, ni por esas! ¿Alguien cree que ‘Back To Black‘ está donde está sólo ayudado por los escándalos de Amy Winehouse y no porque la música que contiene es una maravilla que el mundo no se merecía?
No dudo que aparecer en los medios pueda ayudar, ser un pequeño «suma y sigue», pero para alegría de los melómanos más pesimistas, el efecto de esa cosa que se llama «márketing» está sobrevalorado para según qué «acciones». Al final el éxito de lo que se vende o no se vende da vueltas alrededor de la música, bien sea de su calidad o de su sobreexposición, pero siempre de las canciones. Puede ser un Bisbal que entra en radio ad nauseam, un ‘Ai Se Eu Te Pego‘ que se convierte en viral en internet, una puesta en escena currada de ‘Human’ en unos premios MTV, un spot de Feist en un anuncio de iPod, una versión de fun. en la serie de moda y las mil argucias que al departamento de turno se le ocurran. Pero sin canción no hay pescao que vender.
Por eso, Madonna no ha vendido ni un disco más en Francia ni en ningún lado gracias a esta tontería. Ni ‘MDNA’ sube en la lista francesa más que en otros países por los que la cantante gira, ni necesita meter a Le Pen en sus pantallas para actuar para 70.000 personas en París, porque las entradas se vendieron en una mayoría aplastante antes de que el tour comenzase. Diría, más bien, que Madonna incluye a Le Pen con una esvástica en la cara en su popurrí porque es bastante consecuente con su carrera. Siempre ha sido bastante roja -para ser americana-, y conocidos han sido sus apoyos en la lucha contra el sida, a favor del feminismo, evidentemente de los gays, y abiertamente de los Clinton y Obama. Además, tiene una hija cubana, dos hijos negros y amantes brasileños a cascoporro, por lo que su opinión sobre aquella simpática ley de Arizona relacionada con la inmigración (saludos, Marine), no hay que ser un lince para imaginársela (hay referencias en el vídeo de marras).
Últimamente incluye unas imágenes contra el bullying en sus giras, donde desde hace una década siempre hay un interludio político ensalzando a sus líderes espirituales y de opinión y castigando a los que odia. Estéticamente no es lo más interesante que ha hecho, pero ahí está. Su pecado esta vez, como el de tantas otras «rojas» y «rojos», ha sido hacer esa asociación tonta entre extrema derecha y esvástica que ya veremos cuán cara le sale, pero desde luego no parece una operación siniestra de «márketing», esa palabra que se usa hace tiempo con tanta ligereza como las viejas (las de verdad, no Madonna) y los viejos usan «propaganda» cuando se encuentran los folletos de Telepizza en el buzón de su casa.
Madonna además ha demostrado últimamente saber bien poco de márketing, por no hablar de que sus implicaciones políticas y sociales le salen siempre por la culata, y si no lo sabe, es que es tonta. ‘Hey You‘ es una de las peores canciones jamás escuchadas y ‘American Life‘ fue uno de los grandes fracasos de su historia: hasta sus fans americanos la abucheaban cuando comparó en aquella gira a Bush con Sadam Hussein. Menuda mierda de operación de márketing fue aquella. Tuvo que llegar, ejem, una canción, ‘Hung Up’, al rescate…