Tan impredecibles y bipolares como brillantes, de Crystal Castles podemos esperar básicamente dos cosas: que se les vaya la olla o que nos hagan alucinar, tanto en sus discos como en sus conciertos. Probablemente el factor es más peligroso sobre el escenario, pudiendo ofrecernos un buen show o que les salga un desastre total (recordaremos aquella «actuación» en el Sónar 2009), porque en el estudio casi que se desea que no nos pongan las cosas fáciles, y es que un álbum del dúo de Toronto es de todo menos lineal, pudiendo pasar de la belleza (‘Celestica’) al caos (‘Doe Deer’) en cuestión de minutos, y es curioso cuanto menos que puedan tener esas dos facetas. Pues bien, por lo menos en lo que al formato LP se refiere, Ethan Kath y Alice Glass introducen novedades con ‘(III)’, su nueva entrega. Si hubiera que definir el tercer álbum del dúo con una palabra, contención sería el sustantivo más apropiado y por más de una razón.
Que nunca se han casado con nadie es algo más que evidente y seguramente han seguido haciendo lo que les ha pedido el cuerpo, pero en esta ocasión parece como si hubiesen escuchado la llamada de aquellos que los preferían más domados y con los menos exabruptos posibles. Esto se nota desde que observamos el minutaje (mucho más ajustado, apenas llega a los cuarenta minutos, desterrando la sensación de relleno) hasta que nos ponemos a escuchar un disco que es mucho más homogéneo que sus predecesores. Que adelantaran el single ‘Plague’, conociéndolos, sólo mostraba una parte de lo que nos podíamos esperar, pero resulta que no, que la mayoría de los cortes van en la misma dirección, teniendo ante nosotros a unos Crystal Castles mucho más centrados estilísticamente que de costumbre.
La misma ‘Plague‘ es la que da el pistoletazo de salida, y según se ve sucedida por ‘Kerosene’, ‘Wrath Of God’ o ‘Affection’ va quedando claro que han preferido explotar su lado más ensoñador, con una Alice que entre cantar y chillar se decide por lo primero y unos sintetizadores que no chirrían. Los tempos se han relajado en algunas pistas, pero no temáis, que nos van a hacer bailar y uno de los mejores ejemplos está en ‘Sad Eyes’, melancólica, con unas melodías que hacen flotar y un ritmo bien potente. Que este caballo esté menos desbocado no quiere decir que hayan olvidado sus salvajes orígenes, y en la breve y cacofónica (no tan bestia como antes, eso sí) ‘Insulin’ dejan constancia de ello, pero la segunda mitad del álbum va por los mismos derroteros que la primera, y lo que es mejor, no palidece y contiene temas inspirados como ‘Violent Youth’ o ‘Telepath’. Cuando llega el final de la mano de la atmosférica y calmada (preciosa, francamente) ‘Child I Will Hurt You’, la susurrada voz de Alice Glass consigue que nos apetezca darle un abrazo sin temer a que ella o su compinche nos den una paliza. Que hayan decidido sonreírnos en vez de gruñir debería contentar a todos, ya que demuestran que son buenos haciendo lo que se propongan y la calidad y el talento deberían estar por encima de todo. El viaje al que nos invitan tienen menos baches, pero no por ello deja de ser tan excitante como siempre.
Calificación: 8,2/10
Lo mejor: ‘Sad Eyes’, ‘Violent Youth’, ‘Child I Will Hurt You’, ‘Plague’, ‘Telepath’.
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Escúchalo: Deezer