Por increíble que parezca, hubo un tiempo en el que el nombre de Scott Walker iba de la mano con la etiqueta easy listening. Tras un comienzo brillante al margen de The Walker Brothers, el inexplicable fracaso del genial ‘Scott 4′ (1969, en el que se decidió a dar protagonismo a sus propias canciones y dejar de interpretar tantas versiones de Jacques Brel y otros) llevó al ya de por sí reclusivo Walker a abandonarse, dejarse llevar por la bebida y sacar en los años 70, tras el pasable »Til The Band Comes In’ (1970), una serie de discos en los que se limitaba a cumplir compromisos contractuales y poco más, resultando un material puramente comercial que dejaba bastante que desear. La reunión con sus “hermanos” a finales de la década salvó un poco los muebles, pero su carrera en solitario entró en un vacío del cual han salido tres álbumes, uno por década y colaboraciones aparte: ‘Climate Of Hunter’ en los 80, ‘Tilt’ en los 90 y ‘The Drift’ en los 00. Como un perro apaleado que vuelve para vengarse, dejó a un lado el preciosismo del pop barroco de sus inicios, para, con todo el poderío y dramatismo de su voz barítona, facturar una música difícilmente catalogable, dividida más en movimientos que en canciones propiamente dichas, particularmente en sus dos últimos álbumes hasta la fecha. Podían aparecer aspectos cercanos al rock, a la música clásica, a la electrónica ambient, a la música industrial y todo a placer, formando un muro en apariencia infranqueable. Nunca debería haber sorprendido esto al público, porque pocos crooners a los que se les cataloga de easy listening citan a Ingmar Bergman en sus letras. Vamos, que se veía venir.
No parecerá que se ha puesto las pilas de golpe y porrazo, pero Walker no ha tardado otros diez años en volver a mostrarse ante su audiencia, y eso es ya un detalle. “Sólo” seis años después del citado ‘The Drift’, regresa con ‘Bish Bosch’, un álbum tan crudo como denso y eso se explica desde el título mismo: jugando con el lenguaje, combina Bish (otra manera de decir «bitch») con Bosch, es decir, el pintor El Bosco; y a su vez con la expresión «Bish Bosh», que vendría a ser en castellano como “en un pis pas”.
Es interesante leer la entrada del blog en torno al álbum que ha escrito el periodista Rob Young (de The Wire) para comprender la temática de las letras, así como otros detalles de su composición y grabación. Toda información que sirva para descifrar el jeroglífico que suele ser la música de Scott Walker es conveniente. Se ha defendido este nuevo trabajo en la nota de prensa como un paso más allá y parece que no sólo es la típica estrategia de venta, sino que es cierto, que Walker se la ha jugado aún más si cabe. Al igual que los colores blanco y negro de la portada, los contrastes entre silencio y estruendo son más acusados que nunca (y el artista se ha asegurado al milímetro de que así sea, pasando de la grabación analógica a la digital para que los silencios sean totales). Ese más allá también se percibe en las atmósferas, más claustrofóbicas e inquietantes si cabe, demostrando que desde que Walker se encerró en sí mismo, su objetivo prioritario ha sido huir en la dirección contraria del camino que le llevó a la fama en los años 60. Si hubiera que darle un nombre a su música, lo fácil sería tacharlo de avant-garde, pero tal vez fuera más apropiado llamarlo uneasy listening.
Como si fuese la banda sonora para una película de Lars Von Trier (del tipo ‘Anticristo‘), ‘Bish Bosch’ mantiene al oyente en un total estado de tensión, sin poder encontrar un momento de paz, porque ni en los pasajes más silenciosos y por supuesto ni en los más ruidosos y desconcertantes se puede encontrar otra cosa que no sea desasosiego. Con una temática que va desde los esfínteres (y con sonidos de flatulencias incluidos, como sucede en el tema ‘Corps De Blah’) hasta la muerte del dictador Nicolae Ceausescu y su esposa, los sonidos que acompañan las particulares letras de Walker no lo son menos: en una sucesión de bloques que parecen casi aleatorios, los distintos pasajes se suceden desde el incómodo comienzo de ‘See You Don’t Bump His Head’ con una base industrial machacante, y prosiguen durante las nueve “canciones”, llevándose la palma de la complejidad los veinte minutos de ‘SDSS14+13B (Zercon, A Flagpole Sitter)’.
En los silencios escuchamos en varias ocasiones la voz desnuda de Walker, para acto seguido escuchar afiladas guitarras y arreglos orquestales que si antaño eran preciosistas y majestuosos, ahora crean muros de confusión. Tras el “single” ‘Epizootics!‘, la segunda mitad del álbum pasa a ser más contenida, con menos contrastes pero con una calma tensa en todo momento. El tema final, una especie de villancico -como comentábamos anteriormente- con referencias a la muerte de Nicolae Ceausescu y su esposa, parece el más tranquilo, pero ya es demasiado tarde para devolvernos a un estado emocional equilibrado. Con paciencia, mucha paciencia, se llega a apreciar lo que ‘Bish Bosch’ tiene que ofrecer, dejando a su paso una gigantesca incógnita que no sabemos si hemos resuelto una vez terminada la reproducción. Tal vez esté ahí la gracia de todo esto, en no terminar de descubrir o entender lo que hemos escuchado. Otra obra enigmática de los pies a la cabeza.
Calificación: 7,8/10
Lo mejor: ‘Corps De Blah’, ‘Epizootics!’, ‘SDSS14+13B (Zercon, A Flagpole Sitter)’
Te gustará si: te gustaron ‘Tilt’ y ‘The Drift’, los primeros Swans, los primeros Einstürzende Neubauten
Escúchalo: Deezer